Ni el color de piel ni otra excusa baladí jamás deben ser motivo para que haya discriminación en ningún lugar del mundo.
Hechos que la mayoría de nosotros conocemos dan cuenta de que en Estados Unidos un policía asesinó a George Floyd, miembro de la comunidad negra de Minneapolis.
La gran prensa de aquí no le da la importancia a un asunto tan delicado, porque en Colombia un crimen de un ciudadano afrolatinoamericano es uno más en las estadísticas.
Si no me creen, miren el caso de Anderson Andrés Arboleda Montaño, un joven de raza negra, quien murió acá tras ser golpado en la cabeza por un uniformado. Como en Estados Unidos, un presunto exceso de fuerza estuvo detrás de su fallecimiento.
Además, el panorama no es alentador. De hecho, quedamos atónitos al conocer las cifras reveladas por Antonio Almeida, del Observatorio de la Criminalización de la Pobreza y los Movimientos Sociales de la Universidad de Sao Paulo, en BBC Mundo.
Según él, la policía en Brasil es mucho más letal que en Estados Unidos. Allá es responsable de unas 1000 muertes por año, mientras que en el país de Bolsonaro de más de 6000.
¿Seguirán muriendo los negros a pesar de tanta protesta y, lo peor, el vandalismo que arrastra tras de sí, el cual es imposible de controlar?
En tanto que la vida sea sagrada y haya igualdad de derechos, debemos exigir que los organismos de todos los Estados respeten.
No soy negro, pero los viles asesinatos de los que han sido objeto me duelen, como si fueran mis familiares.