Casi desde su inicio en la guerra de Colombia en 1965, el ELN hizo suya la consigna” Ni un paso atrás, liberación o muerte”, una manera de decir lo que dos siglos antes había arengado el líder comunero, José Antonio Galán.
Entre esos casi 60 años que lleva en armas aquella guerrilla que en su momento sedujo a estudiantes y campesinos y que fue fundada por Fabio Vásquez Castaño, quien murió de viejo y de olvido silencio en Cuba tras haber ordenado el fusilamiento de muchos de sus compañeros cercanos, hay que recordar que durante los 24 corridos de este siglo el ELN ha participado en acercamientos y diálogos con la mayoría de gobiernos dizque para pactar la paz.
El problema en este caso, es que si la consigna de la guerra ha sido la de “ni un paso atrás”, la de la aparente búsqueda de un acuerdo de paz se ha vuelto sin sutilezas la de “ni un paso adelante”.
Fue el ELN una guerrilla seductora, consecuente, radical, captadora del interés anímico de transformación de un statu quo injusto. Fui parte de ese enamoramiento siendo joven, cómo no.
Fue el ELN una guerrilla seductora, consecuente, radical, captadora del interés anímico de transformación de un statu quo injusto. Fui parte de ese enamoramiento siendo joven, cómo no
Pero años pasados desde la muerte del cura Pérez el ELN, más que ideológicamente radical, se tornó en una agrupación intransigente, agobiante, aplastante, llena de fealdades, desbordada en el secuestro de personas, en el terror a las poblaciones, en la alianza con criminales oscuros y con el negocio sucio de la coca.
En Colombia persisten, lo decimos siempre, marcas de desigualdad, de inequidad y corrupción que ofenden la dignidad humana, de manera que no hay por qué renunciar a discutir ni a buscar cambiar semejante latrocinio.
Pero no es posible creer en el ELN, ni en sus formas. No es creíble su voluntad de cambio del statu quo, ni en su voluntad de diálogo; no es entendible su visión de futuro, ni hay la más mínima muestra de su interés por la paz o por llegar un día a participar en la vida democrática.
Ver a exmilitantes de las Farc en el Congreso, participando de una nueva forma de hacer política y de discutir los vicios de un país que sigue teniendo vicios, resulta verdaderamente refrescante.
Con el ELN todo está lejos. No habla quien no está dispuesto a oír. Ni un paso atrás, ni un paso adelante.
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