Las elecciones presidenciales en los Estados Unidos sí nos afectarán. Que gane Biden marca una diferencia no solo para los asuntos de la convivencia en Colombia sino para el futuro de la democracia en el planeta. Quizás, acá, nos evitemos, de nuevo, la fórmula de “el que diga Uribe o Petro”. Al contrario, que Trump repita será un aliento a sus emuladores, incluidos los nuestros.
No es una cuestión entre Trump o el comunismo, como pretende trasmitirlo a su base acusando a Biden y a su fórmula vicepresidencial de expropiadores. Es un asunto de preservación de la democracia que le concierne a todos aquellos que, de derecha, centro o izquierda, creen en la democracia, que practican el respeto por el sistema democrático. Por ejemplo, la señora Angela Merkel, dirigente de un partido conservador alemán, es decir, de derecha, y actual canciller, pertenece a ese grupo. No pertenecen al Putin, Duterte, Bolsonaro, Orban, Maduro, Ortega...
Trump, dicen las encuestas, está siendo superado por Biden, tanto en el voto nacional como en el número de delegados para el Colegio Electoral. No obstante, Trump podría aún ganar las elecciones de noviembre. Que cuente con un 42 % de favorabilidad irreductible de gente que le admira y se siente representada por él, predominantemente población blanca con menos educación, incluyendo la de los antiguos cinturones industriales venidos a menos por la globalización y los procesos de innovación tecnológica que sustituyen puestos de trabajo, es una base nada despreciable.
También hay hispanos que votarán por él. Una parte de la oposición venezolana se siente atraída y atada a Trump por su política frente a Maduro; los cubanoamericanos, sobre todo los mayores, apoyan el embargo contra Cuba y su aislamiento. Entre los dos es comprensible que vean en Trump un adalid en contra del castrochavismo.
Con fines electorales en la Florida, ganar el voto hispano, Trump ha comprado la consigna del expresidente Uribe de su lucha contra el castrochavismo que, entre otras cosas, debe tener feliz a Petro, ya mencionado en dos trinos presidenciales.
La continuidad de Trump es una amenaza a la democracia en el mundo. Y en Colombia su reelección podría alentar a que las licencias que el gobierno se ha venido tomando se multipliquen y a que nos metan la ecuación, de nuevo, del que diga Uribe o Petro.
Para aquellos ciudadanos del mundo que se consideran respetuosos de la democracia, sean de derecha, centro o izquierda, una repetición de Trump es una afrenta. Su simpatía frente a los supremacistas blancos, su racismo y xenofobia rampantes, la admiración por los Putin, Bolsonaros y Dutertes, su crueldad, la falta de mínimo respeto con sus adversarios , su afán de usar el poder ejecutivo para perseguirlos, su desprecio por antiguos funcionarios de primer nivel que han denunciado su irresponsabilidad y desconocimiento de los asuntos de estado, el pésimo y letal manejo de la pandemia, los ataques a los medios de comunicación, los fraudes al fisco, las mentiras que suelta a diario, serían validados con la reelección. Sería la luz verde para emularlo aún más...
En cuanto a Colombia, la situación nada tiene que ver con la cubana o venezolana, que ameritan cargarle ladrillo. Lo de acá es una locura que no tiene paralelo: asesinatos de líderes sociales y masacres, que siguen aumentando sin que se vislumbre qué las pueda frenar. Desmovilizados que le apostaron al acuerdo, que caen como moscas. No hay nada que detenga a los autores, a quienes deciden los crímenes. Cuando ocurren, es decir cada pocos días, se da algún revuelo en redes sociales, se escribe algún manifiesto virtual, con algún eco externo como en Human Rights Watch o la carta de 94 congresistas de los EEUU dirigida a Trump en julio pasado para que presionara al gobierno colombiano a pararle bolas a los asesinatos de líderes sociales... que se quedó sin respuesta.
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En Colombia, la situación nada tiene que ver con la cubana o venezolana, que ameritan cargarle ladrillo a Trump. Lo de acá es una locura que no tiene paralelo
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Asesinatos, como el del historiador Campo Elías Galindo, apuñaleado en su residencia en Medellín, parecen ser un mensaje terrible: “Sí, los matamos. ¿Y qué?
El gobierno, indiferente, niega cualquier sistematicidad en los asesinatos y las masacres, cae en los lugares comunes de atribuir los crímenes al narcotráfico, a la falta de glifosato, inventa eufemismos como los de los homicidios colectivos o, como solía reaccionar Botero, el anterior mindefensa, atribuye los crímenes a situaciones fortuitas. La fiesta se aguará con Biden.
Que gane Biden no significa que la paz se aclimate en Colombia. Sin embargo, sí puede ser un tatequieto a un gobierno que, con Trump, se da licencias imitándolo.
Y, quién quita, si gana Biden, quizás podremos salir de la trampa que Uribe nos puso con Duque: o Petro o el que diga él.