Hace algunos años, muchos Colombianos nos causó rabia, dolor, el ver a genocidas vestidos de frac, sin camuflados ni botas, ser recibidos en una plenaria del congreso de la Republica de Colombia, donde fueron objeto de abrazos, aplausos y homenajes. Se les dio el uso de la palabra, donde justificaron su accionar que, según ellos era para "exterminar a la guerrilla y acabar con los comunistas". Envalentonado el gobierno de turno, pese a toda la tragedia que, el paramilitarismo venía ocasionando, aceleradamente entraron en un proceso de paz, el cual fracasó y frente al riesgo de políticos, militares y empresarios de ser señalados, el gobierno de Uribe, resuelve rápidamente en extraditarlos y dejar frustrada una oportunidad de castigar a los autores materiales e intelectuales de esta estrategia de exterminio. Hoy nuevamente y con asombro vemos que, la ingenuidad se apodera de las decisiones del gobierno del "cambio" al nombrar a genocidas y violadores como "gestores de paz", una nueva revictimización a las centenares de familias que, fueron víctimas del accionar del paramilitarismo. No es dando cargos, ni gabelas a los delincuentes, para lograr la paz, es aplicando una pronta y ejemplar justicia. Ayer escuchaba a Ariel Ávila, haciéndole reclamos al senador Efraín Cepeda, por no cumplir "acuerdos", para ser apoyado en esa elección, iluso, al igual que la "politóloga" hija de Petro, al estar desatando una cadena de contradicciones al estar declarando su admiración por Uribe, otro ideólogo, de una derecha causante de las violencias que nos siguen afectando. Menos discursos, menos disculpas, seguimos esperando acciones que realmente fortalezcan la real esperanza de vivir en paz, con dignidad y en democracia.
