Un año lleno de encuentros cubanos fue 1994.
Todo empezó un sábado de carnaval en un baile con Los Van Van de Cuba. Mi pareja de la noche fue una hermosura de ojos miel de abeja joven, vestida de rojo nuevo, aretes redondos dorados y un cintillo blanco trenzado en su cabello.
A mi llegada, la vi muy acaramelada con el saxofonista y clarinetista de la orquesta, pero cuando Juan Formell, director de Los Van Van, llamó a sus músicos, vi allí la oportunidad esperada. La música sonó. Los detalles sobran, solo la frase del escritor Efraim Medina me suena apropiada ahora: “Si de verdad la amas, no la dejes bailar conmigo”.
Semanas después, llegué a La Heroica a cubrir el Festival Internacional de Cine de Cartagena. Dos jóvenes actores cubanos fueron la sensación. Los protagonistas del film Fresa y chocolate, dirigido por Tomás Gutiérrez Alea, ícono del cine cubano, y Juan Carlos Tabío, quien hizo películas como Lista de espera, y Lorca en La Habana.
Los dos actores eran Vladimir Cruz (como David) y Jorge Perrugoría (como Diego) David, un joven imbuido en los ideales de la Revolución, es atraído por el conocimiento que sobre arte y literatura tiene Diego. Un artista homosexual que vive solo en un edificio de apartamentos en La Habana.
La amistad crece en medio de los coqueteos de Diego, y los rechazos constantes, con discursos marxistas, de David. La película fue sensación. En 2014, se cumplieron 20 años de su estreno en Cartagena y de su nominación al Óscar en la categoría de Mejor película extranjera, entre otros reconocimientos mundiales.
Ese mismo año, también estuvo Alfredo Guevara, fundador del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica ICAIC. Aunque no tenía parentesco con el revolucionario argentino, algunos en la sombra le decían el Che del cine Cubano. Pasó el escritor Senel Paz, guionista de Fresa y Chocolate, la actriz Mirtha Ibarra, quien encarnó a una prostituta que vivía en el mismo edificio de Diego. Vino Rufo Caballero, un sesudo y complejo crítico de arte, entre otros personajes.
En 2007, Cuba fue país invitado al Festival de Cartagena. Se rindió homenaje a García Márquez, y se presentó una retrospectiva del director Tomás Gutiérrez Alea.
El Festival de Cine de Cartagena ha tenido una tradición cubana. Siempre hubo películas de la isla en su programación. Títulos como Clandestinos, El Benny, Vampiros en La Habana, Guantanamera, La edad de la peseta, Memorias del subdesarrollo, Páginas del Diario, y Hello, Hemingway, entre muchos otros, se disfrutaron en La Heroica.
En 2014, la presencia de cine cubano fue nula y este año ni sones ni danzones están en la parrilla de programación. ¿Qué pasará? ¿Crisis del cine cubano? Las noticias, por suerte, alegran. La producción independiente es calificada como pujante, sin contar los trabajos de la Escuela de San Antonio de los Baños y del ICAIC.
El año pasado, largometrajes como Conducta de Ernesto Daranas, premiada en varios festivales; Vestido de novia, ópera prima de Marilyn Solaya, con buena crítica; La pared de las palabras, de Fernando Pérez; y Fátima o el parque de la fraternidad, del recordado Jorge Perugorría, son algunos nombres que muestran la vitalidad de un cine que ya no vemos en el Festival de Cartagena.