Ni populismo ni polarización, la única vía

Ni populismo ni polarización, la única vía

"Seamos honestos para poder criticar a los que no lo son y con esa autoridad moral, exigir que Colombia vaya por donde debe ir"

Por: Alberto Gomez Lago
abril 26, 2018
Este es un espacio de expresión libre e independiente que refleja exclusivamente los puntos de vista de los autores y no compromete el pensamiento ni la opinión de Las2orillas.
Ni populismo ni polarización, la única vía

Todos los días vemos en los medios a sesudos columnistas con propuestas para salvar el país con ideas “de derecha” o “de izquierda”, recetándonos pócimas mágicas.

La realidad es que el mundo actual ya no puede dividirse en derecha o izquierda, en muchos casos con límites difusos que hacen incomprensible y absurda tan superficial clasificación.

La realidad mundial es tan compleja que los neoliberales y Marx ya no son capaces de explicarla y un país como el nuestro debería reorientar su rumbo superando las arcaicas teorías socio económicas, para pasar a las soluciones de fondo y de largo plazo.

La educación de clase mundial masificada, un sistema de salud de calidad y con cobertura total para la población, oportunidades de empleo y facilidades para los emprendedores, contar con una infraestructura vial, portuaria y modernas,  impulsar la investigación científica y el avance tecnológico y privilegiar el campo, son las claves del desarrollo

Para lograrlo debemos combatir la corrupción eficazmente, eliminar la impunidad, contar con una justicia sin politiquería e implementar los cambios de fondo en el gobierno que nos lleven por el camino del desarrollo y la competitividad mundial.  Lo demás es populismo barato.

Esos cambios nos obligan a eliminar el gigantismo estatal, la burocracia que todo lo entorpece, el acceso al poder basado en las maquinarias, la tramitomanía escandalosa que impide la creación de empresas y los chanchullos por ausencia de controles efectivos.

Los medios de comunicación tienen la obligación de pensar más en la gente y en su real función y menos en el rating o la publicidad del gobierno de turno para adquirir independencia, credibilidad y seriedad que hoy no tienen.

Son los responsables de influir positivamente en la población, pero hoy se dedican a pregonar en favor de la corriente política de su preferencia, a replicar escándalos que muchas veces son fruto de intereses oscuros de funcionarios dipsómanos, ludópatas y moralmente impedidos que pretenden posar de honestos y eficientes,  ante unos medios de comunicación que no investigan ni son críticos porque reciben de esos mismos corruptos, favores de todo tipo.

La prensa debería investigar seriamente la razón por la cual muchos funcionarios públicos con salarios de 10 o 20 millones mensuales, son capaces de vivir en casas o apartamentos de 3 o 5 mil millones de pesos, mantener a sus hijos en colegios privados que cobran hasta 5 millones mensuales de pensión y de ñapa tienen yates parqueados en Cartagena o fincas con valores exorbitantes donde arman parrandas interminables o asisten continuamente a casinos.

¿Nadie se imagina de dónde sale ese billete para semejantes niveles de vida?

Empecemos por allí, en lugar de comer cuento sobre sus “brillantes” ejecutorias que muchas veces no lo son tanto.

Personas que han pasado por 4 o 5 altos cargos públicos y que no salen de allí por sus roscas e influencias y no por ser preparados o por ser  honestos. Pantalleros que ocultan realidades muy oscuras.

Es claro que la discusión no es si es mejor la derecha o la izquierda, sino si esos que nos pintan pajaritos de oro son personas preparadas, con unas trayectorias profesionales y personales limpias, con calidades personales y morales intachables y si su visión es la del desarrollo del país o su propio bolsillo.

No caigamos en la trampa del populismo, de la carreta barata de que la pobreza se elimina con asistencialismo, regalando mercados, casas y subsidios, cuando lo que necesitamos son empleos dignos, empresas pujantes y colombianos educados y trabajadores.

Los colombianos que somos tan proclives a condenar implacablemente la corrupción y los medios tan ávidos de sangre y veloces para juzgar, condenar y ejecutar en vivo y en directo sin conocer a fondo los temas de los que hablan.

Los colombianos que se rasgan las vestiduras ante los actos de corrupción, son los mismos que compran licores sin estampilla, buscan ropa y tenis de marcas chiviadas en San Andresito, evaden los impuestos, roban señal de televisión e internet, piden que les vendan sin factura para no pagar el IVA, sobornan policías para evitar las multas, compran música y películas piratas, parquean donde se les da la gana, presentan incapacidades médicas falsas para no trabajar, andan con documentos de la moto falsificados o comprados a otro corrupto, mienten, engañan, estafan hasta a la mamá y luego nos quejamos, sacando pecho porque nosotros si somos honrados y los corruptos son solamente los políticos.

Eso sí: queremos salud, educación y casa gratis.

¡Patéticos y ridículos somos!

Empecemos por nosotros mismos, cambiemos de verdad, seamos honestos para poder criticar a los que no lo son y con esa autoridad moral, exigir que Colombia vaya por donde debe ir, eliminando el cuento chimbo de que el problema lo solucionan solamente los que dicen ser de derecha o de izquierda.

Esa es la única vía.

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