El hombre más rico de Colombia es hoy un pobre diablo frente al hombre más pobre del Reino Unido. Y la evidencia de mi afirmación está en lo que ocurre hoy con la vacuna del coronavirus. En Reino Unido ya empezó la vacunación de una parte importante de la población: ancianos y personal de salud. En Colombia las primeras vacunas llegarán en marzo cuando toda la población de Europa en peligro de morir por el virus ya va a estar vacunada.
El anciano más pobre de Reino Unido va a ser vacunado primero que el anciano más rico de Colombia —piensen en, por ejemplo, Luis Carlos Sarmiento—, y esto es una verdad incuestionable. Nuestro país será de los últimos países en recibir algunas de las muchas vacunas que ya pasaron la fase tres de pruebas y está recibiendo la bendición de los organismos de salud de Estados Unidos y la Unión Europea.
Todo ello revela que lo importante, cuando de geopolítica se trata, no es el individuo, sino el grupo; no es el clan familiar, sino el país. Yo siempre he creído más en el individuo que en el grupo. Confío más en el acto de un único hombre que en el poder de decisión de una masa amorfa y adormecida. Pero entiendo que en la política lo importante no es el Yo, sino el Nosotros. Por eso, hablamos de Estados Unidos como una potencia mundial a pesar de ser un país racista y rezandero.
El empuje de las costas de Estados Unidos borra el conservadurismo del centro y sur del país. Estados Unidos como país es una potencia a pesar de que muchos estados son apenas una provincia medieval. El mérito de la potencia es poner a negros, cristianos y ateos y liberales a trabajar por la idea de ser el país más grande del mundo. Estados Unidos se llama así por algo.
Pero nuestra clase política —mediocre, saqueadora y criminal— no piensa de esa forma: roban y roban hasta dejarnos en el vergonzoso primer puesto de los países más corruptos del mundo, en el segundo puesto entre los países más desiguales de América Latina y en el listado de países que recibirá en último lugar las vacunas que se han venido desarrollando y aprobando en Europa, China y Estado Unidos. Recibiremos vacunas después de Venezuela —de quien tanto nos burlamos— y al mismo tiempo que los países de África que, dicho sea de paso, no han padecido tanto el virus como Colombia.
A un rico de este país debería darle vergüenza y tristeza su riqueza: es rico para humillar al hermano colombiano, pero es un miserable frente al hombre más pobre de esa abstracción llamada Primer Mundo. La riqueza de los prohombres de esta ensangrentada patria no está hecha a punta de trabajo conjunto, sino gracias al saqueo que un colombiano hace de lo poco que tiene un hermano colombiano. El colombiano no vive con el colombiano, sino a costa del colombiano. Pero de nada sirve la riqueza que humilla al prójimo si ante el mundo somos una vergüenza.
Mientras escribía esta columna, vi la noticia de nuestro ratificado primero lugar como el país más corrupto del mundo. La corrupción es siempre un acto interno. Nadie sale de un país a corromper a otro —aunque está la excepción de los brasileños de Odebrecht en América Latina—, sino que roba el que manda. Y el gobierno Duque —el mandatario de turno y de torpe— no ha hecho nada por lograr mejores acuerdos para acceder pronto a la vacuna, no ha hecho nada por sacarnos del vergonzoso lugar de corrupción. Su gobierno y los poderosos que ahí lo pusieron es una vergüenza: no valen nada para el mundo; deben esperar para que el pinchazo del Primer Mundo los inmunice. Son ricos y poderosos porque nosotros somos pobres y mansos.
El peso colombiano no vale nada, el pasaporte colombiano no vale nada, Colombia no vale nada. Y los responsables son quienes nos gobiernan y los ricos que ahí los pusieron.
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