La paciente X me informó preocupada que cuando su hija de 11 años olvidó sobre la mesa su celular, pudo descubrir un intercambio extenso de contenidos erótico-sexuales de amplio repertorio en el que están involucradas personas mayores y menores de edad. Me habló de envío de videos sin ropa a remitentes desconocidos, recepción de solicitudes, fotografías obscenas y traspaso de mensajes sexualmente explícitos que en cualquier caso podrían meter en problemas a los intervinientes. ¡Madre mía! Dijo sorprendida cuando le expliqué que todas estas prácticas se denominan Sexting y que, siendo un fenómeno reciente, voluntario y de mucho riesgo para los adolescentes, es causa de delitos en Colombia como ciberbulling, extorsiones, grooming y chantaje.
Es una práctica silenciosa -le dije- pero muy difundida entre jóvenes y adolescentes en la actualidad. Algunos estudios reportan que uno de cada cuatro jóvenes menores de 18 años acepta que ha recibido información sexual en el celular, lo complicado es que la tendencia va en alza con el desarrollo tecnológico. Le expliqué que los nativos digitales experimentan todo el tiempo con los dispositivos haciendo de su sexualidad una experiencia espontánea, pública y adictiva; el problema se manifiesta cuando se desata un nivel de crueldad en agresiones virtuales por el anonimato de cuentas falsas, y se desprende una avalancha de insultos que impacta a la víctima al verse obligada a encontrarse con material ofensivo alusivo al contenido íntimo que compartió, o cuando este es publicado y reproducido a gran escala, o cuando un agresor adquiere los dominios del material y solo él puede eliminarlo. El problema es la perpetuación de la agresión en la web por cuanto el material compartido es visualizado ilimitadamente haciendo que el adolescente tema perderlo al denunciar el hecho.
Ante la preocupación creciente de la paciente expresé la intención de eliminar el exhibicionismo online en búsqueda natural de reconocimiento. Dije que prevenir la hipersexualización le ayudará a la jovencita a evitar riesgos psicosociales relacionados con su autoafirmación y su pertenencia grupal. Habría que brindarle la adquisición de una conciencia moderadora que le haga no sobrevalorar su experticia tecnológica y permitirle un uso saludable de la tecnología para evitar todo acto impulsivo y riesgoso.
¿Cómo hago? -dijo la paciente X – yo sabía que descalificar el sexting requiere de madurez y acceso a información amplia y crítica acorde al nivel educativo de la menor. Sería prudente asociar el fenómeno a conceptos de violencia, acoso y agresión que son un problema público y social. Tomó nota cuando hablé sobre regular el uso de internet para su hija y esto pasaba por cuidar de ella y establecer comunicación constante, de manera que el fomento de valores fuera equiparable al esfuerzo de la institución educativa en la que estudia. Pero antes le dije que era necesario trabajar en el concepto de intimidad porque a mayor exposición en la web es más elevada la vulnerabilidad de la persona; cuando esto se entiende se descubren bajos niveles de autoestima que llevan al adolescente a experimentar con aspectos trascendentes de la vida como el amor. Descubrimos que una joven practica sexting para iniciar una relación, para mantenerla o para explorar por causa de su inexperiencia sexual. Para prevenir más allá de la legislación penal, es necesario informar en red en diferentes medios y niveles; es necesario educar (psicoeducar) en valores y uso de tecnología; es necesario comunicar entre padres e hijos de forma vigilante; es necesario reflexionar en el significado del otro y del propio cuerpo siendo necesario valerse de especialistas en el tema.
La Paciente X salió de prisa, dijo que había una conversación pendiente con su hija, con su familia, con los profesores, conocidos, líderes espirituales y otros allegados… me prometió que pronto hablaríamos de un plan.