Un ciudadano del sur del país preguntó a un candidato: ¿Doctor, por qué abandonó la carpa? A lo que el muy hábil político respondió: “deseo que la ciudadanía de otros partidos me respalde sin ningún temor, sé que al inscribir mi candidatura por firmas soy independiente tal como me lo exige la gente que desea cambio en este país”. Dicha contestación en nada sació el cuestionamiento del constituyente primario; al contrario, le generó mayor desconfianza. El aspirante se ha equivocado de cabo a rabo al tomar una determinación que para la mayoría de electores se traduce como una falta de respeto.
Según se ha podido establecer, hasta la fecha son más de 30 las intenciones que suenan con intereses presidenciales, algo sin precedentes que ha puesto en jaque a los reyezuelos de la élite, convencidos que el malévolo juego del caciquismo clásico arrojaría sin ningún contratiempo la continuidad de la política indigna, en contra del clamor popular. Aunque la mayoría de precandidatos proceden del mismo tronco avasallador, hay otros que vienen abriéndose paso aprovechando el rotundo inconformismo de la comunidad que hasta el momento dice estar segura de castigar a los sinvergüenzas malhechores.
¿Por qué abandonas la carpa?, se pregunta el electorado constantemente. Aunque casi todos saben la razón, el mismo estado de indignación hace reiterativo el cuestionamiento. La retahíla de los ingratos no convence a ningún cerebro racional, más en un momento cuando se desenvuelve la podredumbre del sistema judicial. Es la gota que rebosa la copa. Nadie le come cuento a nadie, frase de doble filo, porque no se puede olvidar que en esas aguas turbulentas también se mueve gente que podría darle un cambio a esta nación que políticamente vive horas extras.
No me imagino que sentirán estos supuestos dirigentes cuando se lanzan a las calles en busca de las rúbricas, expuestos en muchas ocasiones a duros desplantes, insultos y actitudes de rechazo. En fin, como dice la ‘prole’, son gajes del oficio que necesariamente hay que afrontar y superar, y de eso sí que saben nuestros ‘líderes’. O sino observar a Vargas Lleras, Martha Lucía, Pinzón y otros que afrontan esta tortura popular. Todo sea por llegar a calentar la silla de la primera magistratura del país.
Al carajo el qué dirán, ahora lo importante es proseguir con los oídos tapados mientras se acomodan las cargas. Perfectamente ellos más que nadie saben de la habladuría acérrima hasta de sus propios seguidores, peor de la oposición que no escatima esfuerzo para darles como a violín prestado. Ya es tarde, los ‘amigos’ se han abierto del parche que los cubrió durante el disfrute de la mermelada; hoy, dejan ese cascarón y huyen delicadamente en busca de endurecer la débil piel.
Ni el duro estómago de los carroñeros soportó el nauseabundo olor que invade las toldas partidistas, sin dejar otro remedio que abandonarlas y aventurarse al trajín y desconfiado mundo de las firmas, esas que socavan sutilmente un paradigma hasta ayer difícil de quebrantar. No es raro escuchar la irónica ‘vox populi’, ¿Dónde le firmo, doctor?, y ellos muy hipócritamente sacan su sonrisa matadora y felizmente responden, "aquí mi estimado amigo". Mientras el trastocado votante estampa el tembloroso autógrafo, los ‘pluma blanca’ aprovechan para preguntarle de la familia, del trabajo; hasta de la desnutrida mascota preguntan.
El tiempo avanza y la recolección de signaturas se vuelve más intensa, provocando improvisadas congestiones en las grandes urbes. Cartelones, música de motivación y camisetas de todos los colores, engalanan el paso de los ‘próceres’ que llevan el secreto de salvar una patria que desfallece en medio de la lánguida gobernanza y alcahuetería de la masa, que a regañadientes ingiere el recalentado caldo, que posteriormente desencadena ráfagas de vientos malolientes, contaminando la esperanza de quienes ansían un verdadero cambio.
El principio civil perdió su significado en una población que someramente ha sabido valorar esta palabra, siendo absorbida ferozmente por el apetito proselitista de los `hombres de honor’ que abandonaron sus nidos, emprendiendo el vuelo libre para defecar sobre las cabezas que aún siguen esperando desde el cielo les caiga la bendición divina. Es ridículo y desafiante lo que sucede actualmente en la jurisdicción del ‘Corazón de Jesús’; prácticamente es la esencia de la debilidad democrática, donde los ‘reyezuelos’ pisan fuerte y hablan duro, mientras la ‘plebe’, arrodilla y pide disculpas.