Es tiempo de seguir imaginando. Es tiempo de seguir en movimiento. Tenemos otro chance en esta tierra, mientras nos sintamos vivos podrá existir la imaginación.
Capítulo I
Con ojos…
Imaginar este auditorio, el de hoy, donde todos y todas estamos reunidos. Imaginar para no ver solo pantallas negras, rostros pixelados o pantallas con solo el nombre de los asistentes. Imaginar para no sentir que le hablamos a ese Gran Hermano de Orwell. Imaginar para no ver sus pintas, las que visten en este momento, algunos en chanclas, otros en pijama, algunos y algunas con la toalla en la cabeza secándose el cabello. El auditorio depende de ustedes y de cómo se “imagina” si esta al aire libre o si tiene techo. Así que bien pueda y sigan y acomódense. Mantengan prendidos sus celulares. Y tomen fotos, no molesta. Al lado derecho del árbol de mango que está en una de las entradas, encontrarán varias canastas, tomen una y dentro de ella hallarán un kit de camping: un mantel de cuadros, un pastel de verduras, queso, una botella de vino tinto, copas y un ejemplar del libro Titilantes y otro de Las dudas de las nubes.
Varios meseros con pinta de griegos del Olimpo, estarán atendiéndolos durante el encuentro. Un par de saxofonistas y un marimbero los recibe, quienes están, también con ellos, un guitarrista. Una chica que le pone ritmo a la tarde con los cununos y de vez en cuando pasa a la batería. Juntos se llaman Herencia de Timbiquí. Mí auditorio, el de este lanzamiento, el imaginado, esta al aire libre. El sol se asoma, tenuemente, cae sobre los rostros de los asistentes como una caricia, así como cae el sol de los venados. Estamos sentados en el césped, un campo amplío, que deja ver montañas verdes y por la textura de terciopelo que aparentan, provoca tocarlas. Algunos de los presentes han sacado su botella de vino, sentados en el pasto, se sirven una copa y se disponen a participar en este encuentro. La música se escucha de fondo y desde aquí pienso que fue mala idea invitar a Herencia de Timbiquí, pues nos puede quitar protagonismo.
En esta realidad imaginada se asumirá ese riesgo. También, aquí en este lanzamiento hay invitados de lujo: desplazados venezolanos, líderes sociales, transexuales, mujeres víctimas de la violencia masculina, los familiares de líderes sociales desaparecidos entre aislamientos y otros aniquilados en este gobierno y en los otros. Transitan artistas, estudiantes, grafiteros, jubilados, médicos que le sacan tiempo a su enorme misión de estos días coronocomplicados. Por allí esta Atom, mi perro, ladrando con otros y persiguiéndose entre ellos y con los gatos. He bloqueado el acceso a algunos escritores famosos, quienes quería estar en este encuentro, a Vargas Llosa, por ejemplo. Y, por allí estás vos, si vos, con ojos… por allí estás con tu copa de vino, estás escondiéndote, te acompaña esa pulsión que persigue el pasado, para escribir de este presente y de todos los miedos de los que estamos hechos.
Capítulo II
El aire movía los cachetes
Nada puede quitarnos la imaginación. Es nuestro derecho. Nuestro Deber. Es el recurso que tenemos para salir del encierro, decía Diana Uribe, salir del acuartelamiento, salir de cualquier encierro. Nunca es tarde para abrir el closet, la puerta, la ventana y… salir. Ahora esa salida puede hacerse con la imaginación, podemos estar en ese auditorio imaginado o al lado del río zambullendo las penas. La imaginación nos lleva a estar solos, si así lo queremos o a estar en multitud. A pensar en ese pasado que no alcanzó el espíritu para concretar ideas. O a pensar en ese pasado, y todo lo que disfrutamos de él, cuando sacábamos la cabeza por la ventana de ese bus y se sentía cómo ese aire nos movía los cachetes.
Capítulo III
Niños inventando su futuro
Antes de esta época de reflexión que estamos afrontando, el que mis sobrinos le dicen el coronacine, también estábamos encerrados, solo que parecía que no lo supiéramos. Encerrados en las emociones, atascados sin poder expresarlas. Encerrados en un ritmo de trabajo que no queríamos. Y no queremos. Encerrados en las problemáticas sociales de décadas, tras décadas, repetidas una y otra vez como eso que exista, en estos tiempos, niños inventando su futuro en los semáforos, o la guerra que no hace sino matar la posibilidad que la utopía de los jóvenes se vuelva realidad. Encerrados en una dolencia, la enfermedad, por ejemplo. Encerrado en una Colombia con líderes políticos mezquinos, que persigue y persigue y desaparece a todo aquello que se pregunte por otras formas de vida y de progreso. Encerrados en el privilegio sin bajar la mirada para ver la exclusión.
Capítulo IV
Imaginar para viajar, para transitar a través de uno
La escritura, la lectura, son dos armas poderosisisisimas para construir realidades, para inventar verdades, para falsear la realidad, para documentar la realidad a través de lo narrativo. Realidades literarias, sobre todo. Ese es su compromiso, no lo es el político. Hay un compromiso de la literatura para la literatura como decía Borges, para seguir manteniendo la imaginación como un aporte a la realidad, por lo menos a la realidad de quien lee. Para quizás caminar más seguro cuando se reflexiona sobre ese diálogo con uno mismo y la experiencia lectora en un cuento o en una novela o en la poesía o en el cine o en cualquier otra narrativa en una de tantas aplicaciones interactivas. O para caminar desconfiando del Mundo Feliz y de esos bomberos del libro de Ray Bradbury o del encierro de los animales de la Granja en Orwell.
Capítulo V
Titilar y Dudar
Titilar
Los libros que hoy se presentan en este encuentro son Las dudas de las nubes, un experimento poético y Titilantes, un gran laboratorio creativo y narrativo, producto de la imaginación y para la imaginación.
Aparece la excusa de la narración para escribir bien, para hacer conciencia del tiempo, el espacio, el narrador. Encontrar una voz, que el cuento que se gesta, necesita para que ese narrador cuente los sucesos de una manera clara y creíble. Y, como resultado de ese ejercicio nace el libro Titilantes, tal vez porque la escritura y la lectura son eso, son destellos que aparecen para alumbrar y cuando sentimos que se asoma el miedo, la oscuridad, surge una historia que leímos y nos alumbra una nueva forma de transitar la existencia; surge una idea que busca volverse cuento.
El oficio de un escritor, en este libro, es similar al oficio de un carpintero: primero se escoge la madera, se corta por pedazos, se moldea, se rehace, se pule, se lija, se pinta; así el escritor selecciona una hoja en blanco, un momento, un estado anímico, una situación y plasma las ideas con frases, descripciones, diálogos, narraciones, que luego borra y reescribe, escoge palabras, desecha, vuelve y escribe, corrige, relee, vuelve y empieza, hasta que finalmente, así como el carpintero pule su creación, así como pule la silla, el escritor va puliendo el relato, va armando los personajes, hasta que se convierte en un cuento sólido, que sostiene la historia.
Escribir ante todo debe ser, en estos tiempos de coronavirus, una resistencia para pensarse mejores sociedades, para criticar a través de la literatura lo que estamos haciendo como especie: el desamor, la incomunicación, el irrespeto a la diferencia, la desaparición de líderes comunitarios, la instalación de un discurso que borra la memoria.
Las palabras pueden ser puentes que comuniquen reinos e infiernos, describan: edificios, barricadas, escalera que conducen a una dimensión desconocida. La escritura es la excusa para vivir desde otros personajes, sensibilizar los sentidos y apreciar mejor la luz que titila en la noche y, si la imaginación funciona, titila a cualquier hora del día..., titila y ya no es solo la luz, titilan los labios de frío, los ojos de asombro sobre los espectros de las tinieblas, titilan las palabras que dicen: te olvidé y qué. La escritura, indudablemente, provoca un ser humano con nuevas preguntas y entonces ha nacido un titilante que duda, quiere encontrar otras lógicas y escribir sobre lo real y lo ficticio, quiere transgredir el orden. Quizás para abrir un diálogo permanente consigo mismo.
Dudar
Las dudas de las nubes. Es un libro para dudar. Dudar de la política, del arte, de la economía, de la naturaleza. Dudar de uno. Siempre. Nos invita a establecer una conversación permanente con las nubes, y a encontrar de interlocutor el espacio que viaja, que a su vez es tiempo para la contemplación. Sentarse a ver el vuelo de los pájaros, apreciar durante varios minutos el efecto que genera la lluvia sobre las cosas, sobre el cuerpo… es tener material para ir hilando la percepción sobre el mundo. Podría compararse el estilo poético narrativo, con Oliverio Girondo, hay un estilo narrativo que se va instalando para volver poema la imagen. Las dudas de las nubes duda de uno, de todos. A dudar de lo que nos dice la poesía y de cómo la interpretamos.
Las nubes
Un elefante, un carro, una letra, un minotauro, por más que señalemos y le expliquemos a otro u otra no logran ver lo que observamos. Nuestro encuentro con las nubes es una experiencia artística, única, a través de figuras que viajan movidas por el viento. Otras veces cuando estamos a punto de identificar la forma, algo pasa, a la nube la arrastra una corriente de aire y pierde su esbozo, por más que intentemos encontrar el conejo o el edificio, de nuevo, ya no será posible, en su lugar se dibuja otro objeto: un pájaro, un árbol. La tinta son las nubes, el papel es el cielo, que entre más azul sea, mejor pinta el pincel. Las nubes tienen vida y personalidad, a su vez producen estados anímicos para quienes las observan: Nimbiformes, capaces de generar precipitaciones en la existencia. Cirriformes, compuestas por cristales de hielo y motivan a la pregunta en épocas de incertidumbre. Estratiformes, traen la lluvia constante y empujan a abrazar con ahínco la naturaleza. Cúmuliformes son las que aparecen en verano y provocan desnudar el cuerpo y las ideas.
Quien duda está en movimiento como las nubes que se transforman, que viajan, que pueden ser un tigre, una pantera, un oso, una lombriz. Quien duda puede ser otro u otros.
Las dudas de las nubes tienen Ilustraciones del profesor Armando Muñoz y digitalización del dibujo de Priscila Yepes.
El profesor Armando va sintetizando cada poema en un dibujo, lo va interpretando, va volviendo una buena compañía la lectura que se aparece para interpretar la poesía. Los dibujos están allí para recordarnos el impacto de la imagen y, quizás entre líneas, en su mano alzada nos esté diciendo el profe Armando, en forma de pregunta, lo que hemos avanzado en programas de diseño y manipulación de la imagen, es una distancia con la creación, con los principios del arte y de crear, como ocurre en plataformas como Instagram o photoshop y, quizás su propuesta, nos dice, también, que es el instante de volver a lo básico, a lo simple, al papel de tomarse el tiempo de dibujar a lápiz lo que imaginamos, de pintar sus formas con las manos. Y recordarnos el dibujo a manera de memoria histórica, que alguna vez hubo un tiempo donde los dedos dolían cuando se dibujaba y ése esfuerzo y esa creación nos daba una conciencia con la naturaleza y con las personas.
Las dudas de las nubes es un libro para leer bajo la lluvia tenue, bajo el sol de los venados, con el abrazo de las sombras de las ramas, con la botella de vino en la mano, el cigarrillo encendido, reflexionar sobre las tormentas y, sobre todo, una invitación al encuentro con nuestras propias dudas de la existencia.
Capítulo VI
Uno es gracias a…
Ambos libros son una publicación conjunta entre Oveja Negra y la editorial de la USC. Los cuentos de Titilantes fueron compilados y editados por el profesor Luis Felipe Vélez, coinvestigador del proyecto de investigación: la escritura en la formación de estudiantes universitarios y surgieron de la clase Escritura Creativa, impartida en la Universidad Santiago de Cali. Desde ya se pueden conseguir en cualquier librería Lerner en Bogotá, en la librería Nacional, en la librería Panamericana, Librería Internacional , en el Asociación de Editoriales Universitarias de Colombia y en la Editorial de la USC.
Uno en gracias a que existen estudiantes que motivan a actuar, a no quedarse quieto. Agradecer a los estudiantes de los cursos de Escritura Creativa por su dedicación y compromiso, sin ellos el libro Titilantes no existiría. Agradecer a todos los estudiantes de los diferentes cursos con los que me he encontrado en la universidad. Agradecer a Simón Bolívar y a Luz María, los personajes de mi vida.
Así que este auditorio no se cierra todavía, seguirá abierto hasta que el coronavirus quiera y seguirá abierto más allá del tiempo en la imaginación. Y aquí llegaremos a encontrarnos para conversar de nosotros, de las letras, a criticarlas, a sentirlas. Pueden seguir disfrutando de este encuentro, los meseros, los del Olimpo, pasarán por sus lugares a ofrecerles más vino. Cierren los ojos, escuchen la música de Herencia de Timbiquí. Es tiempo de seguir imaginando. Es tiempo de seguir en movimiento. Tenemos otro chance en esta tierra, mientras nos sintamos vivos podrá existir la imaginación.