Los que votaron por Petro, muy convencidos de su poder “mesiánico”, hoy se hacen los de la vista gorda ante el cambio que no llega, pues realmente se imaginaban que con su presidencia las cosas iban a ser distintas.
Podríamos decir que sí son distintas: si antes estábamos mal, ahora estamos peor. Vamos camino al desbarrancadero, si es que realmente no estamos en él.
La incompetencia presidencial que estos electores callan –o que no se atreven a reconocer al calor de un debate serio–, encuentra su máxima explicación en una radicalización del pensamiento: las ideas de este gobierno, por mucho daño que le hagan al país, jamás se podrán cuestionar, y el que lo haga no puede considerarse miembro del Pacto Histórico.
En otras palabras, muchos entienden que no se sabe para dónde va el asunto, pero lo que importa es venderle a la gente la materialización del cambio que no existe.
Esto explica la carreta de funcionarios que carecen de la preparación necesaria para manejar los ministerios y dependencias del Estado, cargos que ocupan gracias a la politiquería y mediocridad que tolera el presidente, simplemente por el apoyo que estos mismos funcionarios le brindaron al aceptar su proyecto político. Sin este apoyo no hubiese llegado tan lejos, aunque también es sabido que su ego llega hasta la luna.
Ya se va haciendo hora de despertar de una vez por todas, porque de lo contrario la gente va a terminar convenciéndose de que de verdad es pendeja, hasta llegar a una inercia colectiva que le impida encontrar la salida a la realidad que se vive, una realidad marcada por la improvisación, la mediocridad y la charlatanería de una presidencia que solamente busca la polarización.
Se hace pertinente decirle a Petro que sus amenazas constituyentes no nos van a arrinconar a nadie, ni mucho menos nos van a lumpenizar como ha pasado en otros países con mandatos similares. En este orden de ideas, resulta urgente enfrentar a raja tabla sus medidas gubernamentales, atajar cualquier propuesta que nos haga retroceder más de lo que hoy hemos retrocedido.
Finalizo diciendo que ni cambio, ni nada: Petro no ha cambiado la realidad del país porque todo ha sido el resultado de un discurso que nubló la mente de una nación desesperanzada. Por eso los que votaron por él siguen siendo los más pobres, y la violencia que iba a frenar se ha triplicado como nunca antes visto. No se le puede creer de a mucho al charlatán, porque ese es el primer paso para volverse idiota útil de un gobierno que busca nuestro desastre nacional.
