Millones de espectadores, muchos de ellos jóvenes y niños, presenciaron en el minuto 08:18 del partido entre Colombia y Brasil, un acto realmente bochornoso, carente de autoridad, alejado de ética y abusivo de poder para el fútbol universal. Neymar, todo un crac del fútbol, con más de 250 millones de seguidores en las redes sociales, reafirmó su acostumbrada táctica de avivato, ventajoso y tramposo, que lo ubica en el deshonoroso primer lugar de ser el jugador, que en la clasificatoria a Catar, ha provocado el mayor número de tarjetas amarillas a sus contrincantes, casi todas, resultado de hábiles maniobras, o mejor, falsas jugarretas, que ensombrecen su talento y deslegitiman su talante.
Pésimo ejemplo también el del árbitro chileno, en buena hora suspendido por la Conmebol, carente de autoridad y carácter para tomar decisiones en momentos de significativa adversidad, pues se doblegó ante el poder y la soberbia del jugador que debió ser expulsado. Otro tema es que haya un asomo de complicidad. El VAR debería actuar no solo para resolver jugadas decisivas en el juego, sino también con especial énfasis para revisar y sancionar este tipo de conductas.
El fútbol cautiva y apasiona a millones de jóvenes, adolescentes y niños que se fijan en grandes deportistas para construir su proyecto de vida, padres de familia invierten mucho dinero para entrenarlos competitivamente, los siguen, observan, imitan y estudian con esmero cuidado y curiosidad para aprender de su calidad y legado; afiches, camisetas y autógrafos son el paisaje favorito en habitaciones, oficinas, bares y cafés. Cristiano Ronaldo tiene más de 500 millones de seguidores en redes sociales, Leonardo Messi más de 388 millones, y junto a Radamel Falcao, son algunos ejemplos por destacar de integridad futbolística, ídolos con mérito, respetuosos de la autoridad y conscientes de su responsabilidad social como protagonistas y líderes del espectáculo mundial.
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La rebeldía e irreverencia no puede llevar a los jóvenes a dejarse cautivar por cantos de sirena de posiciones beligerantes que inducen a atacar la autoridad
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Neymar ha acumulado una trayectoria futbolística admirable por sus habilidades y efectividad en el dominio de la pelota, trofeos y reconocimientos le sobran, pero carece de pulcritud en la cancha. Las futuras generaciones deben saber que esta no es la forma de crecer profesionalmente, de buscar sus sueños, tampoco para hacer fortuna y fama, parodiando su estrambótico y arrogante look y menos su ágil y malintencionada malicia. Claramente lo escribió el filósofo aleman Max Scheler, “la apariencia no oculta la esencia, la devela, es la esencia”. Y esto es lo que hemos visto en el anti ídolo que representa Neymar, actitudes tóxicas como referente del fútbol.
Hace una semana en Colombia una juez ordenó privación de la libertad en establecimiento carcelario para 10 jóvenes estudiantes que participaron en la protesta que se tornó violenta y criminal. El cuadro apreciado en los medios de comunicación fue indignante cuando fueron notificados por la juez. Hubo llanto desmedido, arrepentimiento y decepción. Terminaron atrapados en un laberinto que arruinaría sus proyectos de vida, y como Neymar ante las cámaras, quedaron grabados ante el mundo desafiando a la autoridad. Que buen mensaje el de la juez con su decisión, hubo carácter y firmeza en el ejercicio de la autoridad de justicia.
Los derechos y las libertades en una democracia tienen límites, las nuevas generaciones deben entenderlo, e independientemente de sus orientaciones y convicciones ideológicas, la Constitución y la Ley, y las autoridades responsables de su aplicación, deben respetarse y acatarse. La rebeldía e irreverencia no puede llevarlos a dejarse cautivar por cantos de sirena de posiciones beligerantes que inducen a atacar la autoridad, desestabilizar la institucionalidad, propiciar el caos y alterar la convivencia; como en el fútbol, incurrir en vías de hecho para manifestarse es una agresión directa a la ley.
Neymar es mal ejemplo en el fútbol mundial, así lo registran las cámaras. Y los jóvenes que acuden a una protesta transformada en violenta, además de exponer sus vidas, se arriesgan a caer en el abismo del fracaso, perdiendo su libertad. En una sociedad próspera, la juventud se concentra en el estudio, el emprendimiento, el deporte, el arte, la ciencia, el medio ambiente, el conocimiento; y no en participar en las convulsionadas calles de día y de noche sembradas por el terror de arcaicas manifestaciones inútiles y vergonzantes que destrozaron los bienes públicos, como fueron la “primera línea” y “puerto resistencia”; tampoco en la clandestinidad jugando a participar en proyectos subversivos o instrumentalizados por quienes promueven masas y bases de rebeldía con fines electorales y dictatoriales.
La educación edifica para vivir en el trabajo, vivir la profesión y vivir en sociedad, y aquí subyace el desarrollo. Instalar campamentos improvisados, preparar bombas incendiarias debajo de los puentes y disfrazarse con cascos y escudos artesanales, no son actos heroicos y menos altruistas, tampoco representan a nadie, excepto a la anarquía, a la ilegalidad, esta no es la voz inconforme de los estudiantes como se ha dicho, o un grito de rebeldía, es el camino a la perdición, a la desolación, a la miseria, a la prisión. La protesta criminal desnudó esta realidad. Jóvenes es de sabios arrepentirse a tiempo. Ni Neymar, ni la “primera línea” son el mejor ejemplo.
LPNSN: La Escuela de Cadetes de Policía General Francisco de Paula Santander, acaba de graduar la promoción 115 de oficiales en el marco de su aniversario 130. Histórica decisión al bautizar este valioso grupo de subtenientes con el nombre del más grande policiólogo, filósofo y escritor que ha nacido en el seno de la Policía Nacional “Brigadier General Fabio Arturo Londoño Cárdenas”. Gran maestro, autor de 11 obras sobre policía, mentor e inspirador de muchos, y quien alimentó en mi ser la convicción de que “Los principios no se negocian”. Paz en su tumba