Si Néstor Humberto Martínez tuviera el más mínimo ápice de dignidad y respeto por la institucionalidad de la Fiscalía renunciaría hoy mismo a su cargo. El fiscal debe entender que él no es la Fiscalía sino que solo la orienta desde una posición temporal; sin embargo, la profunda crisis de credibilidad que atraviesa una de las instituciones “insignias” de la Constitución de 1991, a raíz de su implicación en el entramado de corrupción de Odebrecht y su evidente conflicto de intereses, sí le está haciendo un daño enorme a la imagen institucional de la Fiscalía. Estoy seguro de que los manifestantes que quemaron la bandera de la entidad en la “noche de las linternas” no están en contra de los miles de hombres y mujeres que día a día trabajan en todo el país para que nuestra enferma justicia en algo pueda servir, no, la indignación, la rabia y la creciente inconformidad se ha manifestado desde hace varios meses contra una sola persona, un fiscal general soberbio, arrogante y venenoso.
No olvidemos que el fiscal ya renunció a una alta posición. Ocurrió a mediados del año 2000 cuando intentó capotear, como ministro del Interior de Pastrana, una polémica reforma política, tan lesiva a los intereses regionales de la clase política que los partidos acordaron pasarle factura e intentaron retirarlo del Ministerio con la novedad de convertirlo en el primer descabezado por una moción de censura; sin embargo, Néstor Humberto decidió apartarse voluntariamente del cargo. A casi dos décadas de ese episodio el fiscal se ha convertido en uno de los hombres más poderosos del país. Tiene la particular habilidad de saber moverse entre los hilos de los grandes poderes económicos y la clase política. Desde cualquier posición resulta funcional a los poderes en la sombra ya que es un funcionario servil al establecimiento. Tras concluir su periodo como “súper ministro” de Santos se embarcó en una intensa campaña personal para ser elegido fiscal general. No la tuvo difícil, su aliado político era Germán Vargas y el económico Sarmiento Angulo, barrió en una Corte Suprema salpicada por la corrupción del cartel de la toga.
¿Tendrá Néstor Humberto el coraje de renunciar a su cargo para no arrastrar a la Fiscalía en su espiral de cuestionamientos? No lo creo. El fiscal respira tranquilo porque sabe que cuenta con el respaldo de toda la clase política tradicional, no olvidemos que hace pocos días salió alzado en hombros del Congreso tras el debate de control político promovido por Petro y Robledo. Néstor Humberto conoce los alcances de su poder y no duda en utilizarlo para asediar a sus críticos (sean periodistas o políticos); su fiscal anticorrupción fue capturado por corrupto y nada pasó; su “amigo” revela audios donde se evidencia su conocimiento de hechos corruptos asociados a Odebrecht y nada pasó. A los grandes poderes políticos y económicos les conviene que continúe en la Fiscalía y allí continuará atornillado. Ya me lo imagino en la noche rindiéndole cuentas a Sarmiento y a Vargas Lleras. A él poco le importa pasar a la historia como el peor fiscal general o seguir enlodando la credibilidad de la Fiscalía. Su venenosa ética y pocos escrúpulos lo inhiben de ese tipo de cuestionamientos. Seguramente, en la noche de las linternas, muy jocosamente le decía a sus amigos: "jijiji marica, yo no voy a renunciar".
