Las críticas han sido por lo general soeces, mostrando que son pocas las personas que saben leer la realidad en su contexto subliminal que es, podríamos decir, el “alma” de los hechos que nos circundan.
Les ha molestado cuando Larraín muestra a Neruda en los prostíbulos, único sitio en el mundo que acoge a los seres más despreciados de la tierra, como son las prostitutas, los transexuales y los travesti, a quienes Neruda trata con un respeto humano digno de un Jesús defendiendo a la mujer adúltera o acercándose amigablemente a los leprosos.
Con esos seres desechados por la sociedad se comporta Neruda – de acuerdo al guión de la película, y creo que así fue - con toda la sensibilidad y la deferencia que solo puede surgir de un gran poeta. A ellos los conmueve con su poesía, pero los enaltece con el trato respetuoso y deferente que les da, considerándolos sus iguales, dignos de comprender su poesía y sus ideales comunistas.
Su comportamiento, marcado por una humilde solidaridad, despierta en esos seres vapuleados por la vida, todo lo sensible y poético que guarda el corazón de cada ser humano, así sea marginado y despreciado por los que se atribuyen el derecho a clasificar el bien y el mal.
Pocas veces he visto que me hayan comunicado y transmitido con tal sutiliza el ejemplo vivo de un ser verdaderamente revolucionario, que no cayó en la soberbia de aquellos que, al acercarse al pueblo, buscan “concientizarlo” desde su pedestal imaginario de seres superiores, envanecidos porque han leído uno que otro manual de marxismo que, de acuerdo a su criterio, les ha transmitido la “posición correcta” en la política y en la vida.
Pero no solo eso. NERUDA nos da una lección que más bien es una bofetada a los engreídos intelectuales, cuando la película nos muestra que es la emoción que produce lo bello, lo poético, lo que verdaderamente moviliza al pueblo. Se ven reuniones populares variopintas donde, en lugar de las clásicas arengas tejidas por una sucesión de manidas consignas, son los versos del poeta los que estimulan el valor de los humildes para emprender la lucha. Eso que los académicos llamaron “populismo” hasta cuando CNN, y los demás defensores del capitalismo globalizado, decidieron adjudicarle indiscriminadamente ese apelativo a los enemigos del stablishment oligárquico, que actualmente predomina en el mundo.
Los racionalistas no soportan el “populismo” porque conmueve a las masas. Déjenme repetirles lo que ha dicho el famoso neurocientífico, Antonio Damasio: “Cuando se eliminan por completo las emociones del plano del razonamiento, como ocurre en determinados estados neurológicos, la razón resulta ser todavía más imperfecta que cuando las emociones nos juegan malas pasadas en nuestras decisiones”. (El error de Descartes. Drakontos bolsillo 2010. Pag. 4)
La emoción prima, sutilmente, a lo largo de toda la película de Pablo Larraín. Es lástima que el racionalismo nos haya inculcado “quistes psicológicos” que nos impiden ver los tonos etéreos de la poesía que recorre los 107 minutos de esta magnífica película.
Bogotá, febrero 1º de 2017
