Y también una clase política extraterrestre, y lo digo muy en serio, para que oriente a la población colombiana que habita a este país enfermo de violencia, corrupción, pesimismo y todos los flagelos que nadie quisiera tener ni cerquita.
Resulta infinitamente lamentable la obra teatral a la que asistimos cada día los colombianos, con interminable número de escenas que representan nuestra triste realidad nacional, pero que nos tiene en palco de honor presenciando la peor de todas: ¡la escena de la paz, sin paz! Esta es la central, la de todos los días. Una paz forjada por un gobierno agarrado con una oposición igual de envenenada, concentrados los dos en polarizar con grandes méritos a esta sociedad engañada por estos falsos ídolos de odios. Son la misma cosa, así se ofendan.
Díganme ustedes sobre qué base se va a firmar la tan cacareada paz en La Habana, si no estamos en paz internamente en Colombia. Un gobierno y una oposición ególatras, defendiendo —como las altas cortes— sus propios intereses, odiándose a más no poder, persiguiéndose, poniéndose la cáscara, infiltrando espías, esculcándose cada paso andado e insultándose en lugar de concentrarse en sacar adelante a este país habitado por ciudadanos de bien, respetables, trabajadores y estafados con “reformitas tributarias” presentadas sin ninguna vergüenza, porque hasta a ser robados se acostumbraron ya.
Y es que ser presidente es un negocio aquí y en Cafarnaúm, solo que en unos países se abusa más que en otros, especialmente en los mal llamados pobres y más bien saqueados por su clase política (de todas las vertientes) como Colombia. Por años los militantes de los partidos políticos del gobierno de turno se han enriquecido a manos llenas. El altruismo de ser político para trabajar por el bienestar del pueblo es un mal chiste. Todos saben a qué juegan, cómo se parten la torta y cómo van en los grandes contratos. Los presidentes de turno han salido pensionados, pero no solo por lo legal, sino a través de los “amigos” que los asisten en ese cuarto de hora al que hay que sacarle partido. Pero esto no es solo de la clase política tradicional, de “la oligarquía”, como dice la izquierda de este país, porque esta última resulta igual o peor que la que critica; miremos solo el caso de Bogotá, y si quieren trascender las fronteras miren a Venezuela, Argentina o el mismo Brasil que casi ni puede hacer mundial por cuenta de los negociados con los estadios y con tantas necesidades de por medio.
Les pregunté a mis amigos en Facebook qué se necesita para cambiar este país. Las respuestas van desde los valores, la educación, el respeto por los niños como futuro de la sociedad, conciencia, tolerancia, amor patrio, querer hacerlo, un milagro, oportunidades, salarios justos, una justicia operante, con el voto, que cambiemos y ¡ganas!:
- Gerentes que administren y dirijan a la población hacia objetivos comunes, pero eso sí, sin colas políticas. Claro, esto es imposible, porque en nuestro país no existe esa clase de líderes.
- Que cesen la cizaña, la maledicencia y que a cada insulto contestemos con el silencio.
- Conciencia Ciudadana. Suena utópico pero es una necesidad. Desde no tirar el papel del dulce a la calle, hasta votar en las elecciones.
Todos me conmovieron. En mi opinión, para cambiar este país ya habría que traer a un extraterrestre coherente, como pareciera ser José Pepe Mujica, expresidente de Uruguay. No me refiero a su ideología política pero sí, insisto, a su coherencia entre lo que piensa y lo que hace. Ese es el punto. Toda la clase política aquí quiere vivir de las prebendas y los beneficios del poder. No conozco al primer político colombiano, de cualquier partido, región o nivel social que quiera vivir con sencillez, donando gran parte de su salario y entregándose de verdad por el bien de su país.
Cuando uno tiene la oportunidad de recorrer nuestro territorio, todavía se encuentra con seres humanos maravillosos e ingenuos que siguen creyendo en esta clase política mandada a recoger, nada ejemplar. Los colombianos debemos comenzar por sacudirnos y buscar entre nuestros ciudadanos de bien una nueva opción. ¿Difícil? Sí, por la experiencia. ¿Imposible? No. Hay que hacer el camino.
La paz no se firmará pronto, no por lo que dice o hace la oposición, o por lo que no diga y permita el Gobierno, sino porque mientras no den ejemplo y se reconcilien todas las partes y sigamos dejándonos enganchar en esa nociva polarización que solo les sirve a ellos, nada valdrá; ¿Con qué autoridad moral? Lamento ver al profesor Mockus utilizado por las dos partes a costa de sus buenas intenciones y su reputación. Aprovecho para decirle a nuestra linda e inteligente Miss Universo que visite y desfile tranquila por todos los países que le tienen programados, representándonos dignamente —como seguramente lo hará—, pero que por la pasarela de La Habana ni se le ocurra porque, como a Mockus, también la quieren usar.
Los dejo con la opinión de uno de mis amigos que resume muy bien esta columna:
Mientras la mayoría de votos sigan siendo equivalentes a un plato de lentejas y una canasta de cervezas, será utópico cambiar nuestro país, a no ser que los "políticos" le dejen el camino libre a gente con ideas renovadoras... ¡Uffff, con tanta hambre de nuestra clase dirigente! Otra vez utópico pensarlo, pero creo que es el momento de hacer algo. Yo me le apunto. Si hay eco, hasta regreso al país y vamos pa'las que sean. No más palabras bonitas; ¡hagámosle con todo!
¿Quién dijo sí?
¡Hasta el próximo miércoles!