En fecha reciente se instaló sobre la calle 73 con carrera 10 un separador de color amarillo, con postes reflejantes y tachones plásticos, que ha llevado a más de uno a preguntarse ¿era realmente necesaria esta obra tal como se hizo? ¿No es exagerada, sobre todo por el largo de la cuchilla principal, que mide casi media cuadra (con el consecuente sobrecosto) en lugar de que midiera solo un par de metros?
Con el descuido, consentimiento o hasta la abierta complicidad de funcionarios del distrito, ¿cuánto costó esta obra en realidad y cuánto habrá facturado el contratista que la ejecutó? ¿Es un pretexto burdo para embolsarse dinero público? ¿No era mejor invertir ese dinero en alguna otra obra o campaña de mayor impacto social para la ciudad?
Es sabido que los conductores de vehículo, sean de carro o moto, en general son atravesados (por no decir atarvanes), casi nunca ceden el paso al peatón (quien debe hacer malabares para sortearlos) e incluso, en lugar de frenar un poco, le echan el vehículo encima. Pero entonces no es mejor lanzar una campaña permanente que invite a los conductores a ceder el paso al peatón.
¿O qué tanto este exagerado separador vial refleja el dispendio de recursos públicos a dedo, para beneficio de unos pocos, bajo la administración del alcalde Enrique Peñalosa, quien siempre se ha vendido electoralmente como un dechado de efectividad y eficiencia (que hasta ahora no ha demostrado)?
“Ya basta de obras inútiles o ineficientes” es un clamor creciente de la ciudadanía.
Y ojalá los medios tradicionales de comunicación, los organismos de control y las autoridades competentes paren más bolas a este tipo de denuncias ciudadanas, para que no caigan en saco roto, por el bien del erario público, de la ciudad y del país en su conjunto, pues la corrupción y el dispendio de recursos públicos siguen siendo dos de sus mayores flagelos.