Nebraska, la gran película que no ganó un Óscar

Nebraska, la gran película que no ganó un Óscar

Los actores no actúan, sólo viven sus personajes

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marzo 06, 2014
Nebraska, la gran película que no ganó un Óscar

 Calificación: cinco-estrellas - Nebraska, la gran película que no ganó un Óscar

A Woody nunca le han salido muy bien las cosas. Hubo un momento en donde todo pudo cambiar, pero que va, él se dejo mecer por la dulce satisfacción de la indolencia. El whisky y la cerveza te impiden pensar. Las emociones se van volviendo rígidas, cómo si por dentro te empezaras a congelar. Afueras está el mundo y tú estás adentro, contemplando la delicada textura de la burbuja. Lleva décadas en el estado catatónico en que se sumergen la mayoría de los borrachos.

Un día decidió parar y se vio ante el espejo. Tenía ochenta años y no sabía muy bien quien era ese anciano que lo miraba en el reflejo. La enfermedad que borra los recuerdos lo estaba dominando, tenía un par de hijos y una mujer que hablaba más de lo debido. Ya no quedaba nada más para perder. Camino al bar se encuentra con un papel que presuntamente lo hace acreedor a un millón de dólares. ¿Quién lo iba a creer? Dios le había reservado la grandeza para lo último. La frutilla del postre. Un policía lo encuentra en las afueras de la ciudad. Llaman a David, su hijo más atento, un cuarentón pausado y lento que ha renunciado a todo con tal de cuidar a sus padres. Él trata de explicarle a Woody que ese papel no es nada, que es un truco muy viejo que usan algunas revistas para ganar suscriptores. Con la testarudez de su Alzheimer insiste en viajar. Así fuera en una podadora de césped pero el viejo está decidido a ir hasta Lincoln, Nebraska y traer de vuelta, en una maleta, el dinero con el que no sólo comprará una camioneta nueva sino con el que recuperará de nuevo la dignidad perdida. David, entendiendo que este bien podría ser el último deseo del anciano, decide acompañarlo. En ese viaje entenderá que ese hombre frío y canoso que de pequeño le daba a beber sorbos de cerveza y que nunca supo muy bien porqué lo trajo al mundo, fue un tipo bueno al que nunca le salieron muy bien las cosas.

Si había alguna duda de que Alexander Payne es el gran cineasta de su generación estas han quedado despejadas con Nebraska. Lejos de los formalismos fríos de Steven Sodenberh y Paul Thomas Anderson, el creador de Sideways hace hincapié en la narración. Sabe que el cine es, ante todo, un invento para contar historias y que si esas historias se cuentan con un realismo descarnado, evitando mostrar héroes y si personas de carne y hueso, con alma, con todas las contradicciones que esto pueda acarrear, estás historias inevitablemente se van a acercar más a al espectador y este, inevitablemente, se identificará con los personajes que está viendo en la pantalla y es en ese punto en dónde la película deja de ser algo ajeno para convertirse en parte de su vida . Es hermoso cuando sucede esto de que el cine se parezca a la vida misma.

La mayoría de las personas que integran este elenco parecen actores naturales, gente del común que fue tomada por el director para realizar su película. Pero no es así, Bruce Dern es una leyenda absoluta de Hollywood. Él fue el único hombre que logró matar a John Wayne de un disparo en Cowboys, el marinero abusador de Marnie y el veterano de guerra que regresa con sus traumas de Vietnam en Going to home. Pero en este papel él deja de ser un actor para convertirse en un borracho cualquiera, con una inteligencia cínica que lo lleva a decir que las caras de los presidentes de monte Rushmore no es más que una obra inacabada “Alguien empezó con mucho entusiasmo y luego lo abandonó” le dice a su hijo mientras se sube a la camioneta con la ansiedad de entrar rápido a un bar y tomarse el primer trago del día.

Lo de June Squibb no sólo es impresionante sino que es ¡desternilante! A sus 85 años consigue interpretar el mejor papel de su carrera. Ella es, ni más ni menos, que una mamá. Pero no sólo es la mamá abnegada que lava ropa sucia hasta altas horas de la noche, sino que su personaje, lleno de matices, es también la de una mujer castradora y deslenguada, una señora que alguna vez fue joven y disfrutó del sexo y que sufrió la tragedia de vivir con un hombre alcohólico. En su personaje recaen las mejores líneas de la película. Entre todas las escenas se destaca la del cementerio, cuando  empieza a hablar descarnadamente, sin el respeto hipócrita con el que habitualmente se habla de los muertos, de cada una de las personas que están en las tumbas.  Les va sacando a los muertos, en un extraño ajuste de cuentas, sus defectos, sus virtudes, y por supuesto no se sonroja al recordar  las ganas que tenían de llevarla a la cama muchos de los que ahora habitan ese lugar.

Los actores de Nebraska son tan buenos que no actúan, tan sólo viven sus personajes, se transforman en ellos y hacen que, a pesar del ritmo pausado de la película, esta nunca decaiga. Por eso Nebraska no tiene un solo minuto de tedio y esto es todo un logro en el soporífero cine independiente norteamericano de estos días.

Cargada de situaciones que te hacen reventar de risa – El primer encuentro con los primos obesos es de antología, el humor no se soporta en los diálogos sino en las miradas, en los silencios, o el de la visita al cementerio en donde June Squibb hace uno de los monólogos más divertidos de los últimos treinta años y que ni hablar del episodio en que entran a robar en el granero equivocado- pero también de un poder de evocación muy fuerte, de añoranza a cosa perdida, de esa tristeza que sólo da mirar para atrás y ver todo el camino que se ha recorrido y el poco que falta por recorrer, este estado de ánimo constante durante toda la película se lo imprime Phedon Papamichael en su poético e hipnótico blanco y negro.

Esta película inclasificable se exhibió en Colombia con el remoquete de Comedia. La gente, esperando ver algo tan edificante y divertido como No se aceptan devoluciones entró a la sala con ganas de olvidarse de su vida. Por supuesto que al primer cuarto de hora empezaron los murmullos de inconformidad y a la media hora la gran mayoría había abandonado la sala. Es una vergüenza que joyas como estas no sean bien distribuidas en el país, que lleguen apenas tres copias y sean arrojadas a la buena de Dios en cualquier sala. Esa es la razón por la cual acá el buen cine debe ser visto en copia pirata de DVD o bajado por internet.

Lo preocupante es que ir al cine a ver en su formato original una gran película como Nebraska va a ser dentro de poco tiempo imposible.

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