Son cerca de las 9:30 p. m. y nuestro recorrido por la iluminación navideña en Bogotá llega cerca de su fin. Bellas luces vimos en la avenida Chile; en el Parkway; en la Candelaria; la torre Colpatria; Monserrate; y algunas en casas y restaurantes como en el barrio El Bosque Izquierdo. Luego nos dimos cuenta que faltó la plaza de Bolívar, nos queda esa tristeza. Cierta sobriedad primó este año en la iluminación santafereña. Una sencillez bella, por cierto.
Descendemos del vehículo y nos aprestamos a un recorrido por el Parque Nacional. Pronto el frío capitalino, decembrino, se torna en calor humano.
El olor a comida nos invade. Es el aroma en el compartir una cena callejera. Los puestos de hamburguesas, perros, chuzos, se repiten uno tras otro. No faltan las masas de maíz, las arepas, las papas. Comida sencilla, deliciosa y más delicioso ver los rostros de quienes la van gozando. Se siente la alegría navideña.
Las tiendas que protegen de una posible lluvia, bien instaladas, todas iguales, proveídas de energía y canecas bien utilizadas. Organizadas a lo largo de los corredores del parque, reúnen en un sitio la ya mencionada comida, pasan a otro para las artesanías y los artistas queda ellos si a la intemperie, qué pesar. Bien hecho por la administración que haya organizado. Bravo.
Retratistas, caricaturistas y pintores
deleitan con su paleta,
con su modo de ver más allá del ojo desprevenido
Retratistas, caricaturistas y pintores deleitan con su paleta, con su modo de ver más allá del ojo desprevenido, miran al interior de paisajes y rostros y logran plasmar la vida interna de las personas y la naturaleza. Lo mejor, lo hacen frente a todos, somos su inspiración.
Las parejas jóvenes besándose, algunos adultos mayores también. Caminando tomados de la mano todos nos codeamos, miradas y sonrisas no faltan. Sí, un aire distendido lejos de las prisas cotidianas, lejos de la lejanía que impone una gran ciudad. Se siente comunidad y común-unión. Familias completas son el alma de este lugar. Gracias.
Los atriles pequeñitos, no miden más de 1 metro de altura y por consiguiente las sillas son acordes. Ocupados por rostros serios, pensativos, sonrientes, alegres, buscando aprobación o ayuda. Son los niños entre 3 y 6-7 años de edad quienes colorean con tempera dibujos ya delineados. Tan variados los colores como los de sus vestimentas. Bien protegidos del frio con abrigos e incluso con bufandas multicolores. Se les nota la dedicación, la vena artística que todos tenemos. Ojalá hubiera atriles para adultos en ese parque.
Pasando por las artesanías de pronto miro un tejido que asimilo al vestido para una marioneta -de verdad es lo que pasa por mi mente- Una apertura amplia, con dos mangas y una proyección abierta pequeña como para la cabeza de la marioneta. Hasta meto mi mano imitando. La carcajada no se hace esperar cuando luego de preguntar al dependiente me informa que es un vestido para perro o gato. ¡qué ignorancia la mía!
La iluminación envuelve árboles; pone estrellas acostadas alrededor de sus troncos; hace arcos verdes para transitar por el túnel de los enamorados; arbustos de metal y luz complementan la naturaleza viva. Todo ilumina: las luces, los rostros, las emociones. Si, todo es luz.