Estamos en una época muy compleja, llena de incertidumbres. Pensar, por ejemplo, en cuál puede ser el futuro de los niños de hoy, cuando sean adultos, es misión difícil. Poco podemos decir de cuál será la realidad laboral que enfrentarán, si el país podrá vivir, finalmente, en paz, si será próspero.
Siempre hay incertidumbre. Aquí llueve y por fuera del país no escampa. Hay fenómenos nuevos, al menos cuando se tiene como referencia la Guerra Fría y ese mundo que dejó la Segunda Guerra Mundial, mezcla de estabilidad entre las dos potencias dominantes de entonces, desarrollo tecnológico sin antecedentes y, a la vez, caracterizado por una serie de conflictos en todos los continentes.
Es nuevo que se diga que la batalla que se libra por Bajmut en Ucrania en 2023 no tiene antecedentes desde la segunda guerra en la intensidad en el uso de artillería y le nivel de destrucción de la ciudad. Que, después de muchas décadas, Alemania y Japón se armarán hasta los dientes. Que, según el centenario Kissinger (The Economist), es posible un conflicto bélico entre Estados Unidos y China. En una palabra, pese a los innumerables conflictos de los últimos 78 años, la paz entre potencias, las dueñas de las bombas atómicas, está amenazada…
Que, contra pronósticos de un mes atrás, ayer ganó Erdogan en Turquía, un hombre al que la democracia le fastidia y que en Estados Unidos el candidato republicano será, con alta probabilidad, el mismo señor que denigra del sistema democrático gringo. Que tiene seguidores en todo el orbe, de Hungría a Francia y a Colombia…
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A diario estamos presenciando cómo los fenómenos del cambio tecnológico afectan nuestras vidas, las formas en que aprendemos y trabajamos, cómo nos comunicamos
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Bueno, y la tecnología, que cambia de forma exponencial. A diario estamos presenciando cómo los fenómenos del cambio tecnológico afectan nuestras vidas, las formas en que aprendemos y trabajamos, cómo nos comunicamos. Las tecnologías digitales, la biotecnología, las de la energía renovable, la maravilla de imprimir desde una prótesis y unos zapatos hasta un puente… Pero, quizás, lo que más consecuencias tendrá es el asunto de la inteligencia artificial generativa (IAG) acerca de la que muchos conocimos por el Chat GPT por allá en noviembre del 22. Los algoritmos van disparados. Además de GPT están Bard (Google) y también Pi, un algortimo que conversa coloquialmente con uno y que se acerca a la figura del “asistente digital” y centenares de aplicaciones que a diario emergen.
La I.A. G. cambia las reglas de juego de todo. Estamos, por ahora, sorprendidos de cómo un algoritmo puede generar contenido (texto, audio, videos, imágenes). Se vislumbran riesgos inmensos (fraude, manipulación de opinión, concentración del negocio en unas pocas empresas tipo Google, Microsoft, Facebook…). Pero es innegable que estamos ante una profunda revolución que transformará los modelos de negocios, los pedagógicos, la atención del sistema de salud, la forma en que se manejan los bienes públicos… Es incierto lo que ocurrirá, aunque depende de los humanos sacarle el provecho en beneficio de la sociedad en su conjunto. Lo cierto: recordando el tema de cuál será el mercado laboral dentro de unos 15 a 20 años, no tenemos idea de cómo responder…
Bueno, falta el cambio climático. Los acuerdos internacionales para combatirlo no se han cumplido, quizás por la simple razón de que es posible, en el mundo de los negocios, tener altas rentabilidades sin necesidad de invertir lo que se requiere para evitar catástrofes climáticas. Por otra parte, la guerra de Ucrania ha retrasado el cronograma de la transición energética…
Afuera no escampa y acá dentro llueve mucho.
Nos mata la cultura del caudillismo que hace que los líderes colombianos crean que se deben a sí mismos y sienten que su rol es equivalente al de Adán.
La ausencia de conciencia sobre los logros del pasado equivale a portar una venda que nos impide avanzar como es debido. Duque trató de tirarse el acuerdo de paz. Petro, brillante senador, los logros del sistema de salud, en vez de construir sobre lo construido.
La paz es una necesidad en un país con siete décadas de conflicto. Hablamos de reconciliación, perdón, verdad… Y a la vez utilizamos el lenguaje más violento y nada empático a favor (o en contra) de las políticas del gobierno. ¿Cuál paz, si no comenzamos con el lenguaje y las formas?
Nos marca la política antinarcóticos, la condición habilitante para la formación de todo tipo de clanes y grupos armados. ¿Será que el fentanilo, altamente adictivo, dará el golpe de gracia al polvillo blanco?
La corrupción, la negociación política al detal en el Congreso, impronta de muchos años, nos marca tristemente.
Aún así, más allá de lo dicho, de la inmensa incertidumbre, creo que Colombia ha avanzado mucho en siete décadas. Que lo seguirá haciendo. En salud, educación, disminución de la pobreza. Que tiene gente maravillosa en muchos ámbitos. Uno de ellos, el de empresarios pequeños y medianos que se han formado en la incertidumbre, a pulso, creadores de empleo, presentes en toda la geografía. La lista es larga… Solo para terminar, recordemos que Santiago Buitrago, ciclista colombiano de 23 años, ganó la etapa reina del Giro de Italia hace tres días y que otro compatriota, Einer Rubio, se llevó otra dura etapa. La gente colombiana pedalea.
