Para empezar, solo diría que Antonio Navarro ha sido un protagonista de primera línea en la historia del país. En su trayectoria pública reúne muchos “ex”: exguerrillero, exiliado, exministro, exconstituyente, exalcalde, exgobernador, exsenador y excandidato presidencial. Experiencias que lo han dotado de una visión política estrictamente republicana, conciliadora y comprometida, característica esencial de un dirigente que siempre ha expresado sus puntos de vista con mucha claridad. Así se puede apreciar en su más reciente libro Una asamblea que transformó el país: la historia detrás de la Constitución de 1991, obra sencilla y comprometida que, sin mayores pretensiones estructurales, reconstruye los avatares de su memoria personal e histórica desde mediados de los años 80. Un libro imprescindible para aproximarse a las circunstancias sociales y políticas que derivaron en nuestra actual carta constitucional.
El libro se puede leer desde dos dimensiones: como una evocadora autobiografía de madurez o como la memoria del proceso sociopolítico más importante en la Colombia del siglo XX.
A media voz
En su dimensión autobiográfica el libro se configura como el relato en primera persona de un hombre histórico. Navarro revisita con calidez y cierto sentido del humor, desprovisto de reservas, los momentos más trascendentales en su vida pública. Empieza por relatar su trayectoria en el M-19; la existencia interior de un rebelde condenado al asfixiante Estado de Sitio de la Constitución de 1886 y su compromiso tras los primeros llamados a la paz. Resalta el perfil inspirador de Bateman; la actividad del M-19 tras la toma del Palacio de Justicia (que reconoce fue un error) y la arremetida armada que sobrevino sobre los “Emes” a finales de los 80. Con cierta habilidad descriptiva reconstruye el atentado que por poco le cuesta la vida, en el que perdió una pierna y parte del nervio hipogloso. Al atentado le siguió un peregrinar entre México, Europa y Cuba; un emotivo reencuentro con Pizarro; la insistencia en no desistir en la búsqueda de la paz y eventualmente convertirse en el arquitecto del consenso.
En otro componente autobiográfico se sintetiza en su actividad política tras concluido el proceso constituyente. Tal vez, son los apartados más divertidos y reveladores del libro. Navarro relata la forma como cambió parcialmente la cultura política de los pastusos cuando siendo alcalde recibía ciudadanos “inquietos” una vez a la semana; ejercicio que lo graduó como el mejor alcalde del país en 1997 y lo llevó a comprender las posibilidades territoriales de la Constitución que había ayudado a confeccionar. También cuestiona críticamente las limitaciones en los anhelos del constituyente frente a la descentralización y la profundización de la democracia ciudadana. De este apartado del libro me resulta muy divertida la forma como relata la “encerrona” a los concejales de Pasto (un relato casi macondiano), y la potencia de la indignación ciudadana que desembocó en la construcción de una metodología novedosa de presupuesto participativo.
Luces y sombras de la constituyente
El punto central del libro se circunscribe a la compresión del proceso social y político que conllevó a la creación de la Constitución Política en 1991. Proceso que emergió en medio de uno de los momentos más caóticos de la historia, con un país al borde del desbarrancadero e inviable. Creería que mi generación, nacida con posteridad a la expedición de la Constitución, no alcanza a comprender a plenitud la desesperanza que se vivió en esos años. Tan solo en la arquitectura de tres consensos; social, político y judicial, se encontró una solución para frenar el huracán que amenazaba por acabar completamente el país. Ahí Navarro fungió como un hábil director de orquesta. A la avanzada con ideas como la conformación de una lista con perfiles diversos a la constituyente (la Alianza Democrática M-19 ingresó 19 delegatarios); ya en la constituyente como artífice de la presidencia tripartita y al cierre con la agridulce disolución del Congreso. Puntos a su favor que sin mayores vanidades considera como el resultado de consensos.
Asimismo, devela las sombras y fracasos de la constituyente. Entre ellos; la apertura sin restricción del sistema de partidos como respuesta al quiebre del bipartidismo histórico, intención loable, pero con una solución permisiva que a la postre solo generó atomización y fragmentación, con fortuna corregida en la reforma política de 2003 y con la deuda de alguna vez llegar a un modelo de listas cerradas. Otro aspecto crítico se relaciona con la narrativa de violencia que azotó al país en el periodo posconstituyente, pues la “Constitución de la paz” se quedó impávida ante el sufrimiento de millones de colombianos a finales de los 90. Con imágenes de terror y barbarie solo comparables a las registradas en los sombríos años de la violencia bipartidista. También concuerdo con Navarro cuando enuncia las múltiples promesas incumplidas, especialmente en cuanto a descentralización y democracia ciudadana.
Navarro, un mensaje para las nuevas generaciones
Ad portas de cumplir 73 años y siendo protagonista de primera línea en la historia del país, considero que Navarro más que un dirigente político encarna un mensaje. Con la credibilidad de nunca haberse visto involucrado en entramados de corrupción o terminar militando en el uribismo (como muchos antiguos miembros del M-19), su perfil representa sin miramientos una lucha constante y cotidiana por la búsqueda de la paz; por encontrar consensos, acuerdos sobre lo fundamental y comprender el momento histórico. Su libro es un acercamiento a esas posibilidades, a la vitalidad liberadora del perdón y esa lucha incansable por mejorar las cosas. Una asamblea que transformó el país es una obra que recomiendo con especial énfasis a los jóvenes, tan atormentados por un devenir incierto en tiempos de pandemia y la violencia que se recicla sin piedad.
A Navarro, gracias totales por tan importante legado y por haber hecho tanto por al país. Entre tantos “ex” se debe agregar el de excelente persona. Afortunadamente, ya en la historia se encuentra en el sitial que a bien se merece.