Apenas había despuntado el año, era el día 9 de iniciado, cuando se presenta uno de los azotes mayores que sufriría el departamento de Nariño. Era una tragedia anunciada. Los intereses políticos pudieron más, antes que darle una solución a largo plazo. Un político caucano se opuso a la reubicación de las viviendas a otro lugar, con la finalidad de ganar los votos de los habitantes del municipio de Rosas y sectores aledaños, aunque la tragedia se veía venir, porque la carretera Panamericana se construyó sobre una falla geológica.
Este es un problema ancestral que debió corregirse hace décadas para no tener tanto dolor de cabeza y de capital importancia para el país y Suramérica, pues por aquí pasan mercancías y productos agrícolas y pecuarios. Pero nuestro sur no ha contado con los voceros idóneos que hagan un reclamo justo a los poderes centrales para sacar adelante obras importantes, como las vías de acceso que nos permitan interconectarnos para sacar nuestros productos y traer mercancías del interior del país.
El sur de Colombia requiere de vías de cuarta generación que nos permita ser el punto de recibimiento de turistas provenientes de Suramérica y del norte del país. De igual manera, estimularía el intercambio comercial, conectando al puerto de Tumaco con la Amazonía y el resto del país, mejorando las condiciones económicas de los habitantes de la región.
Ya han pasado dos meses desde aquella fecha fatídica, que al principio parecía ser pasajera, pero luego, el padecimiento se nos ha vuelto una eternidad. Que entienda el gobierno nacional y el pueblo colombiano entero que el sur de Colombia está pasando por una crisis histórica; esto no lo habíamos vivido en el tiempo que nuestra memoria recuerde.
En todo tipo de establecimientos comerciales hacen reajuste de precios. Todo está más costoso; todo el mundo justifica que, a raíz de la emergencia de Rosas, los productos llegaron más costosos: los almuerzos en los restaurantes subieron de precio una vez y luego volvieron a subirle. Las frutas que venden en los supermercados de cadena, que antes les fijaban el precio por los 500 gramos, ahora ese mismo precio se cobra por unidad. Es decir, antes, 500 gramos de peras costaban $3.000, ahora, una sola pera vale $3.000. En un restaurante a los platos especiales le subieron hasta quince mil pesos. Y así, de esta manera es la carestía.
Camacol dice que las obras de construcción están detenidas por falta de insumos: ya no está llegando el cemento y el hierro, porque no se permite el paso de tractomulas en el lugar de la emergencia. Los empleos que quedaron cesantes en el sector se dice que ascienden a 15 mil. Pero también la afectación está en torno a los créditos bancarios que se adquirieron para comprar vivienda o para financiar las mismas. Es por ello que se hace urgente la intervención del Gobierno Nacional para mitigar esta crisis con créditos blandos o refinanciando las deudas.
Las instituciones educativas se quejan que los alimentos del PAE no están llegando para ofrecer refrigerios o almuerzos de los escolares. En un tiempo escaseaban los útiles escolares y la tela para uniformes.
Es por ello que el pueblo nariñense clama al gobierno para que haya una solución pronta, sea mientras dure la emergencia o a largo plazo para mejorar las condiciones económicas de los nariñenses; entre otras cosas lo que se pide es que haya descuentos en el pago del predial o que se difiera al pago por cuotas; que se rebaje en el valor del IVA a los productos de consumo diario en la canasta familiar.
Es de suprema importancia que la dirigencia cívica, los parlamentarios, sin importar el partido al que pertenezcan, se reúnan en un bloque común para pedirle al presidente Petro que se pronuncie con la declaratoria de emergencia económica, todas las condiciones están dadas. Esta crisis que estamos viviendo los nariñenses es histórica por el nivel de desabastecimiento y las grandes dificultades para el transporte de pasajeros desde y hacia el departamento de Nariño.