El periodista Miguel Garzón Arteaga nació en Ipiales, durante varios años fue director de Diario del Sur, su actividad cultural la desarrolló no solo a través del periodismo, sino promoviendo iniciativas sociales que concluyeron en la creación de instituciones como la Casa de la Cultura de la ciudad de Ipiales o abriendo espacios en Bogotá con el único fin de apoyar a los artistas del sur del país.
Se lo considera un auténtico estandarte del desarrollo cultural del departamento de Nariño. Estudió Sociología en la Universidad Nacional en Bogotá donde contó con la amistad del novelista Oscar Collazos y su vocación por los procesos culturales lo llevó a crear diversas publicaciones —revistas y periódicos— en los cuales destacó siempre a los intelectuales y cultores de las artes, en una labor que hoy reconocen muchos sectores ciudadanos de Nariño.
Con Miguel Garzón Arteaga dialogamos en esta entrevista que sorprende por la lucidez de su memoria para hacer un amplio recorrido por hechos y nombres que marcaron el desarrollo social y cultural de Ipiales y gran parte del departamento de Nariño.
Es la vida y las realizaciones de un hombre a quien el gobierno regional y local –el de su tierra natal, Ipiales– deben un homenaje de gratitud, pues basta acercarse y dialogar con él para entender que este gestor y periodista se constituye en la memoria viviente de gran parte de los procesos culturales de Nariño.
Querido Miguel, hablemos de sus orígenes, sus padres, ¿cómo recuerda sus primeros años en Ipiales?
Nací en Ipiales el 3 de enero de 1941. Mis padres fueron Alfonso Garzón, nacido en Yacuanquer en 1898, quien la primera década del siglo XX, se trasladó a Ipiales en busca de trabajo. Primero laboró en la construcción de la infraestructura de la planta eléctrica de Las Lajas, cuando ésta era del industrial ecuatoriano Fernando Pérez Pallares. Una vez finalizado el trabajo para el cual fue contratado, se trasladó a Tulcán, ciudad ecuatoriana en donde se estaba construyendo el hospital. Mientras estuvo en Tulcán realizando las obras de carpintería, como puertas, pisos etc., conoció a mi madre —Fidelina Arteaga Castro—, quien había nacido en Puerres en 1900, pero perdió a su madre cuando tenía muy pocos años de edad, razón por la cual una tía suya de nombre Mercedes la llevó a Tulcán donde vivía. Allí se conocieron mis padres y se casaron. Del matrimonio nacieron en Tulcán mis hermanos Luis, Vicente, Mercedes Josefina, Fernando, Manuel y José Ignacio.
Mis padres y hermanos se fueron a vivir a Ipiales en 1936, en una casa ubicada en la carrera quinta con calle cuarta, en donde nacimos Hugo y yo. Sin embargo, la casa era muy pequeña para las necesidades, ya que requería un sitio donde montar el taller de carpintería, por lo cual la vendió al señor Pablo Freire y con el producido de la transacción dio la cuota inicial para comprar otra propiedad que llenara las aspiraciones de mi padre. El resto, se comprometió a pagarlo por cuotas, sin necesidad de letras de cambio o fiador. Mi padre cumplió con el pago en los tiempos estipulados. En la casa recién adquirida, ubicada colindante con la otra propiedad, tenía la ventaja de ser esquinera y gran parte con dos pisos para la vivienda y el resto con un espacio suficiente para que funcione el taller de construcción de carrocerías para buses y camiones.
Al poco tiempo, gracias al cumplimiento en la entrega de las obras, mi padre adquirió prestigio no solo en Ipiales, sino que tuvo clientes de diferentes ciudades de Nariño y aún del Cauca y Huila.
Cuando se encontraba en el mejor momento, empezaron a llegar buses con carrocería metálica, por lo cual se acabó el negocio de las carrocerías de madera; sin embargo, debido a la visión empresarial de mi padre y al prestigio adquirido en Pasto con las casas distribuidoras de maquinaria para procesar madera, se le abrieron las puertas y así fue como pudo comprar a crédito una canteadora, una cepilladora, una máquina con disco para cortar piezas de volumen apreciable y una sierra sinfín. En lo que se refiere al suministro de materia prima, tampoco tuvo problema, ya que le traían del corregimiento de La Victoria.
Pese a dedicar tiempo completo durante el día y, aun parte de las noches, al trabajo, sacaba tiempo para realizar actividades de carácter gremial, así fue como hizo parte activa del Sindicato de Carpinteros 12 de octubre, entidad que además de lograr cada vez más socios, pudo adquirir un terreno en el barrio Obrero, en donde el Sindicato construyó su sede con maquinaria en el primer piso y con una amplia Sala en donde, en un principio, se presentaban obras de teatro montadas por miembros del mismo sindicato y, posteriormente, cuando se creó la Casa de la Cultura, por el Grupo de Teatro de esta entidad, bajo la dirección tanto de Carlos Zamora Gómez como del profesor Hugo Villegas.
En 1969, cuando el pueblo ipialeño decidió protestar ante el gobierno nacional, presidido por Carlos Lleras Restrepo, por la falta de ampliación del aeropuerto “San Luis”, y el abandono de otras obras sentidas, mi padre, pese a ser conservador se unió al movimiento popular, quitando las piedras del andén la calle cuarta y entregándolas a los manifestantes que eran agredidos por la Policía y el ejército. Entre otras actividades que realizó fue pertenecer a la Asociación de Esclavos de Jesús Sacramentado que hacían Guardia de Honor al Santísimo, cada Jueves Santo en la Catedral y participaban en la procesión del Santo Sepulcro los Viernes Santo. Precisamente fue en la noche del miércoles Santo de 1973 cuando sufrió un infarto cardiaco del que ya no pudo recuperarse.
Mi madre sufrió mucho por el fallecimiento de mi padre, porque además de haber perdido a su esposo, quedaba sola. Para remediar esta situación, mi hermana que era religiosa oblata, logró que la Superiora General le concediera un permiso por un año para que fuera a Ipiales, pero con la condición de que dictara clases en el Colegio Inmaculada Concepción, que está ubicado a media cuadra de la casa y que podía quedarse en la noche acompañando a mi madre. Cuando terminó el año y mi hermana solicitó una prórroga del permiso, la nueva superiora general negó, aunque podía seguir dictando clases, por lo cual mi hermana, aunque aceptó dictar clases, presentó su renuncia a la comunidad para poder cuidar a mi madre que se encontraba enferma, pero que gracias a los cuidados de mi hermana vivió unos cuantos años más.
¿Qué factores, piensa, lo llevaron por los caminos del trabajo cultural?
Mi acercamiento a la cultura se inició mientras estudiaba Sociología en la Universidad Nacional. Ocurre que entre mis compañeros de curso estaba Óscar Collazos, con quien hice muy buena amistad y con alguna frecuencia dejábamos de asistir a clase y nos sentábamos al pie de un árbol a leer alguna novela que llevaba él o que llevaba yo. Otro hecho significativo fue que, por invitación de Edgar Bastidas, con quien me encontré casualmente en la carrera séptima de Bogotá, para asistir a la entrega del Premio Nacional de Poesía Guillermo Valencia al poeta Aurelio Arturo, de quien yo no había tenido ninguna referencia ni en el colegio ni en la universidad. En la ceremonia no solo me enteré de su existencia, sino que tuve la oportunidad de conocerlo.
Otra circunstancia que se presentó durante el tiempo de mis estudios en la Universidad, tuvo que ver con la celebración de la Semana Universitaria que anualmente tenía lugar en la Nacional. En uno de esos años, a un pequeño grupo de estudiantes se nos ocurrió que aparte de la fiesta acostumbrada y a la que asistían numerosos integrantes de la colonia nariñense, los estudiantes de esta región debíamos mostrar a la comunidad universitaria, por lo menos parte del quehacer de nuestros artistas y artesanos.
Para poder hacer realidad esta propuesta acudimos a Marta Traba, quien por esos tiempos era la directora de Bienestar Estudiantil, ante quien expusimos nuestra propuesta, la que fue aceptada en forma inmediata, dado que era la única colonia que aparte de la consabida fiesta, había pensado en un aspecto diferente y nos ofreció la suma de treinta mil pesos para que pudiéramos plasmar la iniciativa. Ya con el apoyo institucional fuimos comisionados, el entonces estudiante Edgar Bastidas y yo para viajar a Nariño y reunir las obras que considerábamos relevantes. Pero hablando con Bastidas concluimos que el apoyo de la universidad era una suma insuficiente para cubrir los gastos de viaje, adquisición y transporte, sobre todo si se tenía en cuenta que éramos dos personas las que nos habíamos comprometido en hacer realidad la presencia cultural de Nariño en la Semana Universitaria.
Por fortuna, en ese entonces un hermano mío era integrante de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC) y él adelantó las gestiones ante las instancias pertinentes y logró que se nos facilitara un avión tanto para el transporte Bogotá–Pasto, como Pasto–Bogotá y, de esa manera quedó solucionado, no solo nuestro viaje, sino que fue posible adquirir algunos elementos que harían parte de la exposición, que fue montada en el espacio de la Facultad de Filosofía. La apertura estuvo a cargo del decano de esa facultad, Doctor Jaime Jaramillo Uribe, quien resaltó la riqueza cultural del departamento de Nariño, que constaba de obras de arte, entre otros de los maestros Carlos Tupaz Mejía, Manuel Estrada, Luis Bastidas; de libros de los escritores Rafael Sañudo, Ildefonso Díaz del Castillo, Sergio Elías Ortiz, Luis Felipe de la Rosa Ignacio Rodríguez Guerrero, Alberto Quijano Guerrero, Aurelio Arturo, al igual que objetos arqueológicos de la Cultura Pasto y encontrados en Miraflores, sector rural del Municipio de Pupiales. Así mismo, se llevaron objetos de artesanía, como tejidos en lana, sombreros y otros elaborados en paja toquilla en Sandoná. En resumidas cuentas, fue una muestra muy significativa de la cultura nariñense.
Por desgracia, al día siguiente de la apertura de la muestra, en el marco del acostumbrado desfile motorizado por parte de alumnos de las diferentes facultades desde la Ciudad Universitaria hasta el centro de Bogotá, falleció un estudiante al caer de la tractomula en la que iba, hecho que produjo la suspensión indefinida de la Semana Universitaria y, por consiguiente, el cierre de la exposición de la muestra cultural nariñense.
¿Cuáles son sus principales realizaciones en el campo cultural?
Una vez terminados mis estudios, fui contratado por una empresa de investigación social, denominada Ofisel, fundación encaminada a establecer la viabilidad de la metodología Investigación–acción, fundada por Orlando Fals Borda y María Cristina Salazar Camacho Roldán. El fin de mi contrato fue adelantar el trabajo de campo en el municipio de Contadero, en tanto que otros compañeros lo hacían en Cereté, Palmitos, Carmen de Bolívar, Jambaló y Santa Bárbara, gracias a un convenio suscrito con la Universidad de Upsala de Suecia.
Mientras realizaba mi trabajo en Contadero, podía ir en la mañana y volver al caer la tarde a Ipiales, circunstancia que hacía posible encontrarme con un grupo de amigos para tomar tinto y conversar de diferentes temas. En algunas de esas tertulias les comentaba a mis amigos que en Bogotá frecuentaba los teatros “Odeón” a ver obras dirigidas por Carlos José Reyes o la de la Casa de la Cultura que había fundado Santiago García y que estaba ubicada en la carrera 13 con calle 23, antes de trasladarse al barrio La Candelaria, en donde le cambió de nombre por el de Teatro La Candelaria. Esporádicamente asistía al Teatro Colón o a la Cinemateca, que quedaba ubicada en la carrera séptima con 23, junto al teatro Colombia o concurría al Teatro Libre que lo dirigía Ricardo Camacho, y en algunas oportunidades a exposiciones de artes plásticas en la Biblioteca Luis Ángel Arango, en donde también se ofrecían conciertos en forma gratuita. Mientras estuve en la Universidad Nacional visitaba las exposiciones del Museo de Arte Moderno de Bogotá, cuya primera directora fue Marta Traba, en donde recuerdo haber acudido en varias oportunidades a las exposiciones de arte.
Estos recuerdos y otros me hacían añorar la intensa actividad cultural de la capital del país y en una noche de tinto, se me ocurrió proponerles a mis a compañeros de tertulia que fundemos en Ipiales una casa de la cultura, ya que nuestra ciudad se caracterizaba por pensar día y noche en comprar y vender y hacer cuentas para saber si valía la pena o no continuar únicamente en esa actividad o, en el mejor de los casos, cumplir con las tareas que debían adelantar al día siguiente.
La propuesta fue bien acogida, pero ninguno teníamos el dinero suficiente para sostener una entidad de estas características, por lo cual se propuso invitar a una reunión a un grupo de personas amantes de la cultura que pudieran colaborar para sostener la entidad.
Después de fijar la fecha (26 de julio de 1971) y lograr con don Eliseo Concha Sarasty, uno de los propietarios de la nueva Radio Ipiales que nos facilitara el radio-teatro, ubicado en el segundo piso de la casona ubicada en plena carrera sexta entre calles 10 y 11, en cuyo local esquinero funcionó durante un tiempo la librería Artes y Letras de propiedad de don Julio Bravo Pérez. Los invitados especiales asistieron, en su gran mayoría, más los amigos de las tertulias en el Café Ideal, se logró una asistencia superior a las 25 personas, con quienes se dio inicio a la sesión del 26 de julio, presidida por el médico Juan Oquendo Bustos.
Todo marchaba bien hasta que se produjo un temblor de tierra, que, por fortuna, no fue muy prolongado ni de mucha intensidad, lo que llevó a que Julio César Chamorro pidiera la palabra y manifestara textualmente: “Es tan trascendental lo que estamos organizando, que hasta la naturaleza se estremece”. Este pronunciamiento del más joven de los concurrentes, dio mayor impulso al objetivo que nos había congregado, y la sesión continuó, aprobando la idea de crear la Casa de la Cultura de Ipiales y adquirir el compromiso de trabajar por una Auténtica Cultura Popular, que ha sido su lema permanente.
Ante esta situación viajamos Camilo Pérez y yo a la ciudad de Pasto con el fin de dialogar con el director de la Casa de la Cultura de Nariño, Armando Guerrero Santander, y pedirle su asesoría para la creación de una entidad sin contar con el auspicio del gobierno. Ante esta situación Guerrero Santander se comprometió a prestarnos toda su experiencia e incluso acompañarnos a una próxima reunión. Ante su buena voluntad, acordamos con él realizar otra asamblea el 30 de agosto, para lo cual era preciso invitar a otras personas como el ingeniero químico Álvaro Córdoba Barahona, el licenciado Diógenes Burgos, el concejal Gerardo Ortega y el señor Luis Guancha.
Los asistentes acordaron designarme para que presidiera esta asamblea, que se realizó en la Biblioteca de la Sociedad El Carácter. La Asamblea eligió como presidente al Médico. Juan Oquendo Bustos, quien procedió a tomar posesión a los miembros de la Junta Directiva integrada por el licenciado Diógenes Burgos, el Médico Fabio Chaves Bustos, el Ingeniero Químico Álvaro Córdoba Barahona, el Abogado Carlos López y los señores Gerardo Ortega, Luis Guancha y el estudiante Julio César Chamorro.
Hablemos de su estupenda etapa como periodista, ¿cómo la empezó en una época donde los medios de comunicación eran bastante escasos?
Mi época de periodista se inició en la radio mientras fui Director de la Casa de la Cultura con el programa semanal Las Palabras, gracias a la gentileza del gerente de la Emisora Cultural Bolívar Alfredo Miranda. Este fue un programa institucional de la Casa de la Cultura, al igual que un boletín informativo impreso en mimeógrafo; además cada domingo se realizaba un programa de opinión y entrevistas, programa que lo realicé –en la parte deportiva– con Alirio Solís.
Posteriormente, publiqué un periódico con el título de Nueva América que se imprimía en los talleres del señor Francisco Quintero hasta que fue difícil continuar con este periódico. Posteriormente fundé otro periódico con el título de Aportes, que se imprimió primero en la “Imprenta Las Lajas”, para la publicación e incluso distribución de este nuevo periódico, conté con la valiosa colaboración de mi amigo Aulo Enrique Rosero, quien después de vivir un tiempo en Ipiales se volvió a Bogotá a donde le enviaba los originales y él se encargaba de llevar el material a un taller donde lo diagramaban e imprimían. Un hecho valioso que logré con estos dos periódicos fue que Pedro Enríquez, que firmaba con el seudónimo de Quique, aportara las caricaturas. Como es sabido Quique se vinculó después a Diario del Sur y a otros periódicos de nivel nacional.
Su época como director de Diario del Sur y la Revista Reto.
Una de las épocas más interesantes, fue la vivida como redactor, jefe de redacción, subdirector y posteriormente como director del Diario del Sur, pero lo más importante para mí fue asumir la dirección de la revista cultural dominical “Reto”, por espacio de 15 años, y lo fue, por cuanto posibilitó que muchos artistas y artesanos tuvieran este espacio para evidenciar sus apuestas creativas. Para muchos fue primer espacio de visibilización, y el que posibilitó el diálogo de los públicos con sus obras. Y en términos de memoria, los ejemplares de Reto dan cuenta de un momento cultural muy vital en el departamento. Destaco la realización del Concurso Departamental de Poesía Reto, realizado en 1998, del cual se cuenta con el libro que compila el trabajo de quienes obtuvieron los primeros puestos, denominado Cuadernos de Bitácora, editado por Diario del Sur.
Y a nivel personal, este paso por el periódico y por “Reto” me permitió conocer y hacer amistad con muchos intelectuales en Pasto, como el doctor Alberto Quijano Guerrero, Cecilia Caicedo, Clara Luz Zúñiga, Humberto Márquez Castaño, Alonso Mafla Bilbao, Gabriela Hernández, María Teresa Hoyos, Benhur Cerón Solarte, Carlos Villarreal, Carlos Bastidas Padilla, Dora María Chamorro, Martha Lucía Londoño, Javier Rodríguez Rosales, Lydia Inés Muñoz Cordero, Pablo Santacruz, Mireya Uscátegui, entre otros. Científicos como el Director del Observatorio Astronómico de la Universidad de Nariño, Alberto Quijano Vodniza, invitado en varias oportunidades por la NASA. Artistas Plásticos como: Gerardo Cortés Moreno, Manuel Guerrero Mora, Libia Velásquez, Clara Cano, Rafael Aux, Luis Bastidas Benavides, Orlando Morillo Santacruz, Emilio Jiménez Dorado, Claudio Pascuaza, Álvaro José Gómezjurado Garzón, Osvaldo Guerrero y otros más. Personajes de teatro, entre quienes están José Alberto Bolaños, Baldomero Beltrán, Mercedes Guerrero, Julio Eraso, José Alberto Santacruz. Músicos como: Maruja Hinestrosa, Fausto Martínez, Hugo Realpe, Edy Martínez, Luis Antonio “Chato” Guerrero, Javier Apráez Villota, Pedro Vicente Rojas (quien también es pintor), Gustavo Parra Arévalo, José Menandro Bastidas, José Revelo y muchos otros…Artesanos importantes como Eduardo Muñoz Lora, Alfonso Zambrano, Maruja Burbano de Arias, Álvaro Zambrano, Segundo Zambrano, Gilberto Granja, José María Obando.
¿Qué satisfacción le deja las publicaciones que emprendió e impulsó de manera personal?
Nada económico, aunque sí muchas satisfacciones de carácter intelectual.
¿Qué piensa del nuevo periodismo que se realiza actualmente, sobre todo, con apoyo en los medios digitales?
No se puede desconocer la importancia que tienen los medios digitales en cuanto hace referencia a la inmediatez de la divulgación de las noticias, pero, como en todo, es preciso tener en cuenta que existen diferentes tendencias, depende de los intereses que puedan defender los propietarios de los medios, aunque es difícil encontrar uno absolutamente imparcial porque no sobreviviría. Esto también es válido para la radio, televisión o los periódicos impresos. Desde luego que no se puede negar que la tecnología actual ha ayudado mucho a la labor periodística, pero eso depende de la preparación y de los intereses que defienda el periodista.
Para Miguel Garzón, ¿cuál es la importancia que tiene la familia en el desarrollo personal y humano?
La mayor, tanto la paterna como la que conformé con mi matrimonio, siempre he contado con su total apoyo, ya que por razones de trabajo tuve que ausentarme de la cotidianidad del hogar y también de momentos especiales. Mi esposa y mis hijos Gloria Ximena y Miguel Mauricio, que son mi orgullo permanente, en todo momento han sido mi soporte cuando ven que estoy desfalleciendo y me han impulsado en mis emprendimientos. La vida me ha premiado con creces con la familia que tengo.
¿Qué papel desempeñó su esposa, la señora Gloria Alicia Guerrero, en todo su camino de realizaciones culturales?
Por fortuna, el papel que ha desempeñado mi esposa Gloria Alicia Guerrero Martínez ha sido muy importante para mí, porque en todo momento me muestra el mejor camino y es una mujer con una gran sensibilidad, hasta el punto de haber logrado el reconocimiento del sector artístico, sobre todo el musical, ya que desde cuando era muy joven perteneció al coro Cantares del Sur, luego a Vibración diez y en Pasto al Coro Polifónico de Nariño, dirigido por el gran maestro Justino Revelo Obando; posteriormente a la Tuna Javeriana y a la Tuna Vela. Gloria, definitivamente es un orgullo para mí.
¿Qué piensa del trabajo cultural en el departamento de Nariño?
Por fortuna, Nariño es un departamento que siente y vive la cultura. La capacidad creativa de sus habitantes es sorprendente; así como la importancia y proliferación de los distintos momentos rituales en la vida de las comunidades, que anima a que las expresiones artísticas se desarrollen y pasen de generación en generación.
Hay que recordar que Nariño es un territorio que tiene la responsabilidad sobre tres patrimonios de la Humanidad: Carnaval de Negros y Blancos de Pasto; Música de marimba, cantos y danzas tradicionales del pacífico sur de Colombia y norte del Ecuador, y el Sistema Vial Andino Qhapaq Ñan; así como varios con declaratoria de patrimonio de la nación, como el caso del Barniz de Pasto.
La vida cultural es intensa y esto se evidencia en la importante agenda de la ciudad capital y los municipios, como el compromiso de los artistas, de producir, circular sus creaciones, y lograr el impulso institucional para ellas, entre las que destaco: la publicación que hace cada año la Academia Nariñense de Historia del Manual Historia de Pasto que ya cuenta con veinte volúmenes; la realización anual del Concurso Departamental de Bandas de Samaniego, el Concurso Departamental de Tríos de Ipiales y el Concurso de Música Campesina en Pasto.
Otras actividades culturales que se realizan, sobre todo en Pasto, como el concierto semanal de la Banda Sinfónica Departamental, las exposiciones de arte que tienen lugar en la Pinacoteca de la Casa de la Cultura; así mismo las diferentes temporadas de teatro realizadas por el Aleph Teatro, Teatro La Guagua, y conciertos de distintos géneros musicales. El Banco de la República que tiene Sala de Exposiciones, el Museo de Oro, la organización frecuente de conciertos musicales con artistas invitados, conferencias, etc. Pero la sede de estos eventos culturales no solo es Pasto, sino que también tienen lugar en los diferentes municipios como Ipiales, en donde la Casa de la Cultura que está en permanente actividad y presta el servicio de biblioteca, no solo en su sede sino también en corregimientos como San Juan y Jardines de Sucumbíos, hecho que la hicieron merecedora al premio como la mejor biblioteca oública de Colombia en 2019, además realiza actividades como exposiciones de arte, presentación de obras de teatro, danzas; de otra parte está el grupo Cincel que organiza recitales poéticos, etc. La Sociedad El Carácter, que tiene su propia biblioteca; el Área Cultural del Banco de la República, que presta el servicio de biblioteca.
Otro Municipio que tiene una importante actividad cultural es Pupiales, en donde la Fundación Gabriel García Márquez convoca anualmente al Concurso Internacional de Cuento Ciudad de Pupiales, con una participación muy numerosa y de varios países. No hay que olvidar que en la vereda Miraflores del municipio de Pupiales se encontró un rico tesoro precolombino, que en gran parte se encuentra en el Museo del Oro del Banco de la República, en Bogotá.
Otros municipios, como Puerres, donde han nacido músicos tan importantes como Fray Remigio, autor de Los cisnes del lago y Justino Revelo Obando, autor de numerosas piezas musicales y fundador y director del Coro Polifónico de Nariño, que ahora tiene un alcalde músico de profesión, como es el maestro Albeiro Arcos. Cuenta con la Banda de Músicos 20 de Septiembre que ha representado en varias oportunidades a Nariño en el Concurso Nacional de Bandas, que anualmente se celebra en Paipa y que se prepara para celebrar el Primer Festival Internacional 20 de septiembre Qhapaq Ñan y Música de los Andes. Los demás municipios del departamento no se quedan atrás.