Wiliam Ospina escribe un interesante artículo, en el que desnuda el comportamiento de la clase política colombiana en el último siglo. Este artículo perfectamente sirve como referente para hacer un análisis más concreto de los políticos regionales, que por décadas han dominado electoral y administrativamente a las regiones. Qué interesante fuera que se escribiera para Las 2 Orillas, desde todas las zonas del país sobre el tema, porque se podría compendiar un documento histórico-político de gran valía, para que Colombia, que se aproxima al posconflicto, no deje en las manos de los de siempre la orientación, presupuestación de recursos y adminstración de los entes regionales y locales.
En Nariño la incertidumbre es grande cuando una de las campañas que supuestamente sería la ganadora está respaldada por los parlamentarios que tanto daño le han causado al sureño departamento. Camilo Romero tiene a sus espaldas el respaldo de los senadores Myriam Paredes, Eduardo Enríquez Maya y el representante Óscar Ferando Bravo, con sendos procesos en la Fiscalía; Manuel Enríquez Rosero, otrora lugarteniente de Uribe, a quien la administración departamental le concedió grandes recursos para contratar, para que el senador entrara a apoyar la candidatura de Romero y Tato Álvarez, protegido por Vargas Lleras con el Plan de vivienda social gratuita. Lo acompañan, además, los representantes Liliana Benavides y Neftalí Correa con procesos ante las autoridades judiciales y Gilberto Betancourth, un gris representante de la región.
Lo grave de la situación nariñense es que de llegar a ganar esta coalición llamada Somos Nariño, el departamento retrocedería en la historia, pues desde la elección de Parmenio Cuéllar, Antonio Navarro, pasando por Guillermo Zúñiga hasta el actual mandatario Raúl Delgado, quien se ha distinguido por ser un buen gestionador y eficiente funcionario, los elegidos han conformado administraciones que algunos denominan alternativas.
Las dudas sobre el futuro del departamento son angustiosas, si se tiene en cuenta la inexperiencia administrativa del candidato de Somos Nariño y su alianza con los parlamentarios ávidos de mermelada y con un recorrido muy amplio en los campos de la contratación amañada, el manejo non sancto de los recursos públicos y muy expertos en gobernar con sus más obsecuentes seguidores, que han hecho carrera a lo largo de los años para beneficiarse y enriquecerse a costa del erario público.
Camilo Romero ha sido el candidato que ha rechazado al debate púbico, pues de seis foros convocados por diferentes entidades, sectores y organizaciones, apenas ha asistido a uno. No asistió al convocado por ESAP para tratar temas sobre educación; en el de CAMACOL, para tratar temas del desarrollo y el sector, no estuvo presente; en el de Fronteras, realizado en Ipiales, tierra natal de su padre donde aspira a ser alcalde, no hizo presencia; no asistió tampoco al Foro convocado por los Jóvenes TESOS y su silla se quedó vacía en el organizado por Nariño Decide, donde se trataron temas sobre transparencia, financiación de campañas y desarrollo del departamento.
Algo que inquieta a los nariñenses de esta campaña es la ostentación publicitaria, los recursos invertidos en grandes eventos y la parafernalia lujosa que muestran por donde andan. Diversos sectores y personalidades han solicitado que le informen a la sociedad la procedencia de los recursos, sin que hasta el momento se conozca respuesta a la misma.
