Con la desmovilización y entrega de armas de las Farc en un viaje sin retorno se cierra un ciclo de violencia y destrucción de 50 años con unos costos inmensos para el país y con secuelas que demorarán muchos años en cicatrizar y cerrarse. El logro del gobierno Santos se aprecia más en la comunidad internacional que en su mismo país debido a los inmensos rencores almacenados en estos años. Además, en ese medio siglo de conficto el país se volvió más urbano que rural, por lo cual muchos no vivieron la guerra directamente ni la han sufrido con toda su crueldad y sevicia como el campesino colombiano. A muchos de ellos les tocó toda la película de principio a fin, de hecho, muchas veces fueron participantes y testigos de horrores inimaginables que generaron miles de muertos, mutilados y más de 7 millones de desplazados que se vinieron del campo a la ciudad.
La desmovilización de las Farc, eufemísticamente llamado proceso de paz, no ha cambiado la matriz de riesgo país que veníamos manejando hasta ahora. Lo anterior debido a que en las tradicionales zonas de violencia y de guerra solamente han cambiado los actores, manteniéndose un solo elemento como constante en los últimos 40 años: el narcotráfico, motor fundamental de nuestra economía. Este ha permitido que la denominada guerra contra las drogas, su cultivo y comercialización, sea una actividad fuerte en el entorno económico nacional, generando inmensos gastos, ingresos y empleo como cualquier otra actividad como la extracción y refinación de petróleo, el cultivo del café, etc.
Nada desarrolla más una economía que las guerras que exigen al máximo el quehacer humano, axioma en el cual los EE.UU. son expertos. Ellos han sostenido y desarrollado su economía a punta de conflictos y del mantenimiento de su aparato militar alrededor del planeta. Esto los llevó incluso a inventar guerras como la del Golfo y ahora la de Corea del Norte. Nosotros, sin proponérnoslos, hemos tenido una actividad económica fuerte con el narcotráfico y la llamada guerra contra las drogas como eje central. Hemos enfrentado conflictos y guerras alimentadas con ese flagelo a través de los años con unos costos sociales muy grandes para el país, el cual ha permeado todas las capas de la sociedad colombiana, en lo económico, en lo moral y en lo humano. Si la guerrilla no hubiese tenido el soporte económico del narcotráfico, no hubiera durado tanto tiempo y hace rato, quizás, el Estado los hubiera sometido. Un elemento tan poderoso como el negocio de la drogas ha generado ingresos altos, ha sostenido nuestra economía, pero nos ha castigado en lo social, en lo ético y en vidas humanas en todo el país.
Si el narcotráfico ha sido un elemento dinamizador de nuestra economía y nos ha sostenido, a pesar de la violencia generada en una guerra de más de 50 años con tasas de crecimiento siempre positivas, también ha demostrado ser un elemento tremendamente desestabilizador y destructor del tejido social porque ha generado costumbres, estilos, modas e inclusive modos de ser en el alter ego y en el inconsciente colectivo que han trastocado los valores más elementales que nos rigen como sociedad y como nación. Los iconos como Pablo Escobar y otros que se le asemejan han marcado nuestra sociedad y le han generado valores inesperados e inequívocos a la misma. La cultura del todo vale que se instauró en nuestra sociedad como un sello ha sido un ingrediente más en el florecimiento y expansión de la corrupción, la cual es el verdadero origen de todos nuestros males, razón por la cual es tan difícil de erradicar y de cambiar a punta de controles o sanciones económicas.
Ese estilo mafioso de hacer las cosas, de buscar el camino más corto sin miramientos es el reflejo fiel de un problema social y de una cultura que necesita reevaluarse desde sus cimientos para generar los cambios que realmente el país necesita para acelerar su desarrollo y disminuir la brecha social que crece cada día mas. Al dejar de ser la guerrilla la protagonista de todos nuestros males, empezamos a ver que realmente el narcotráfico y la corrupción son los males que han destruido al país y los que han impedido que una Colombia más justa y prospera surja con el paso de los años.