Narcotráfico, un mal de nunca acabar

Narcotráfico, un mal de nunca acabar

Colombia cuenta con un territorio afortunado. Sin embargo, esto, junto con la pobreza, se ha ido en su contra, propiciando los cultivos ilícitos que tanto benefician este negocio

Por: Alfonso Acosta Caparros
enero 24, 2019
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Narcotráfico, un mal de nunca acabar
Foto: Las2orillas

Colombia es un país geográfica y topográficamente bendecido. Cuenta con un ecosistema privilegiado a nivel marítimo, fluvial y montañoso, donde cohabitan en su aire, en su mar y en sus tierras toda clase de especies de fauna y flora, con especímenes únicos en el mundo. Bajo esas tierras, en sus entrañas, brotan toda clase de minerales valiosos. Además, cuenta con dos mares, tres cordilleras, un inmenso llano, una aún inexplorada selva en al Amazonas, montañas de cúpulas blancas de nieve perpetua y áridos desiertos con dunas como el Sahara.

Este es un país bendecido por tanta variedad y tanta riqueza, que lo coloca como uno de los destinos turísticos más apetecidos por los amantes de las diferentes facetas de esta piedra preciosa. Así mismo, el maridaje caprichoso entre clima y alturas ha logrado que su topografía sea abundantemente generosa en cultivos de hortalizas, flores y frutos tan exclusivos y raros en el mundo como la orquídea Catleya ( flor nacional) y el lulo —cuyo jugo repiten en repetidos litros tanto nacionales como extranjeros por su exótico sabor—. Tan exclusiva en el mundo como la hermosa Cattleya y el incomparable sabor del lulo es la flor de amapola y la planta de cannabis sativa, más conocida como marihuana. Sus cultivos son tan extensos que pueden llenar un país pequeño como El Salvador y de tan excelsa calidad que muy contadas  y reducidas porciones en el planeta le pueden competir. De estos cultivos una vez procesados surgen drogas como la heroína, la morfina, la cocaína y la misma marihuana.

Sabedores de esta generosidad de la topografía colombiana son los campesinos, que prefieren cultivar estas matas antes que otras por el alto precio que les pagan otros miles de campesinos armados y uniformados de estructura piramidal (Farc) u horizontal (ELN), que unidos suman más de 7.000 militantes, que crecen cada día como los cultivos y que cuantificarlos en el futuro va a ser imposible por la cantidad de hombres, mujeres y niños que reclutan día tras día. Estas plantas metidas entre un costal por su campesino cultivador pueden ser vendidas, por ejemplo, a 50 pesos. El procesador, por su parte, puede vender el producto al distribuidor a 500 pesos y el comprador lo puede adquirir a 20.000 pesos en Colombia y a 200.000 pesos en el exterior. Ah, y cuando se trafican en “ladrillos”, que sumados forman varias toneladas de droga, se vende consecuentemente por toneladas de dinero en efectivo, preferiblemente en dólares.

Lamentablemente la generosidad de la topografía colombiana, con inmensos valles cubiertos de estos cultivos, es el combustible principal para echar a andar la maquinaria del narcotráfico y mantenerla afinada y aceitada por los siglos de los siglos. Es tan rentable el negocio que muchos de los narcotraficantes más famosos a través de la historia figurarían sin problema en la lista Forbes entre las 5 personas más ricas del planeta tierra. De ahí que el Chapo Guzmán se ofrezca a pagar la deuda externa de México a cambio de su libertad eterna, que Carlos Lehder se haya comprado una isla en el Caribe; que posteriormente convirtió en centro de distribución a los Estados Unidos y Centroamérica, con una flotilla de 35 avionetas que tenían su pista propia y torre de control; que Pablo Escobar tuviera en la cárcel-mansión, que se mandó a construir en las montañas antioqueñas, cuadros de Picasso, Monet, Rembrandt, Dalí, solo para “llenar esos espacios que me quedaron en algunas paredes”.

Mientras que exista Colombia, estarán esas “privilegiadas” áreas topográficas. Mientras ellas existan, estarán los campesinos dispuestos a salir de la pobreza. Mientras ellos cultiven esas plantas, existirá quien las compre, procese, distribuya, venda el producto final terminado, compre y consuma en todo el planeta... y con eso, no se acabarán las guerrillas terroristas que acaparan con los narcos el negocio. Tampoco se acabarán los narcoterroristas que toman el volante de una camioneta, entren a toda velocidad a una escuela militar y vuelen la vida de jóvenes inocentes. Lamentablemente debo admitir que el narcotráfico, por las razones expuestas, nunca se acabará.

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