José Irizarry era un buen policía fronterizo de los Estados Unidos hasta que en 2010 conoció las fiestas en lujosos yates con bellas prostitutas latinas. El derroche de dinero y la buena vida que se daban los narcos colombianos lo embrujaron. El buen policía, que en el año 2008 se había declarado en bancarrota, habría terminado siendo amigo de los traficantes de cocaína más grandes, de los más poderosos contrabandistas y de funcionarios públicos corruptos que lo hicieron multimillonario.
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En 2018, cuando Irizarry se retiró de la DEA, la unidad antidrogas de Estados Unidos, ya no era el policía pobretón que había entrado a aquel departamento de investigación 10 años atrás. Era dueño de lujosos automóviles, casas y apartamentos en Cartagena, en Estados Unidos y en Puerto Rico, donde nació hace 48 años.
La riqueza que logró amasar el agente de la DEA la hizo gracias a las amistades oscuras que logró hacer en Colombia. Según algunas declaraciones de testigos del caso, la familia Ambuila, muy famosa por presuntamente hacer parte de un cartel de contrabandistas y lavadores de dinero desde el puerto de Buenaventura fueron parte de sus grandes amigos.
La vida del supuesto incorruptible agente de la DEA, sentenciado hoy a 12 años de cárcel por 19 cargos, entre los están conspiración para lavar dinero, fraude electrónico, fraude bancario y robo de identidad, cambió después de haber sido aceptado como agente de la DEA en 2009.
Irizarry llegó a Colombia un año después de su ingreso al departamento antidrogas más importante del mundo. Según lo confesó en una entrevista, mientras se preparaba para aterrizar en Colombia con sus maletas de investigador secreto sus compañeros gringos, que ya habían trabajado en lo mismo, ya le habían dado el peor de los consejos, el cual aceptó sin dudarlo: la lucha contra la droga es un juego y hay que jugarlo.
Desde el primer momento José Irizarry cambió los papeles de su trabajo. Lo habían enviado desde Estados Unidos para para investigar el blanqueo de dinero de los cárteles de la droga colombianos y lo que habría hecho fue unirse a narcos para ayudarles, precisamente a legalizar los montones de plata que dejaban los envíos de Cocaína y los millonarios embarques de contrabando.
Las investigaciones sobre las propiedades de José Irizarry también mostraron su contacto con el contrabando que se movía desde Buenaventura, el puerto más importante de Colombia. El mismo carro Lamborghini rojo que cuesta $1200 millones que Jenny Ambuila mostró en sus redes sociales y que puso al descubierto la red de corrupción de la que presuntamente hacía parte su papá, terminó referenciado en la investigación contra el agente estadounidense.
La acusación de la Fiscalía norteamericana sobre el agente José Irizarry tiene la lupa puesta y una demanda activa sobre un colombiano a quien no identifican, lo llaman conspirador 2. El documento dice que el conspirador 2 fue un funcionario público activo durante la permanencia de José Irizarry en Colombia y socio de un narcotraficante y experto lavador de dinero. El documento dice que este exfuncionario público hizo también negocios con la caleña Nathalia Gómez Ramírez, esposa del agente gringo.
La investigación menciona que aquel conspirador 2 usó los ingresos de las actividades de narcotráfico y contrabando movidas por Irizarry para comprar un Lamborghini identificado con el número ZHWUR1ZFTHLA05916, el mismo carro que le decomisaron en Miami a la hija de los Ambuila, quien se daba la gran vida de millonaria en Estados Unidos, la cual no habría podido costearse con solo los $10 millones que se ganaba su papá como salario en el puerto.
La amistad con la familia Ambuila fue una de las fuentes de riqueza del agente gringo. Dice la investigación que a parte de lo que él podía recibir como comisión por sus jugadas maestras con la DEA, a la que tuvo engañada por 10 años, logró quitarle al mismo departamento más de 9 millones de dólares, con lo que se daba una vida de lujo en yates, fiestas sexuales, asientos de primera clase en vuelos y en partidos de fútbol y tenis alrededor del mundo, cenas en los mejores restaurantes y todo a costas de la DEA, porque según lo decía, era parte de su trabajo para infiltrase como agente encubierto.
Después de diez años de trabajo al lado de los capos más importantes, de darse la vida de narcotraficante con la que muchos sueñan y de amasar una gran fortuna, José Irizarry está hoy en la cárcel federal en San Juan, Puerto Rico por doce años, tan pobre como cuando empezó a darse la vida de traqueto que empezó aceptando un una afirmación que hoy sigue defendiendo “la lucha contra la droga es un juego y hay que jugarlo”. Según el experto agente “No se puede ganar una guerra imposible de ganar”