Nancy D´Alessandro Pelosi está un paso de volver a ser la mujer más poderosa de la política de Estados Unidos. Hoy es la gran ganadora de las elecciones de medio periodo, fue la que guio a los demócratas a la reconquista de la mayoría en la Cámara, la que diseñó una estrategia de campaña con foco en la reforma sanitaria de Obama que sacó adelante en el 2010 cuando era presidenta de la Cámara y que está decidida a defender a capa y espada, la que se arriesgó dejando en segundo plano las migraciones, cuyo tema también había abanderado. Antes de la medianoche del martes electoral nadie tuvo motivo para dudar que la estrategia había funcionado. Ni siquiera Donald Trump que a esa hora levantó el teléfono para hablar con la mujer que será la feroz contradictora de su gobierno.
George Bush conoce bien la durísima oposición de Pelosi en el ocaso de su mandato. Porque en el 2007 ella marcó un hito histórico al ser la primera mujer que en 230 años llegó a ser presidente de la Cámara de Representantes del Congreso, el tercer cargo más importante Estados Unidos, después de presidente y vicepresidente, que en ese momento era Dick Cheney. A este cargo llegará nuevamente si los demócratas la eligen. A sus 78 años, pensaba retirarse si Hillary Clinton fuera elegida presidenta, pero ahora quiere seguir liderando su partido dos años más.
Ya lleva más de treinta representando a San Francisco, y en su distrito 12 de California le acaba de dar una gran paliza 85,5 – 14,5 a Lisa Remmer, la candidata republicana. Lo cual no debería sorprender porque Pelosi es una política de las grandes ligas que se mueve como pez en el agua en los círculos del poder, aunque algunos dentro de su partido la vean apegada a las viejas estructuras, incapaz de dar un paso al costado para abrirle el paso a los progresistas que quieran atravesarse en su aspiración de speaker de la Cámara. Ninguno de peso. “Yo sé cómo hacer ese trabajo", le dijo simplemente a The Washington Post, el lunes pasado.
Pelosi en campaña durante las recientes elecciones, desde hace 30 años gana en San Francisco.
El trabajo político lo ha conocido desde siempre. Desde antes de entrar al Trinity College de Washington. Su padre y su hermano fueron alcaldes de Baltimore en Maryland, su lugar de nacimiento, su madre una activista feminista. Pero ella solo entró a la arena política a los 47 años después de que el último de sus cinco hijos terminó la secundaria, y contó con el apoyo de su marido, Paul Pelosi, un millonario que amasó una fortuna con negocios inmobiliarios en California, cuando la joven pareja decidió irse al Oeste.
Los 78 años que cumplió el pasado 26 de marzo no dan la imagen de una abuela tradicional en esta “comeaños” acostumbrada a lucir finos trajes de marca y tacones puntilla mientras es capaz de imponer disciplina férrea entre los suyos con la más cariñosa de las sonrisas, arreglada con una que otra cirugía plástica. Una verdadera dama de hierro con guante de seda, que no cede en sus convicciones, no da espacio en la moral, y siempre, de armas tomar.
Una política de gestos profundos. Este año se plantó ocho horas ante un atril para dar voz a los dreamers, leyendo los testimonios de estos jóvenes inmigrantes indocumentados protegidos por la Ley de Acción Diferida (Daca, por sus siglas en inglés) cuyo futuro es incierto después de que Trump suspendiera el programa el año pasado. Pero no se levantó de la silla ni dio un solo aplauso cuando el presidente leyó el primer discurso del Estado de la Unión. Trump sabe a qué atenerse.
El presidente sabe que lo que viene será difícil. Estaba muy cómodo dictando la agenda del Congreso, pero ahora tendrá que contar con los demócratas y aprender a entenderse con la oposición. A estas alturas ya se ven claramente inviables polémicos proyectos como el muro con México o el desmantelamiento del Obamacare.
Pero la pesadilla de Trump empieza en la capacidad de iniciar procesos de orden fiscal, la presentación de las declaraciones de impuestos, la llave de Pelosi para abrir una investigación en el Congreso sobre las acusaciones sobre una colusión entre la campaña de Trump y Rusia en las elecciones de 2016, y el temido impeachment que tan pronto salga de la Cámara será bloqueado por el Senado. Por eso, la líder demócrata no es partidaria de él, porque cree que ello solo terminaría movilizando a los republicanos.
Nancy en una catación de chocolate, su manjar favorito
Nancy Pelosi es una batalladora que no da tregua. Es muy conocida su frase que para tener éxito en el mundo político estadounidense, uno debe "ponerse una armadura" y poder "recibir golpes". Así lo ha hecho desde que en el 2002 tomó las riendas de su partido en un momento especialmente crítico en que George Bush enfrentaba las consecuencias del atentado del 11 de Septiembre. Y no las ha soltado. Ahora tiene el nuevo desafío de lograr que los suyos la elijan cuando Estados Unidos da señales de entrar entrar en una nueva era de diversidad política y social tras las elecciones del martes. Como speaker de la Cámara podrá dedicarse a criticar sin pausa ni medida a Donald Trump, organizar las huestes parlamentarias y armar una agenda totalmente demócrata, sin por ello dejar lo más importante: una generosa porción de helado de chocolate antes de ir a la cama.
Fotos: Twitter /Nancy Pelosi, captura de video