La primera vez que llegó un equipo colombiano a Europa, en el Tour de L’Avenir de 1980, los rusos se reían de esos indiecitos insignificantes que pretendían usurpar una hegemonía tan antigua e indiscutible como los Pirineos. En las etapas llanas, con adoquines, les daban codazos, los sacaban de la carretera, los escupían, se reían de ellos. Perdieron muchos minutos al principio pero cuando llegó la montaña empezó la venganza. José Patrocinio Jimenez, uno de los escarabajos más exuberantes nacido en Ramiriquí, apenas empezaba los primeros ascensos se retrasaba a propósito para ir viendo, mientras avanzaba, como los europeos explotaban de dolor y sufrimiento. Esa vez Alfonso Florez derrotó al favorito, el soviético campeón olímpico Sergei Sujoruchenkov y le daba al país el primer título ciclístico en Europa.
Volvieron en 1983 a correr por primera vez el Tour de Francia. La burla fue la misma. Se reían de la panela que comían, de las hojitas secas en las que guardaban el bocadillo de guayaba. El multi campeón Laurent Fignon le preguntaba a Martín Ramírez si tenía cocaína. Un año después Lucho Herrera les dio una bofetada ganando la mítica etapa del Alpe D’ Huez al mismísimo Fignon. Empezaba la leyenda pero seguía el irrespeto.
Vinieron los títulos de la Vuelta a España, el podio de Parra en 1988 en el Tour de Francia, el Mundial Contrarreloj que ganó Santiago Botero en el 2002. Pero seguían subestimando en Europa al ciclista colombiano. Todo eso se acabó cuando llegó Nairo. Cuando ganó el Tour de L’ Avenir en el 2010 un alemán le dio un codazo y lo sacó de la carretera. Nairo tomó la bicicleta, se levantó y ganó. Después de la premiación buscó al ciclista europeo con un destornillador. Con él no se mete nadie.
Esa disposición de Quintana fue la que hizo que Eusebio Unzue lo fichara en el 2012. La idea era que se fuera adaptando lentamente en Europa, madurarlo cinco años y dejarlo listo para que fuera el reemplazo natural de Alejandro Valverde. Nairo no iba a ser gregario de nadie: en el Tour del 2013, cuando un accidente en su rueda trasera le hizo perder a Valverde 9 minutos, Nairo, a sus 23 años, se puso el remoquete de líder de su equipo y no decepcionó: quedó subcampeón y ganó la montaña. Un año después ganó la camiseta rosada del Giro de Italia
La súbita aparición de Nairo despertó envidia dentro de su propio equipo. Giovanni Visconti había sido campeón de Italia en el 2012 y Unzue lo contrató para que fuera gregario y darle libertades en ciertas competencias. Cuando irrumpió Nairo quedó limitado a ser un peón del colombiano. A Visconti no le gustaba que el indiecito le diera ordenes, que mandara, que se metiera hasta en los alimentos que comían sus compañeros. Todos los chistes los contaba Nairo y también los regaños. En la temporada del 2015 le dejó claro a Nairo que no le iba a hacer caso. Lo llamó Padre Padrone y pidió su salida. Hoy le ayuda a su compatriota Vicenzo Nibali en el Bahrein-Merida y cada vez que puede habla mal del de Cómbita. Nibali tampoco pasa a Nairo. No lo soporta. Hace unos días, cuando empezaba el Giro, les querían hacer unas fotos. Nairo no le dio la mano. A Nairo no le gusta que lo subestimen, no lo tolera
El periodista Jorge Enrique Rojas ganó el Premio Simón Bolívar por un hermoso perfil que le escribió después de ganar el Tour de L’Avenir en el 2010. Nairo habló mal de ese artículo porque lo hacía ver como una persona pobre, digna de lástima. Nairo no es tierno como tantas muchachas dicen, el indiecito bueno y sumiso, el buen salvaje. Nairo es un corredor despiadado que quiere ganar siempre, que se siente bien mandando en un pelotón racista, acostumbrado solo a la piel pálida de los europeos. Quintana ha revertido esa tendencia y por eso no lo quieren.
Nairo es la venganza del indio que ahora se atreve a conquistar Europa 525 años después de ser descubiertos.