El director técnico del equipo Movistar, Eusebio Unzué, afirma que el punto más fuerte de Nairo Quintana es su mentalidad. Cuando recién lo llevaron a correr a Europa con su equipo Colombia es Pasión, en pleno Tour de L’Avenir, empujaba e insultaba a los grandotes europeos que lo menospreciaban por campesino colombiano. Ganó de punta a punta la competencia y, de paso, el respeto del pedalismo mundial. Una vez regresó al país Nairo se entrevistó con el presidente Uribe quien lo recibió en Palacio de Nariño y se tomaron esta foto con el presidente vestido con la camiseta amarilla de líder.
Nairo siguió creciendo, se convirtió en el campeón que todos conocemos sin perder el contacto con la realidad. Contrario a lo que dice el incomprensible Gabriel Meluk, yo creo que un deportista es aún más grande cuando tiene una posición política. Maradona no es lo mismo que Messi no solo porque se ganó él solo un mundial de fútbol sino porque siempre se metió en donde nunca lo llamaron. Hasta se tatuó un Che en el brazo. Muhammad Alí fue el mejor de todos los tiempos por su estilo de bailarín —una mariposa que picaba como abeja— y porque fue consecuente con los 60, la época de cambios que le tocó vivir. A Nairo no le gusta que le tengan pesar porque nació en una familia campesina. Él vive orgulloso de ese origen y grita a los cuatro vientos que no es ningún pobrecito. Cada vez que puede apoya las causas del campo. En el referendo, a diferencia de James y de la misma Mariana, tomó partido por el Sí. A simple vista no pareciera un uribista pero él, estratega como es, cada vez que puede recurre al expresidente.
Uribe, confeso admirador del boyacense,
buscó a Hernán Cadavid, asesor suyo en el Congreso,
para obtener el apoyo de algunas ligas por intermedio de gobernadores
En enero, en plenas elecciones para la presidencia de Fedeciclismo, Nairo llamó a Uribe para pedirle ayuda. Su candidato a la Federación, el hombre que podía desbancar a Jorge Ovidio González de un reinado de diez años, el exgobernador de Boyacá Fernando Flórez, era el candidato del ciclista y quería recibir un apoyo extra. Uribe, confeso admirador del boyacense, buscó a Hernán Cadavid, asesor suyo en el Congreso, para obtener el apoyo de algunas ligas por intermedio de gobernadores. En este caso la jugada no funcionó. González volvió a ganar la votación con amplitud.
A Nairo uno lo perdona todo. Es un jugador y mueve sus fichas tanto en el lote como en la política. La victoria de Flórez le hubiera servido más al ciclismo nacional que la perpetuación de González en el poder. Es una verdad de a puño. Basta ver el trato a los ciclistas en las pasadas Olimpiadas y el estado en el que están clásicas como la de Fusa o la misma Vuelta a Colombia. A Nairo yo le perdono todo hasta que a veces, por su ambición, por sus ganas de ganar, sea uribista.
Ahora, ya concentrado en Europa, listo para debutar el 5 de mayo en el Giro de Italia, todos cerramos filas en torno a él. Con el mismo fervor que gritamos con la medalla de oro ganada en Río por la uribista confesa Mariana Pajón, estaremos los mamertos más bobos, como yo, alentando al deportista más grande que ha dado este país.
