Me estaba cansando de la W Radio. Hace rato no arrojan un dato. Soy periodista y uso la radio –sobre todo en tiempos de pandemia- como una fuente más. No puedo dormir. La madurez es la pérdida de la energía, y el fin del sueño reparador. Así que desde las cinco sintonizo a Julio. Antes me llenaba de temas para los consejos editoriales. Ahora es el desierto. Decidí cambiar. Así no crea en los cambios a veces es mejor abandonar los hábitos. Puse Caracol Radio. A Gustavo Gómez Córdoba le gustan los Beatles, tan mal gusto no debe tener. Steven Arce es un buen muchacho y es mejor periodista que César Augusto con todos los años. No lo soporté. Una vez más fracasaba en mi intento de dejar a Julio Sánchez Cristo.
No tengo gatos pero sí radios viejos. En el centro de la sala un Panasonic de los setenta. Es excitante mover el dial, hacer mover la rueda es como retroceder en el tiempo. Lo dejé en Caracol una mañana, una puta mañana. A mi esposa la despertó el ruido. “¿estás tan viejo que te dio por escuchar AM?” me espetó. Julio fue el primero que transmitió noticias en Frecuencia Modulada en 1991. Colombia y su radio entraban por fin a la modernidad. No importa la frecuencia que transmita, Julio Sánchez Cristo tiene la elegancia que alguna vez poseyó el F.M. No importa lo que diga, con esa voz y esa frescura, siempre será importante escucharlo. Es un efecto hipnótico.
Detesto la gente, sobre todo la que emite sentencias sin saber de lo que habla. En twitter no hay día que la palabra “Julito” no sea tendencia. Los petristas, fanáticos como Testigos de Jehová, le reprochan un supuesto favorecimiento al uribismo. Los seguidores del Gran Colombiano señalan a Sánchez Cristo de guerrillero. Mientras tanto los santistas no dicen nada porque los únicos santistas que conozco son Martín y Esteban. En las últimas semanas, en medio de la pobreza de datos que caracteriza al encerrado periodismo mundial, la W Radio ha tenido la valentía de tomar partido. La independencia que le da Julio a los periodistas que lo acompañan siempre ha sido ejemplar. Félix es punzante y abiertamente antiuribista, Johana Fuentes no esconde el desprecio que le tiene al machismo galopante del Centro Democrático, Calvás es un muy culto ateo irredento cuyo único Dios podría ser Julio Iglesias. Alberto Casas Santamaría tiene los suficientes compromisos con amigos cercanos como para tomar partido y Lucas es, sin duda, y desde hace muchos años, el periodista político más dateado de Colombia. Lo que ha cambiado es el propio Julio, incapaz de esconder la rabia que le produce la lentitud de la vacunación, los lambones del congreso que quisieron alargar el periodo de Duque dos años más, y, en los últimos días, la valentía que ha tenido para defender a los colombianos del proyecto de Reforma Tributaria que le entregó Carrasquilla al Congreso. Además, ha soltado las cadenas para que Martín y Peláez despotriquen como quieran de Sarmiento Angulo en su espacio a las dos de la tarde.
La única mesa de análisis que podría hacerle frente a la W Radio es Blu, pero la hipocresía de Nestor Morales con la droga, con el antiuribismo, su cercanía con Duque, hace imposible que le crea una sola palabra. No volveré a mover el dial de mi viejo Panasonic. Como todo señor colombiano no dejaré mi costumbre de despertarme cada madrugada con una radio encendida. Por más horrible que se vislumbre un lunes, todos los temores se disipan si Julio dice que son las cinco de la mañana, así sea en Fort Lauderdale.