Una revista británica ha realizado una encuesta entre hombres, dividiéndolos en tres grupos de edades, en la que encontró que sus preferencias sobre probables parejas es aplastante: la mayoría eligieron mujeres entre 45 a 65 años. Casi todos coinciden en que son más inteligentes y más sexys.
Sin embargo, la auténtica respuesta la da un análisis de la revista británica. Las mujeres de mi generación son las mejores y punto. Hoy tienen entre 45 y 65 y son bellas muy bellas, también serenas, comprensivas, sensatas y sobre todo endiabladamente seductoras. Esto, a sus incipientes patas de gallo, y esa afectuosa celulitis que capitanea sus muslos, que las hace reales, hermosamente reales.
Casi todas, hoy, están casadas o divorciadas o divorciadas y vueltas a casar; con la idea de no equivocarse en el segundo intento. Que a veces es un modo de acercarse al tercero y cuarto intento. Pero no importa.
Otras, aunque pocas, mantienen una pertinaz soltería, y la protegen como ciudad sitiada que, de modo, cada tanto, abren sus puertas a algún visitante. Son muy pocas de las de más de 45, que les importa lo que tu pienses que ellas hacen
Las de más de 45 tienen cubierta su cuota de relaciones “importantes”. Ellas son generosas en alabanzas, saben lo que es no ser apreciadas lo suficiente. Tienen la capacidad y seguridad en sí mismas como para presentarte ante sus amigas.
Las mujeres se vuelven psíquicas a medida que pasa el tiempo, no necesitas confesarles tus pecados, porque ellas ya los conocen. Son honestas y directas. Te dicen de frente que eres un imbécil, si es lo que sienten sobre ti. Tenemos muchas cosas buenas que decir de las mujeres de 45 a 65, y por “múltiples razones”. Punto.
Una mujer de más de 45 se conoce lo suficiente para estar segura de sí misma, de lo que quiere y con quien lo quiere
Las mujeres de mi generación son las mejores. Y punto. Hoy tienen cuarenta y pico, incluso cincuenta y pico, y son bellas, muy bellas, pero también serenas, comprensivas, sensatas, y sobre todo, endiabladamente seductoras, esto a pesar de sus incipientes patas de gallo o de esa afectuosa celulitis que capitanea sus muslos, pero que las hace tan humanas, tan reales. Hermosamente reales.