Nadie, y menos yo, está en contra de la lactancia materna. Un artículo reciente de El País se titula “Por qué la lehe materna no se puede sustituir por nada”. Y esa es la verdad médica aceptada en este momento: nacemos preparados para alimentarnos exclusivamente de nuestra madre los primeros meses de vida. En condiciones normales ni agua necesitamos. Digo que yo no puedo criticar la lactancia materna pues cuando estudiaba medicina uno de mis tempranos ideales fue dedicarme a promoverla.
Durante los setenta era muy frecuente e impactante ver infantes desnutridos y deshidratados en los servicios hospitalarios de urgencias. Todavía mis dedos recuerdan los pliegues cutáneos, signo de deshidratación aguda, de esos niños de mirada opaca y mucosas secas. La mayoría morían. Entonces apareció la hidratación oral con soluciones hechas en casa: un litro de agua hervida con seis cucharaditas de azúcar y media cucharadita de sal, si recuerdo bien la receta. Todo eso me convenció muy temprano en mi carrera que el médico es fundamentalmente comunicador y educador. Para combatir la desnutrición leí muchos artículos de los esposos médicos Jeliffe quienes con trabajos de campo en África y el Caribe demostraban las ventajas de la lactancia materna. Estas ideas eran un poco contraculturales en aquellos días cuando un regalo frecuente a las familias que acaban de tener un bebé era una olla esterilizadora de teteros. Yo me sentía un poco apóstol de una medicina revolucionaria hablando a las madres de las ventajas de dar pecho al recién nacido. Todavía hoy sostengo que es esencial intentar lactancia materna durante el primer año o por lo menos los seis meses iniciales de vida pero… hay que hacer otras consideraciones.
He sido testigo de las dificultades de mis sobrinas y nueras que me han puesto a pensar en los problemas reales y cotidianos de una madre lactante. En orden cronológico lo primero es la “bajada de la leche” con todas las recetas folklóricas de amigas, vecinas y páginas web sin ninguna evidencia comprobada. A la joven madre puérpera o recién parida, no sé que suena peor, la acosan con diversos consejos. Honestamente considero que las repetidas y autoritarias recomendaciones, a veces contradictorias, disparan algunas depresiones posparto. Luego durante la primera semana aparece el lactante que insiste en morder el pezón. Hay unos que lo hacen como con saña no sé por qué. Si la piel se irrita o ulcera puede ocurrir mastitis y eso sí es un infierno. Se necesita un fuerte carácter materno (que la mayoría de las mujeres poseen aunque no todas) para saltar estos primeros “problemitas”.
Luego viene un período de paz y gozo por varios meses. Hasta que la mamá usualmente debe volver a trabajar y surgen los obstáculos sociales a la lactancia. La madre no puede llevar al niño a su sitio de trabajo y ningún patrón concede permisos cada tres o cuatro horas para alimentar al niño. Una solución frecuente hoy es la bomba de extracción de leche y los biberones. Aunque, como se lee en una historia un poco extraña de la BBC, pueden obligar a la madre a desechar por seguridad antiterrorista la leche recogida antes de subirse al avión si no viaja con el bebé. Con todo esto no es fácil dar pecho al niño durante el primer año. Pero la lactancia materna sigue siendo admirable y óptima como alimentación humana básica. Lo cual hace necesaria su promoción. Pero al promoverla podemos cometer algunos errores.
En EE. UU. el Departamento de Salud y otras agencias públicas han centrado el mensaje educativo en el lema “Dar pecho es natural”. La doctora Jessica Martucci investigadora en bioética de la Universidad de Pennsylvania ha llamado la atención sobre lo discutible y quizás peligroso de aducir la obligación natural de una medida de salud. Explica Martucci que ello puede llevar a oponentes de la medicina “no-natural”, por ejemplo vacunas, a radicalizar su posición ideológica. Si se promueve algo bueno para la salud, en este caso la lactancia, por natural puede interpretarse equivocadamente el mensaje como “solo es bueno lo natural”.
“Es simplista sugerir que las cosas naturales
son siempre buenas
y las no-naturales malas”
El Instituto Nuffield de Bioética en Oxford lo ha expresado claramente en un comunicado de prensa: “Es simplista sugerir que las cosas naturales son siempre buenas y las no-naturales malas. Pero vemos implícito este mensaje en los medios de comunicación, la publicidad y el mercadeo de muchos productos que compramos”. Yo personalmente dudo de toda propaganda que califique un producto como natural. Y me preocupa que la lactancia caiga en esa publicidad engañosa. Sería mejor llamarla recomendable, beneficiosa, óptima. Y ahorrarse el término natural.
Además lo natural no es obligatorio al hombre. La naturaleza humana no contiene rígidas reglas de conducta ni podemos obligar a las madres a dar la teta siempre.