"¡Nada teme el que nada debe!"
Veredicto esgrimido a lo largo de los años en diversos contextos, utilizado hoy para referirme a la actitud abierta, amplia, auténtica con la que el presidente Petro se comporta, pienso, tal cual es, sin aprensión, máscara, miedo, pretensión alguna, pues como asegura, no tiene nada que ocultar, ni temor, recelo a ser descubierto, juzgado, mostrándose dispuesto a asumir -impasible- la responsabilidad de sus actos, acciones, las consecuencias de las decisiones; a aceptar sin sonrojarse, sin ningún afán por evadir las críticas, aún las equivocaciones; a discutir la razonabilidad de las mismas, a aprender de ellas, a rectificarse de ser necesario, como a pedir excusas sin cálculo.
Clara, clarísima, fehaciente demostración de su autenticidad, compromiso, integridad, respeto por la verdad, fortalezas básicas, fundamentales para inspirar confianza, credibilidad, para construir relaciones sólidas, productivas, duraderas.
Premisas, coraza con las que enfrenta, torea la avalancha de gratuitos improperios lanzados por sus malquerientes, por la cáfila de esbirros y mercenarios, coludidos con el innombrable, instruidos -entre bambalinas-, manipulados por el cobarde, maloso, pérfido, perverso, sibilino, siniestro, tóxico espécimen que me ocupa, que intenta, procura -vanamente- encubrir, esconder su petrofobia, odio -incurable- por su némesis y por la izquierda por él encarnada, a quien considera el mismísimo diablo.
Halcón que desde la pérdida el poder, del blindaje brindado por el cuestionado, desacreditado, ruin exfiscal Barbosa, se muestra ansioso, impaciente, excitado, fuera de quicio, en un fundado estado -inocultable- de desazón, pánico por las expiatorias, presagiadas rejas que lo aguardan, ordenadas por un incorruptible juez -que los hay-, lo que haría innecesaria la diferida Comisión Internacional Contra la Impunidad prometida por el presidente Petro, a semejanza de la dirigida en Guatemala por el temido Iván Velásquez y la actual cualificada fiscal, Luz Adriana Camargo.
Origen de los enojos, reconcomios del prontuariado santurrón -de mala entraña- que, ante la no descartable posibilidad de verse -en justicia- enjaulado por las que debe y teme, se muestra desmedidamente afanoso por disipar, entretener -con sus ayayeros- al Presidente, con las marchas impulsadas por su atrincherado sanedrín de altavoces, autosugestionados con el cuento que la recuperación del poder está a la vuelta de la esquina. Soñar no cuesta nada. Eventualidad -la de la cárcel- que lo tiene razonablemente en cuidados intensivos.
Pandilla de acérrimos, hirsutos enemigos del CAMBIO contra el que el furibismo marcha por calles y plazas a lo largo y ancho del país, con garantías plenas -como debe ser- en cumplimiento del artículo 37 de la Constitución, sin temor a ser baleados, gaseados, reprimidos como ocurrió en el desgobierno del inepto cipayo, Iván Duque, que imperdonablemente ordenó masacrar a 60 jóvenes, otro tanto enceguecidos, lisiados, ganándose merecidamente el rótulo de ‘TERRORISTA’, que instauró además el “borreguismo”, asestó un golpe mortal al tejido social patrio.
Improvisado, descarriado, teledirigido, arrodillado lame pies ‘que dijo Uribe’, contra el que marcharon los jóvenes por la falta de oportunidades laborales; la ninguna educación de calidad; la conejeada meritocracia; la corrupción; impunidad; amiguismo; la anarquía, incuria, podredumbre; por los desalmados, despiadados, infames falsos positivos, las ominosas masacres, todo lo cual alcanzó inimaginables cotas; justos reclamos apagados por el ESMAD, coadyubado por la cauda de sayones y secuaces, como Andrés Escobar, sorprendido in fraganti disparando a los manifestantes en Cali, concejal del Centro Demoníaco, hechura de la insufrible, impresentable María Fernanda Cabal -Regina 11 del furibismo-. Represión -de vértigo- causante del incesante desangre que padece Colombia y que se resiste a desaparecer.
“No soy Álvaro Uribe” debió declarar el presidente Petro, al séquito de incondicionales del halcón del Ubérrimo, cuya bancada, conformada por el 35 % fue elegida con el beneplácito de las AUC, según Mancuso; logia que, enmascarando su cinismo, su mala leche, lo recibieron -desafiantes- en el Congreso, con lágrimas en los ojos lo aplaudieron, vitorearon.
Judas convertidos en sus virulentos enemigos como de quien los combatió, el presidente Petro, los que, a semejanza de los Borbones, “ni aprenden ni perdonan ni olvidan”, sin que cejen, paren de descalificarlo por su antigua militancia en el M-19, como si este y el movimiento “no se hubieran desmovilizado y firmado la paz hace aproximadamente 35 años”.
Animosidad, inquina resultas de sus valerosas delaciones referidas al vínculo umbilical del paramilitarismo con las ‘Convivir’, que algunos confesos, sistémicos ejecutores, impulsores reconocieron y que, en ínfima parte, fueron enjuiciados. Destape que continuó con del cartel de la contratación, ejercitado por delincuentes de cuello y corbata.
Por la lucha contra el clientelismo, la corrupción, la desigualdad, la exclusión, inequidad, pobreza, robadera; la injusticia social, los crímenes de lesa humanidad -imprescriptibles- contra anónimos civiles e imberbes jovenzuelos desempleados, minusválidos y los mal llamados desechables.
Ensalzada limpieza social, derivas de descalificada “política de la Seguridad Demoníaca” impuesta a sangre y fuego, vigente en los aciagos, genocidas, indolentes períodos comprendidos entre el 2002 y 2022, por el 39.º Presidente -para el olvido- de Colombia.
Rabia -inextinguible- contra quien osó rebelarse contra tanta ignominia, por desentrañar las aberrantes, flagrantes actividades 'non sanctas' resumidas en los empolvados, engavetados expedientes, como el de ‘Los doce apóstoles’, que lleva más de dos décadas esperando la sentencia, dilatada por el ‘venerado monarca’, embadurnado -hasta la coronilla- por la vergonzosa impunidad, debida a la falta de juzgamiento, extendida sistemáticamente al cúmulo de sindicaciones del torcido personaje, que no cesa de lloriquear por la “injusta” persecución política.
Lastimoso gimoteo actoral, el último ocurrido ayer con el respectivo blanqueo de ojos al inicio -luego de seis años- de la audiencia por “sobornos a testigos y fraude procesal, ampliado por el caso de la condenada exfiscal, Hilda Niño, reclutada para fraguar -presumiblemente- unos cargos contra el exfiscal Montealegre y su vicefiscal Perdomo”. Vaca ladrona no olvida el portillo.
Primera vez que en Colombia un expresidente comparece en calidad de acusado ante un juez, gracias a dos bizarras, insobornables, verracas juezas de Circuito y al intachable Tribunal Superior de Bogotá, que a una desestimaron la urdida tramoya de la preclusión articulada por el inescrupuloso Gabriel Ramón Jaimes, paje del despreciable, prepotente, pusilánime exfiscal Barbosa. Componenda duplicada por un par de subalternos, negada por contraevidente,
Fiscalía que con abandono de su función misional, se sumó al oneroso, fracasado staff defensor del acorralado, encartado belcebú, leguleyos expertos en dilatar los procesos, que al naufragar, acudirán en subsidio -póngale la firma- al ‘VENCIMIENTO DE TÉRMINOS’ con la consecuente prescripción de la acción penal del -culpable, inevitablemente culpable- prontuariado, a costa del ignominioso, infamante baldón de ¡Inocente por prescripción! que, con la indeleble condena social, cargará por el resto de su vida, sin derecho al olvido.
En venganza, el susodicho movió al obsecuente, Álvaro Hernán Prada, tirabeques que funge como magistrado de la CNE, cuya presencia deshonra, profana, ultraja la entidad, en razón a su ilegítimo comportamiento, inhabilitado -moral, éticamente- para investigar, imputar cargos al presidente Petro que goza de fuero constitucional, usurpándola función a la desprestigiada, impopular Comisión de ‘Absoluciones’.
Asquiento zascandil, subjúdice, que compareció el pasado miércoles 15 con el imaginario traje de rayas de presidiario (que lo será), ante la Sala de Primera Instancia de la CSJ, que lo incrimina como “presunto cómplice del delito de soborno a testigo en actuación penal con causal de agravación”.
¿Puede una persona que es juzgada por intentar que alguien falte a la verdad, juzgar a otros de quienes asegura que faltaron a la verdad? Traslado el interrogante hecho por la acreditada periodista, Cecilia Orozco, a los siete togados de la vapuleada CNE, que decidirá sobre el pasquín suscrito por el desvergonzado acusetas, sobre el que pende la espada de Damocles de una irreversible condena.
Tomo prestado -para concluir- el oprobioso desaguisado de un desahuciado, sectario uribista: “Nosotros odiamos a los petristas y al petrismo, incluso, los mejores de ellos los consideramos nuestros peores enemigos”. Venenosa diatriba que lo dice todo.
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