Fenómeno curioso el comportamiento electoral de los votantes por Gustavo Petro. Hace cuatro años, en la consulta de su coalición, Inclusión Social por Colombia, sacó 2,8 millones de votos, y su partido Lista de la Decencia, medio millón. El 13 de marzo, en la consulta de su nueva coalición, el Pacto Histórico, sacó 4,5 millones y su partido 2,3 millones. En ambos casos más del 80% del total de votos. Su capacidad para trasladar su intención de voto a sus listas parlamentarias subió de 18 % a 50 %.
Aun así, tratándose de un movimiento caudillista, con listas cerradas, es difícil entender que ese endoso de votos no sea más elevado. Su hubiera habido un endoso total, habría duplicado el número de senadores elegidos y estaría mucho más despejada su carrera a la presidencia. Eso mismo le sucedió al Centro Democrático, en el otro extremo del espectro ideológico, también caudillista y con listas cerradas, cuando en el 2018 Iván Duque sacó en la consulta de la Alianza por Colombia 4 millones de votos y su partido el Centro democrático, 2,5 millones.
Lo cual quiere decir que la dinámica de las elecciones presidenciales y de las parlamentarias es muy distinta, mediadas estas por los intereses regionales y el virtual control de muchas de las curules por maquinarias políticas. Y que los caudillos nacionales basan su influencia más en la opinión pública que en las organizaciones partidistas, lo cual no es precisamente el descubrimiento de la pólvora, pero es bueno ponerlo en cifras, porque esa discrepancia entre los votos presidenciales y los legislativos es el origen de los problemas de gobernabilidad de los presidentes que se eligen de esa manera.
De otro lado, Gustavo Petro sacó en la primera vuelta presidencial de 2018, 4,8 millones de votos, lo cual le permitió pasar a la segunda. Esa cifra es muy parecida a la obtenida en la consulta del pasado domingo que fue de 4,5 millones, que parecen ser los votos que siempre lo acompañan. Si suponemos, en gracia de discusión, que en los dos meses venideros aumentara dos millones de votos, como hace cuatro años, sacaría 6,5 millones en la primera vuelta, lo cual le permitiría pasar a la segunda, pero muy lejos de ganar en primera.
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Si en los dos meses venideros Petro aumentara dos millones de votos, como hace cuatro años, sacaría 6,5 millones en primera vuelta, que le permitiría pasar a segunda, pero muy lejos de ganar en primera
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En la elección presidencial del 2018, votaron 19,6 millones de personas (igual, en ambas vueltas, lo cual quiere decir que no hubo votos nuevos, sino que se reacomodaron los existentes). Iván Duque ganó esa elección con 10 millones de votos. Como este año cabe esperar en las presidenciales una votación cercana y aún superior a 20 millones (fue de 18 en las parlamentarias) y solo cerca de 12 votaron en las consultas, hay 8 aún por conquistar (34 %). El ganador va a necesitar al menos esos mismos 10 millones para ganar en cualquiera de las dos vueltas y Gustavo Petro estaría un tanto lejos de conseguirlo si no consigue nuevas e importantes alianzas.
Es muy difícil en una democracia multipartidista, ganar en primera vuelta, aunque casos se han visto en circunstancias excepcionales. El solo hecho de que haya varios candidatos (y en Colombia hasta el momento hay 8), cada uno de los cuales muerde algo del electorado vuelve un imposible matemático obtener el 50% más uno de la votación. Y por la vía de las coaliciones que se puedan hacer, se le enreda el camino a quien va adelante. Así que hoy nada hay escrito sobre quién va a ser el próximo presidente de la República.
Pero tampoco es tan sencillo el argumento de que Gustavo Petro es derrotable, porque todos los partidos, movimientos y aun la opinión pública que no lo apoya, se unirían para que gane su oponente quienquiera que sea. Todo depende del oponente. Revivir el escenario de una confrontación entre la derecha y la izquierda que continúe haciendo imposible la vida política colombiana, es la peor de las opciones. Lo único que cambiaría sería el orden de los factores, que si alteran el producto final. En vez de una derecha poderosa enfrentada a un líder de la izquierda en ascenso, donde gane la primera, como hace 4 años, tendríamos un líder consolidado de la izquierda, enfrentado a un líder en ascenso de la derecha, con los resultados previsibles.
¿Y qué papel le queda al centro político que lame las heridas que le dejó el hecho de que su consulta fuera de lejos la menos votada? Dos. Uno recoger con entusiasmo las banderas de una propuesta de reconciliación política nacional, alejada del continuismo que representa la prolongación en el tiempo de la derecha en el poder, maltrecha y vestida con piel de oveja, pero también de los riesgos del populismo de izquierda. Y el otro, ser el fiel de la balanza que va a decidir el destino de la segunda vuelta presidencial.
Sano el mecanismo de las dos vueltas presidenciales, porque son una oportunidad de construir la gobernabilidad presidencial y crean un emocionante ambiente de incertidumbre, donde todo puede suceder. Nada está decidido hasta que todo esté decidido.