Por el canal regional Telepacífico se emite un programa que se denomina “la hora del martillo” cuyo conductor es el periodista Diego Martínez Lloreda haciendo honor al apodo con el que se le conoce. El pasado 7 de octubre “caí” en ese espacio; conversaban sobre los iconos de ciudad después de lo acontecido el 28 de abril de 2021 en Cali, y dos eran sus invitados: Valeria Eberle y Juan Carlos Ponce de León.
Un tema verdaderamente apasionante. Es una lástima que el conductor, moderador, no comprenda cuál es su papel, y asuma que su función sea la de editorializar y tomar posición; su trato a Valeria Eberle, una persona, educada, informada, inteligente, moderada, respetuosa, fue enormemente despectivo, burlón e intolerante. Esto no tendría importancia ninguna si no fuera porque es, por desgracia, la manera en que nuestra ciudad agencia de manera recurrente sus asuntos: Si usted no está de acuerdo con lo que yo digo y con lo que yo pienso, su opinión tiene poca importancia. No somos capaces de escucharnos. En la capital del cielo es difícil intercambiar y es precisamente de esas actitudes y de esas maneras de las que estamos verdaderamente aburridos los caleños. Cuando decimos que somos incluyentes y respetuosos, es eso: solo un decir, porque en nuestras actitudes diarias vulneramos e irrespetamos las opiniones de otros, aunque les manifestemos que sus intervenciones son muy importantes. Solo vean esa pieza periodística para que entiendan de qué hablo.
Nuestra ciudad necesita otras maneras de agenciar los asuntos, y por ello el Acuerdo por Cali se hace cada día más relevante. Los ejercicios de memoria histórica son indispensables. Entender el papel de Cali como ciudad región y como un hervidero de asuntos sociales de toda índole, sin mayor atención por parte de la sociedad. Una Cali con inmensas mayorías negras, muchos de los cuales se encuentran en extrema pobreza, que no tienen ni voz ni voto.
________________________________________________________________________________
¿Por qué los jóvenes tienen nuevas denominaciones para los espacios urbanos, y hablan de puerto resistencia, de la loma de la dignidad, del puente de las mil luchas?
________________________________________________________________________________
No nos damos oportunidades para entender cuáles son las dinámicas de esta ciudad y de esta sociedad. ¿Por qué los jóvenes tienen nuevas denominaciones para los espacios urbanos, y hablan de puerto resistencia, de la loma de la dignidad, del puente de las mil luchas? ¿Por qué los indígenas Misak consideran que deben hacer justicia derribando la estatua del fundador de la ciudad? ¿Por qué a pesar de las normas y decretos que se citan no nos damos la oportunidad más allá de la ley de dirimir y de oír las diversas opiniones y buscar una convergencia entre los que creen y los que no, que Sebastián de Belalcázar debe regresar a su pedestal, e intentar una posición compartida re simbolizando ese hito de ciudad? ¿Por qué nos molesta la estética del monumento a la resistencia con el cual se identifica una inmensa mayoría de ciudadanos y por qué no nos detenemos a tratar de entender qué es lo que comunica?
Lo que ocurrió el 28 de abril en Cali, además de los dolorosos episodios que dejaron destrucción y violencia nos debe mover a agenciar los asuntos de otra manera y a entender que, aunque no se patrocinan las vías de hecho somos una comunidad con otras demandas y otras lecturas porque así a algunos no les parezca, los símbolos no son eternos.
Todo en la ciudad es difícil. Recuerden la polémica con el monumento de Jovita que hoy tantos admiran. Ese monumento se tramitó y se financió desde la Secretaría de Cultura de la ciudad en épocas de Apolinar Salcedo y se culminó en la Alcaldía de Ramiro Tafur. Bastantes debates se enfrentaron, en su momento, con ciudadanos indignados pues se le rendía culto a una loca.
Que vuelva la locura de nuestra querida Jovita a impregnar a los caleños y caleñas pues tal vez es lo que nos hace falta para resolver los conflictos sociales que hoy aquejan a nuestra ciudad.