Parecieran datos de suma importancia, y no hay país que no los solicite como requisito de entrada a sus dominios. Por supuesto tienen una justificación estadística y hasta de “seguridad nacional”, pero más comúnmente son mal usados para ejercer control social. Como lo demuestran cada día un montón de tiranos en todos los continentes, son utilísimos para segregar, discriminar, matonear, abusar, estafar, humillar, explotar y lastimar. Más que alimentar estadísticas, alimentan miedos.
Pero a algunos no nos importan. Es más, diría yo que a la mayoría. En nuestro caso, considero que un colombiano que se rebaje a juzgar basado en estos datos es porque no ha aprendido la lección. No tenemos autoridad moral para hacerlo, cuando nos quejamos tanto del trato que nos dan quienes lo hacen, y trabajamos tan duro para que dejen de hacerlo y cambien la imagen que tienen de nosotros. Y ojo que no solo hablo de los prejuicios de nacionalidad, sino de toda clase. Entiendo que hay grupos poderosos llenos de odio, resentimiento, mojigatería, creencias y prácticas medievales, y sobre todo miedo, que quieren infectar al resto de la sociedad con su torcida visión del mundo, pero estoy seguro de que colapsarán bajo su propio peso (aunque tantos ingenuos sigan fortaleciendo sus fundaciones con sus miedos y rencores personales).
Va uno por el mundo conociendo gente que ha tenido que soportar estas discriminaciones, esta negación de los derechos que todos tenemos, bajo pretextos vacíos, prejuicios y estereotipos amañados, y/o argumentos infundados en mitos y leyendas, en leyes arbitrarias queun grupo de orates, afectados por el calor del desierto y la falta de agua, establecieron hace ya más de dos mil años. Gente que a pesar de todo esto sigue luchando por lo que nadie debería tener que luchar, y lo hace con la frente en alto y sin perder de vista el objetivo de vivir tranquilo, sin molestar y sin ser molestado. Gente que contribuye más a la construcción de una sociedad justa y tolerante que aquellos que se llenan la boca (y la supuesta “alma”) con palabras de amor al prójimo y que justifican la ineptitud (¿o indiferencia?) de su deidad para ejercer su supuesto poder infinito:
Si dios quiere prevenir la maldad, pero no puede, entonces no es omnipotente. Si puede, pero no quiere, entonces es malvado. Si puede y quiere, ¿entonces de dónde viene la maldad? Si no puede ni quiere, ¿entonces por qué llamarlo dios? (Epicuro)
Regreso esta semana de un viaje lleno de cosas maravillosas, de experiencias que no me canso de vivir y que alimento cada que puedo conociendo nuevas culturas, conversando con la gente en las calles y parques, usando el transporte público y metiéndome a los mercados populares. Pero lo mejor que me traje esta vez fue una nueva amistad, la fortuna de haber conocido una pareja de esas que ha tenido que luchar incansablemente por sus derechos y lo ha hecho sin bajar las manos, contra todo tipo de matoneo, de insultos, de argumentos vacíos, de miedos, y de odio y resentimientode quienes no soportan que otros sean felices mientras ellos son miserables. Una pareja que a pesar de esto sigue enamorada de la vida, la disfruta al máximo, y le entrega a la sociedad tanto del amor que esta le ha negado. Una pareja auténtica, honesta y sincera; unos verdaderos amigos. Y considero que lo mejor que le dejan a la sociedad en la que viven es una semilla que ya está sembrada y echando raíces. Una semilla de un árbol con una flor muy bonita, que se llama respeto, y un fruto muy dulce, que se llama tolerancia. La gente va cambiando de opinión, pero se necesitan estos valientes personajes que sacrifican tanto para que lo haga. Y es que hasta los infalibles dioses pueden cambiar de opinión, incluso frente al homosexualismo:
Si Dios puede claramente cambiar de opinión acerca de –digamos mejor superar– su obsesión por los sacrificios de carne y el olor de las ofrendas quemadas, ¿no deberíamos suponer que ha sido capaz de volverse menos homofóbico a lo largo de tres milenios? (Earl Doherty)
Dios parece evolucionar (¡ay! “Evolución” no es una palabra compatible con ningún dios). Pero sus representantes en la Tierra parece que no han recibido el mensaje. ¿Será que nunca lo han sido en realidad? Termino con una frase del nobel de Literatura y gran humanista Bertrand Russell:
Uno encuentra al darle una mirada al mundo que cada pedacito de progreso hacia la compasión humana, cada mejoramiento de la ley criminal, cada paso hacia la disminución de la guerra, cada paso hacia un mejor trato de las razas “de color”, han recibido constante oposición de las iglesias organizadas del mundo. Yo digo, de manera bastante deliberada, que la religión cristiana, tal y como está organizada en sus iglesias, ha sido, y continúa siendo el principal enemigo del progreso moral en el mundo. (Mis comillas.)