Dentro de la rueda del tiempo de nacimiento y muerte, en la que las almas humanas estamos circunscritas, el alma, una vez ha abandonado un cuerpo y después de un breve lapso de tiempo, entra en otro cuerpo para continuar su jornada de renacimientos o reencarnaciones.
Factualmente, el alma entra en el vientre materno a los cuatro meses de gestación, cuando entonces se puede hablar ya de dos seres o individualidades.
Un alma es una entidad inmaterial y eterna, pensante y sintiente con forma de punto de luz de energía consciente; está situada en el centro de la frente, razón por la cual es llamada "tercer ojo de sabiduría" por los orientales.
La naturaleza del alma es de paz, amor, felicidad, alegría, conocimiento.
Dios, el alma suprema, también tiene la forma de punto de luz; difiere de las almas humanas en supremacía de atributos, perfección constante y no entrar en el ciclo de nacimiento y muerte; permanece inmutable en el mundo de las almas, la morada original, una extensión de luz rojiza dorada, de silencio, paz, más allá del universo físico, el sol, la luna, las estrellas.