Colombia se precia de ser un país democrático, pero en la práctica no lo es; en todos los escenarios falsamente lo pregona, pero resulta poco creíble y poco convincente. ¿Cómo va a ser democrático un país donde impera tanta desigualdad social, donde existen 22 millones de pobres, falsos positivos y corrupcion rampante? Esto por solo mencionar unas pocas pruebas. La base de la democracia es la igualdad, y resulta que somos el segundo país más desigual del continente, según el índice Gini, que mide el nivel de desigualdad.
Tenemos un remedo de democracia, frágil y precaria, y este desgobierno ha profundizado esa percepción. "La democracia más antigua de Suramérica", dicen orgullosamente. El realizar periódicamente elecciones (por cierto manipuladas) no te hace democrático. Está demostrado que muchas veces son elecciones fraudulentas y direccionadas a través de engañosas encuestas y ríos de "mermelada" con que compran el voto.
"Vamos a perder la libertad", dicen unas rancias castas privilegiadas que se sienten amenazadas por el avance de las fuerzas progresistas. Es su particular forma de concebir "la libertad", referida a eternizar el estado de inequidad y no ceder un milímetro en sus extremados privilegios autootorgados.
Mientras Juan Pueblo no tiene la libertad o seguridad de educarse, la seguridad de no acostarse con hambre, la libertad o seguridad de una vivienda digna, la seguridad de un buen servicio de salud, la seguridad alimentaria. Su corta vision, su endeble e ineficiente concepto de seguridad, solo es referido a reprimir las inconformidades y penalizar la protesta social.
Colombia, un país plutocrático que hace mas de 200 años gobiernan dictatorialmente unas rancias oligarquías dispuestas a todo con tal de no perder el poder. Conciben que son los únicos destinados a gobernar por mandato de origen divino y que la génesis de su eterno poder fue concedido por las deidades del Olimpo.
Según se deduce con lo anterior, ninguna otra persona tiene la capacidad y el derecho a gobernar; ellos, una minoría envalentonada y ciega, nacieron para gobernar eternanamente, independientemente de la desastroza gestión que han realizado: un país sumido en la corrupción y un estado de violencia que se deriva de una pésima gestión.
No hay derecho a seguir así. Si nos atenemos a la historia relativamente reciente, desde 1886 hasta 1930 se dio una total hegemonía conservadodora en el poder; desde Rafael Ñuñez hasta que por dividirse entre conservadores (el general Alfredo Vázquez Cobo y Guillermo Valencia) perdieron el poder a manos del liberal Enrique Olaya Herrera (1930-1934). A partir de allí gobernó el bipartidismo con la excepción del golpe de Rojas Pinilla. Sobrevino el sistema más perverso de nuestra historia: el Frente Nacional. Este contubernio bipartidista cooptó el poder hasta 1974. A partir de allí el Gobierno ha estado en manos de liberales y consevadores. Ha sido una historia de castas desde 1886 hasta nuestros dias, donde la rancia plutocracia ha secuestrado el estado Colombiano, convitiendolo en su finca.
¿Debemos seguir así o definitivamente debemos darle la oportunidad al cambio? Un cambio que recupere para el Estado colombiano la institucionalidad perdida. En este momento, nos encontramos a punto de cambiar la historia, estamos cerca de un renacer del estado de cosas inconstitucionales. Lo anterior solo lo haremos con nuestro voto útil; pero más importante aún: debemos permanecer vigilantes a que nuestra voluntad popular del 29 de mayo no sea rapada por aquellos que están convencidos de tener el derecho a gobernar eternamente.