José Gregorio es un hombre pausado, habla suave, sus movimientos son sutiles pero no hay duda de estar frente a un líder cuando aparece. Desayunamos juntos la pesca que él trajo ayer en la tarde. A él le sirve su mujer, una europea con la que vive hace 11 años. Se muestra cercano al tiempo que es el anfitrión que logra controlar todo con la mirada. Estamos alojados en su hostal junto con un inglés y una profesora del Sena.
Surgen las preguntas obvias, su nacimiento, su infancia. Responde despacio e indica no sé como, pero con gran eficacia, que quiere hablar a solas.
“Nací en la comunidad de San Martín de Amacayacu -precisamente donde estamos sentados-, en el año de 1975, de la señora Mónica Vásquez y de don Humberto Gregorio Vásquez. Mi niñez fue algo totalmente diferente a lo que se vive ahora, la gente compartía, era más unida. Había más abundancia, la naturaleza estaba tan cerca de nosotros ¡Bonito se veía!”
“Los niños eran más inocentes que ahora, incluso los adultos eran más inocentes. La inocencia se veía en que todo se hacía compartido.”