Mutis es una expresión de teatro para que algún personaje salga de escena. De ahí vienen la expresión: “hacer mutis por el foro” y el verbo callar. En esas andaba, callando, cuando supe de la muerte del escritor que llevó en vida esa palabra como apellido.
Hoy confieso lo que puede ser considerado herejía: nunca me gustó Mutis (como a él no le gustaba el bolero, como no me gusta el jazz). Sin haber leído su poesía, sin haber leído su obra —comencé “La nieve del Almirante” y la dejé a un lado para después…—.
Al principio tuve el leve sentimiento de culpa de una ignorante que se ha perdido de algo grande. Pero luego me acordé de los conciertos de jazz a los que no iré. Y me curé del espanto pensando que cada quien anda por la vida cultivando sus gustos, escogiendo sus placeres. Dirán que soy una idiota por perderme de obras de las que tal o cual crítico ha dicho lo mejor, O me preguntarán con desdén “¿Y cómo es que no has leído a Mutis? Y yo, mutis.
Porque no puedo decir que “su despliegue narrativo, su profundidad terrible, su construcción de gran artesanado, su poesía constante y su delicadeza, sus maravillosas aventuras exóticas”. Y que su obra, “caracterizada por la exuberancia, la torrencialidad, la vegetación sensual y feroz” lo hace “uno de los más grandes escritores colombianos”. Nada de eso me consta, debió ser así.
Recuerdo a un profesor que, al recomendarnos alguna lectura, nos imponía saltarnos la introducción y los prólogos, si no eran del mismo autor. Que no leyéramos los comentaristas. Que no buscáramos su biografía. Convencido de que todo eso podría sesgar nuestra percepción de la lectura. Nos pedía acercarnos directamente al texto y buscar en él, no al autor, sino a lo que nos quería decir, cómo, por qué y para qué. Si era una lectura complementaria, libertad de abandonarla cuando quisiéramos. En mi relación con Mutis, le hice caso al profesor solo en esto último, porque no me atrapó. Y porque su presencia mediática era tan fuerte y hacía declaraciones que a muchos le divertían pero que a mí, no sé… tal vez por lo que Vargas Llosa describe como “la civilización del espectáculo”.
No consideré a Mutis un colombiano. Cuando aprendí a leer ya él no vivía en Colombia. Mientras lo hizo trabajó como relacionista público, promocionando compañías extranjeras, ejecutivo de publicidad (dicen que escribió anuncios de Coca-Cola). No tengo nada contra esos oficios, ni contra algunas empresas que los contratan, pero —eso sí me consta— esas actividades en multinacionales promueven que se pierda “un mucho” el contacto con la realidad del propio país centrándose en los intereses económicos de la empresa y de los personales. Alguna vez dijo: “Me aterraría ser pobre en el mundo actual, en esta sociedad es brutal ser pobre. Me gusta comer y tomar bien. Me gusta vivir bien.” Y así lo hizo, sin saber nunca qué tan brutal es ser pobre en Colombia.
Se fue de Colombia para no enfrentar la justicia en un caso de malversación de fondos —si era inocente o culpable nunca se pudo saber—. Donó dineros de la Esso a Sendas, institución con la cual María Eugenia Rojas (hija del dictador y madre del hoy investigado Samuel) hacía populismo en favor de su padre. Tal vez justificó su escapada en su creencia de que solo debía ser juzgado por un rey, por el papa o por el mismo Dios, pues pensaba que el fin de las monarquías y su reemplazo por democracias había sido funesto para la humanidad. Afirmó: “Yo no acepto ningún poder, ni ninguna regla, ni ningún código que no venga de un origen que nos trascienda, de un origen más alto. Entonces cuando estos decretos, sistemas, tienen una carga mítica, yo los acepto, yo juego ese juego.”
Vivió en México desde esa época. Trabajó más o menos en lo mismo con las mismas. Escribía poesía en sus ratos libres, viajando y viviendo bien. Poco aportó a la literatura entre 1960 y 1973. Se dedicó a la escritura sólo después de pensionarse a la edad reglamentaria —65 años—, con la seguridad y comodidad económicas garantizadas.
De esa escapada, que él y el mundo intelectual consideraron un “exilio”, además de la dura experiencia de un “carcelazo” en espera de una extradición a Colombia que no se llevó a cabo, Mutis sacó provecho: su primer libro en prosa y proyectarse como un poeta desarraigado y solitario, “como deben vivir los verdaderos poetas”. Pero siempre gozó de la amistad de innumerables personas, entre ellas la muy cercana con la monarquía española, la mayoría de la intelectualidad mundial y todas las que le dejó su carrera de relacionista público. Como dijo su amigo García Márquez: “conocido en medio planeta, no tanto por su poesía como por ser el hombre más simpático del mundo.”
Fue un europeo nacido en Colombia por casualidad, que vivió en México por escogencia. “Dicen que dijo” que una buena parte de su felicidad se debía a la oportunidad de pasar todos estos años descubriendo una cultura tan apasionante como la mexicana, que amó profundamente a México. No le interesaron los asuntos de nuestro país, nunca volvió, no votó jamás. Su relación con Colombia fue sólo la nostalgia propia de la niñez, la finca Coello heredada de su padre. “Yo nunca he sido muy bogotano. Tengo algo en contra de Bogotá”.
De Álvaro Mutis Jaramillo, rescato el Jaramillo de su madre, quien parece haber sido un ser muy especial. Al menos así lo recuerda García Márquez:
“Carolina Jaramillo, una mujer hermosa y alucinada que no volvió a mirarse en un espejo desde los 20 años porque empezó a verse distinta de cómo se sentía. (…) le pedí una noche que se quedara cuidando a mi hijo de 14 meses mientras íbamos al cine. Ella nos advirtió con toda seriedad que tuviéramos cuidado, porque en Manizales había hecho el mismo favor con un niño que no paraba de llorar, y tuvo que callarlo con un dulce de moras envenenadas. A pesar de eso se lo encomendamos otro día (…) y cuando regresamos la encontramos sola. Mientras los servicios de seguridad buscaban al niño, ella trató de consolarnos con la misma serenidad tenebrosa de su hijo: 'No se preocupen. También Alvarito se me perdió en Bruselas cuando tenía siete años, y ahora vean lo bien que le va'. http://www.caracol.com.co/noticias/actualidad/de-garcia-marquez-a-alvaro-mutis-homenaje-al-amigo/20130923/nota/1976536.aspx
Buen viento y buena mar para Maqroll. Espero encontrarlo en Bizancio, que por algún lapsus nombró Estambul en un verso. “Entretanto… tomo posesión de mis asuntos mientras se extiende el tiempo”. El tiempo de leerlo.