Una de las mejores noticias en el mundo del arte moderno y contemporáneo es el nuevo Museo de Arte Pérez; apellido de un argentino constructor y gran coleccionista que donó 40 millones de dólares como aporte para un espacio que, en estos días de ferias de arte, se inauguró en el centro de Miami.
Jorge M. Pérez llego a estudiar a EE. UU. en 1968 y en esos momentos estaba completamente seguro de que su rumbo era Colombia donde vivían sus familiares y amigos. Pero obviamente cambiaron sus intereses profesionales y, se quedó en su mundo Americano. A su nostalgia por las raíces la fue llenando con el tiempo mientras armaba una colección de arte por la que desde hoy será recordado.
Con su aporte, y obviamente con la gran ayuda de la ciudad, esta institución coloca en punta de lanza del área cultural a esta zona de los Estados Unidos.
Lo mejor, ha ocurrido: el arte latinoamericano tiene un lugar fundamental en el museo. Desde el comienzo hasta el final existe la presencia de artistas latinoamericanos de primer orden en cada una de las salas que están organizadas por diferentes temas que guían las lecturas paralelas que pueden hacerse junto a otros creadores del mundo. Parece como el primer capítulo de la historia del arte del siglo XX que aún está por escribirse.
Por ejemplo, en la primera sala se encuentran solamente cinco fotos de una instalación del muy conocido artista conceptual chileno Alfredo Jaar, quien presenta un trabajo en el que busca un logotipo de este país y desde una gran esquina de Nueva York, realiza una instalación con luces de neón donde se lee la frase contestataria: esta no es América. Un comienzo y una y aseveración fuerte para la ocasión.
En la segunda sala encontramos dentro del mundo del paisaje, a Fernando Botero que muestra un patio de espacios interiores de los jardines de las familias antioqueñas.
Ana Mendieta (1945-1985) fue una mujer cubana que trabajó en Nueva York y fue indiscutible pionera de lo que se llama 'Land Art' ( Arte de la tierra).El museo cuenta con piezas fundamentales, con una serie de fotografías que registran su trabajo efímero pero donde quedan los documentos de su obra funeral. Ella, en su premonición, trabajó tumbas para su propio cadáver.
En el mundo del Surrealismo, Roberto Matta tiene una linda pero extraña crucifixión que se mueve en su mundo de atmósferas circulares.
Amelia Peláez, Bandeja de frutas
El museo presenta una sala especial para la obra de la cubana Amelia Peláez que, la asumen dentro de una categoría interesante: la artesanía de la modernidad. Una mujer que trabajó el cubismo mientras observaba en la Habana, tras las rejas de su casa, un mundo donde creaba un componente no muy claro dentro del cubismo, la dimensión dentro de la luz que entraba en su casa y donde ella plasma en imágenes divididas en trayectos visuales que hablan sobre lo de adentro y lo de afuera. Ella nunca se fue de Cuba y, la respetaron como artista proyectándose en varios frentes que están presentes en la sala. No solo la pintura sino la ebanistería y cerámica que son igualmente otras maneras de expresión. Su importante presencia en el museo, es un buen aporte a la gramática de nuestros creadores olvidados.
También en esta lista de grandes están los que ya pertenecen a la historia como son el cubano Wilfredo Lam o el gran filósofo del arte, como lo fue el uruguayo Joaquín Torres García.
Ya en el mundo de la geometría táctil se encuentran los bichos de Lygia Clark o las obras orgánicas que interactúan en espacio como Gego, la gran creadora venezolana que se inventó dibujos en el aire. Sus estructuras metálicas se reproducen también en la pared, realizando así un dibujo con sombras.
Ya dentro de una nueva generación aparece en un espacio privilegiado nuestro artista caleño Óscar Muñoz que utiliza como soporte y sobre la violencia como lo son sus Cortinas de baño que dejan ver momentos terribles en lugares desprevenidos. Nuestro Nadín Ospina tiene una bella pieza, que como todo en su trabajo, tiene una semántica de transición y transgresión de la sola idea de las categorías teóricas.
Las fotos que aparecen de Alexander Apóstol muestran cómo Venezuela se quedó en los cimientos del concreto mientras retrata proyectos inconclusos del socialismo del siglo XXI en la isla Margarita.
Otro artista recuperado del olvido es el chileno Eugenio Dittborn, quien dedica su trabajo a denunciar los desaparecidos en Chile durante la época de la dura dictadura del millonario Pinochet.
Me gustó la sala del consumo cultural en la que, al lado de Andy Warhol donde muestra su sentido popular mientras reproduce las cajas comerciales de supermercado como son las salsas de tomate Heinz, los utensilios de limpieza Brillo, o las verduras del Monte, se encuentran dos grandes brasileños: la artista Jac Leirner quien investiga sobre las compulsiones del consumo, esta vez haciendo una colcha de retazos con las bolsas plásticas de los almacenes o Cildo Mereiles, sobre la cantidad de horror emocional y conceptual que existe en las botellas de Cocacola que —como el paradigma de los vasos— pueden verse medio llenas o, medio vacías.
Me gustó que el único catálogo a la venta del gran día de la inauguración, el 5 de diciembre, fuera el del Arte Latinoamericano, con sus artistas que son indispensables en la historia.
El edificio, aún sin terminar, fue diseñado por Herzog y De Meuron, quienes recibieron el premio Nobel de Arquitectura en el 2001. Para mi gusto, las ventanas en los museos se roban la intimidad y la concentración del espectador, pero ellos resolvieron que la bahía Biscayne era otro atractivo visual que lógicamente, interfiere con la lectura del museo. Pero así son los egos.
Instalación 'He Xie', del artista chino Ai Weiwei
Al final, arte chino de un moderno de los modernos Ai Weiwei con sus mil bicicletas del reino Mao, sus espejos sin reflejo o sus instalaciones sin fin hacen parte de otro mundo y otro joven creador.