Murió el maestro Catalino Parra. Que hizo parte de la primera agrupación de los Gaiteros de San Jacinto. Comenzó en la música con el pitero Alejandro Manjarrés, que recorría los pueblos del Dique y de las riberas del Magdalena como Sitio Nuevo, Remolino, Repelón y Sabanagrande, dejando siempre su alegría. Una vida dedicada al son de negro y a la música de gaitas. Se fue tranquilo, sereno como las aguas del Dique.
En Soplaviento, Bolívar, a Catalino Parra lo conocían mejor como “Cato”, algunos también le decían “Compae Catalino”, así no les hubiera bautizado ningún hijo o hija. Era un hombre de hablar rápido y sonrisa ligera, que con su entusiasmo contagiaba a todos los que lo visitaba en El Chispón, el barrio donde siempre vivió, muy cerca de las riberas del Canal del Dique.
En la ciénaga de Capote aprendió de su padre a tirar la atarraya, y a reconocer los lugares donde se cogían los bocachicos de buen tamaño. El río fue su gran escuela, allí recogió esas vivencias que años más tarde se convertirían en canciones que hoy hacen parte del repertorio musical del Caribe.
Cuando Catalino Parra tenía 10 años, llegó a Soplaviento un grupo de son de negro llamado Los Pileles, que provenía de Repelón, población del departamento del Atlántico. Aquellos coros, sones y tambores produjeron en Catalino Parra una fascinación hacia la música. Una especie de llamado del tambor que jamás desobedeció. Allí en Soplaviento conformó con la ayuda de Alejo Manjarrés, un pitero del Magdalena.
Catalino Parra llegó en los años sesenta a la agrupación conformada por Toño Fernández, Juan Lara y José Lara. Así se completó la agrupación de los Gaiteros de San Jacinto, que grabó su primer álbum en 1968, con el sello CBS, titulado Hacha, machete y garabato. Antonio (Toño) Fernández (Hernández era su apellido), cantante, compositor, director, intérprete de la gaita macho; Catalino Parra Ramírez, ejecutante de la tambora y el llamador. José de la Cruz Díaz Lara, tambor alegre; Juan Manuel Lara, gaita hembra.
El río fue su gran escuela, allí recogió esas vivencias que años más tarde se convertirían en canciones
En 2008 cuando comencé la dirección de la serie de Cuando el indio quiso ser pájaro, para Trópicos de Telecaribe, llegué a la casas de Catalino Parra. Esto me contó sobre cómo llegó a la legendaria agrupación de Toño Fernández: “Resulta que yo había compuesto una canción que se llama Cartagena es bonita, para unas Fiestas de Noviembre, y sonaba mucho por Cartagena, les estoy hablando de los años 50. Bueno. Para ese entonces, la señora Delia Zapata estaba buscando una tambora para sus giras. En Cartagena vivía Joaquín Tabares y Juancho Tabares, en Getsemaní, eran amigos. Delia también vivía en Getsemaní, en la calle del Espíritu Santo. Así que ella salió al Centro, al mercado y cuando iba pasando, la llamaron. “Delia, ven acá, hazme el favor, a dónde vas por ahí… Voy aquí al mercado, dice… Que estás preparando un grupo para llevarlo al interior, allá a Bogotá y eso, y dice… Sí… Bueno ve, en Soplaviento hay un muchacho que de pronto te puede servir… Ajá y ¿cómo se llama? Se llama Catalino Parra y canta con la cumbia Sangre en la uña, tocan bien. Ella llegó, sacó una libreta y anotó el nombre mío. Después le comentó al doctor Manuel Zapata que vino aquí a Soplaviento… entonces reunimos a los muchachos y le cantamos. A él le gustó y vino al siguiente domingo con Delia”.
Delia Zapata estaba interesada en saber los pases de la danza del garabato. Ya en Soplaviento Catalino mandó a llamar a una de sus primas para que le bailara. Pero aquella prima no quiso venir. Mandó a buscar a otra muchacha, pero estaba ocupada. Entonces, en medio de los tragos que se habían tomado. Catalino contó su reacción ante tanta negativa: “Como no vino ninguna de las muchachas que había llamado, me metí al cuarto y cogí un traje de la mujé’ mía y me lo puse. Los muchachos empezaron a tocar la danza del garabato y empecé yo a bailar con Delia y Mingo Hurtado, que era también bailador, hicimos los pases primero de la muerte, de la vida y le enseñé a Delia el “saltico” que tiene el baile, y ella aprendió y desde ahí cada vez que iba a salir, pa’ Bogotá, para fuera del país, me buscaba”.
Uno de los primeros lugares que visitó Catalino fue México, donde se realizaron las olimpiadas de 1968. Catalino Parra recordó que había agrupaciones musicales de todos los países del mundo, pero a la que más aplaudían era la de ellos. Por ese motivo recibieron la medalla de oro a la mejor muestra musical de todas las olimpiadas.
Su gran aporte musical fue haber concebido con su bombo un sonido más robusto y cadencioso
Al llegar a Colombia, grabó su primer álbum, titulado Hacha machete y garabato con el sello CBS. Le siguieron Los gaiteros de San Jacinto, maestros de la Maestranza de 1969. Barriendo y Los tres golpes, sin años de publicación en las caratulas originales, pero debieron grabarse ya entrada la década del 70.
En 1973 aparece el larga duración Celestina en San Jacinto, Gaiteros de San Jacinto Canta Catalino, un trabajo que marcó la división con el grupo de Toño Fernández. Pero el sello Gaiteros de San Jacinto se mantuvo como una marca de éxito para el sello CBS.
Catalino Parra formó su grupo con los hermanos Juan y José Lara y la presencia de Pablo López en el tambor alegre, hoy reconocido cajero de la dinastía de los hermanos López, de La Paz, Cesar.
El gran aporte musical de Catalino Parra fue haber concebido con su bombo un sonido más robusto, cadencioso, con ímpetu y fortaleza, paras las futuras grabaciones de música de gaitas. Un sonido que perdurará como ese golpe de corazón del maestro Catalino Parra.
Sobre esa novedad Catalino Parra me contó. “La gaita se tocaba con el tambor alegre, el llamador, la gaita macho y la hembra, nada más. Cuando el doctor Manuel Zapata me vino a buscar para que le metiéramos el bombo, el primero que se opuso fue Toño Fernández, Toño quería mandar, era el director de los gaiteros, pero ahí discutiendo entonces sobre la tradición y eso, se metió el bombo, la señora Delia, y el doctor Manuel, le hablaron y lo convencieron, pero él no quería”.
Temas como Manuelito Barrios, La virgen de la Concepción, La iguana, El morrocoyo, Animalito del monte, Aguacero de mayo, Soplaviento, Catalina, y Josefa Matía, entre otros resuenan hoy con el legado inmenso de un músico, compositor y cantante, que vivió su vida entre la pesca y la música. Recibió en 2004 el premio Vida y Obra, entregado por el Ministerio de la Cultura. Su hijo Catalino, cantante y tamborero, su nieto Jorge Luís Martínez, cuyo parecido físico es total, y quien además toca el bombo con los pases de maestro; sus discípulos más comprometidos, Ariel Ramos y Nando Coba; y por supuesto, su siempre amigo, desde hace más de 60 años, el guachero y compositor Gregorio “El Goyo” Almeida, son hoy los llamados a continuar y preservar su legado.
Catalino Parra nació en Soplaviento el 25 de noviembre de 1924 y murió el 14 de febrero de 2020 en el barrio San Fernando de Cartagena. Su cuerpo fue traslado a Soplaviento y su despedida final será hoy, en horas de la tarde.
Fotos: David Lara Ramos