Se fue una de las figuras periodísticas que conoció en carne propia la censura de los dictadores, participó de la explosión de semanarios opositores en la transición uruguaya, fue artífice del afianzamiento de la democracia en Uruguay y de sus décadas posteriores; y desde entonces hasta su partida, protagonizó la constante que necesita todo derecho humano: defenderlo para que se cumpla a cabalidad y alertar cuando desbordes gubernamentales o judiciales quieren limitarlo.
Tengo una fotografía en la pantalla de mi computadora en que varios periodistas manifiestan contra la censura que vivía Uruguay en 1984 bajo una dictadura. En la imagen aparece Claudio Paolillo (20.08.1960 - 19. 01.2018 ) con un pañuelo mordaza en su boca. Sostiene una pancarta en reclamo de la libertad de prensa pintada por Jacinto Galloso, ex detenido político durante aquella amarga etapa [1973 -1985), y quien me hizo llegar la foto. Ambos trabajaban en CX 30 La Radio de Montevideo, que dirigiera Germán Araújo, por entonces opositor a los militares.
Prematuramente, a sus 57 años, se fue una de las figuras periodísticas que conoció en carne propia la censura de los dictadores, participó de la explosión de semanarios opositores en la transición uruguaya, fue artífice del afianzamiento de la democracia en Uruguay y de sus décadas posteriores; y desde entonces hasta su partida, protagonizó la constante que necesita todo derecho humano: defenderlo para que se cumpla a cabalidad y alertar cuando desbordes gubernamentales o judiciales quieren limitarlo. En su caso fue el Derecho a la Información de la ciudadanía, pues sabía que en definitiva los ataques a periodistas en realidad son ataques al derecho de información del ciudadano. Por eso su defensa no la ejerció con actitud corporativa que no acepta límite de ninguna índole.
Paolillo pertenecía a una generación que vivió una etapa excepcional de la historia uruguaya. Sus cuarenta años de periodismo comenzaron en El Día, donde ocupó el puesto de su padre. Prosiguió en los semanarios Opinar, batllista; Aquí, democristiano, y Convicción, de izquierda; fue corresponsal de la Agence France Presse (AFP); trabajó en las emisoras El Espectador; Emisora del Palacio, de Montevideo; en 1984 en el diario Tiempo de Cambio, del Partido Socialista y desde 1985, en el semanario Búsqueda de Montevideo, donde ingresó como redactor. Fue secretario de redacción, editor y director desde 2010 hasta mediados del año pasado, cuando a raíz de su enfermedad pasó a ser consejero periodístico y académico, pero tuvo arrestos para proyectar una Escuela de Periodismo.
En el oficio hizo una trayectoria excepcional a partir de su innegable capacidad profesional.
Gremialmente perteneció a la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU), donde integró jurados para premios periodísticos, también su Tribunal Arbitral e hizo valiosos aportes al Código de Ética Periodística de ese sindicato.
En la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) tuvo una actuación destacada a partir de su responsabilidad en la revista Búsqueda: vicepresidente regional de la SIP desde 2011, integró el Comité Ejecutivo de esa organización y desde 2014 presidió la Comisión de Libertad de Prensa e Información, años en los que recorrió las Américas atendiendo diversas situaciones que ponían en juego la libertad de prensa en la región.
Como docente de periodismo se desempeñó en diferentes Universidades. Estando al frente de una carrera de Periodismo discrepó sobre aspectos básicos y renunció para mantenerse fiel a sus principios.
Principios que le permitieron comprender los cambios ocurridos en las últimas cuatro décadas y por eso mismo analizar, cuestionar y proponer —desde sus columnas de opinión y libros de indudable trascendencia— ceñido siempre a una deontología profesional que tuvo diferentes expresiones. La cacería del caballero (2006), sobre la búsqueda del banquero uruguayo defraudador Juan Peirano, en aquel entonces prófugo y residiendo en Estados Unidos. Otro aporte a la historia política uruguaya del siglo XXI fue Con los días contados (2002), devenido en libro de referencia para comprender la crisis que vivió Uruguay tras el default argentino. Obra que tras la muerte del expresidente Jorge Batlle en 2016, volvió a reditarse en sucesivas ediciones.
En el 2000 también dio clase de cómo enfrentar a represores sindicales. Asumió su propia defensa ante los juzgados en un juicio iniciado por el empresario Fasano, a quien acorraló con datos y argumentos que llevaron a este a retirar su supuesta denuncia.
Fue galardonado con el Premio Morosoli en 2004 y un año después recibió el Premio Bartolomé Hidalgo al mejor libro y sumó el Premio Nacional de Literatura 2006.
En agosto pasado se reconoció su aporte a la defensa de la libertad de prensa en todos estos años por la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa). El Premio de Honor es el máximo reconocimiento que entrega esa organización, que nuclea a unos 200 diarios, periódicos, revistas y medios digitales de Argentina. Daniel Dessein, presidente de Adepa, dijo entonces que era “una enorme satisfacción personal venir a este país a reconocer a uno de los mejores periodistas de Uruguay”. Dessein habló de la proyección “continental” del homenajeado, también por su lucha por la libertad de prensa.
Con la partida de Paolillo pierde el Uruguay. Pierde el periodismo. Pierde la docencia del oficio. Expresión de ello fue la despedida final brindada por la sociedad uruguaya en la persona de su Presidente, Tabaré Vázquez, de ex Presidentes y diferentes personalidades de otros tantos planos de la vida del país que el sábado se hicieron presente en su sepelio.
Rescato de ese homenaje algunos conceptos dichos por Paolillo: “La tolerancia es clave para vivir y discrepar sin prohibiciones y sin violencia. Pero la tolerancia es muy difícil. La tolerancia significa desacuerdos y conflictos, sin que ellos lleguen a generar violencia. A veces, de buena fe, se nos convoca a equilibrar la libertad con la tolerancia como si fueran conceptos opuestos. Y no son opuestos: salieron del mismo árbol. La tolerancia es un marco judicial y político para manejar la diversidad y el desacuerdo. Significa que nosotros podemos vivir con cosas que incluso odiamos sin usar la violencia, amenazas o intimidaciones y sin prohibir o legislar contra las cosas que no nos gustan. Pero no significa que debemos permanecer en silencio sobre esas cosas. Al contrario: debemos poder criticar, ponernos en desacuerdo y decir todo lo que queramos”.
No es este un tiempo en que Uruguay ofrezca, como otrora, numerosas personalidades en diferentes campos que enorgullecen nuestra historia y cultura. Claudio Paolillo se fue demasiado temprano de nuestras vidas y esperanzas, cuando tenía mucho, mucho, para aportar y crecer. Ojalá su legado fructifique y reverdezca en nuevos y mejores periodistas que los que compartimos su tiempo.