A los 91 años murió en Bogotá el escritor Arnoldo de los Santos Palacios Mosquera, uno de los grandes novelistas de la literatura colombiana. Nació en 1926, en el municipio chocoano de Certegui, y desde hacía más de 50 años residía en París. Fue un viajero incansable por países de Europa, Asia y África. Sus novelas han sido traducidas a varios idiomas, entre ellos, el ruso. En su juventud en París estuvo ligado a los movimientos de liberación de los países africanos y de las colonias francesas de Las Antillas, al lado de Fran Fanón, Aimé Césaire y Leopold Sédar Senghor, entre otros,
Fue hijo de un minero con alma de carpintero de nombre Venancio Palacios, un reconocido líder liberal en esa comarca chocoana. Una de las cosas que más orgullo le generaba a este escritor chocoano era haber pasado la mayoría de su infancia entre las selvas y los ríos, en la vereda de Ibordó al sur de Quibdó.
Por eso contaba sin rodeo de su infancia y cómo nació su vocación de escritor, “a mí me llevó a escribir, probablemente, el hecho que en mi infancia sufrí un ataque de poliomielitis que me atacó sobre todo las piernas, los músculos motores, yo tenía dos y ya caminaba, me fui a bañar y en el río me atacó el virus, pero después ya no pude caminar, no pude correr por el pueblo como lo había hecho siempre, ni ir al río a bañarme con mis amigos”.
“Entonces, tuve que permanecer mucho tiempo sentado y creo que eso me enseñó a meditar, a observar, porque que veía todo lo que pasaba, tenía que sentir todo lo que ocurría a mi alrededor, tenía que observar y escuchar lo que me contaban, lo que ocurría, y creo que mi cerebro y mi alma, mi ánimo, se llenaron de muchas cosas que tal vez era necesario que salieran afuera; creo que eso, más tarde, pudo influir en que me dedicara a escribir”.
Relataba que “a pesar que vivía en un pueblo cuya mayoría era analfabeta, tenía unos tíos que habían aprendido a leer y leían muchos libros importantes”. El padre de mi papá, nos leía en las noches Las mil y una noches. Creo que allí comenzó a formarse mi interés por el arte de hablar, de contar historias”.
“A los doce años murió una prima, con la cual jugábamos siempre, fue una muerte prematura, y cuando la iban a enterrar, en la víspera que llamamos los chocoanos velorio, en donde se canta y se realizan ciertos ritos conmovedores, a mí se me ocurrió escribir unas palabras para el momento que la iban a colocar en la tumba, y ese discurso desató una enorme emoción, traducida por aplausos, y creo que allí nació la expresión directa de la necesidad de escribir por alguna razón”.
Entonces, a los veintidós años, dijo, “voy a escribir una novela urbana, que se desarrolle en Quibdó, entonces mi gran dilema era cómo escribir una novela en un espacio reducido, en donde aparezcan la complicación y las complejidades de los personajes y quise que estuviera un tiempo corto, pero muy rápido. La novela, ocurre, en un kilómetro cuadrado, todo lo que ocurre en ese espacio, y en ese tiempo es hablar del hombre, sus problemas, sus sueños, su vida íntima, su fuerza, su vigor, su esperanza y sus luchas por alcanzar mejor niveles de desarrollo y satisfacción colectiva y personal en todo los sentidos”.
Así nació la novela Las estrella son negra, una de la mejores de la literatura colombiana, y que lo lanzó al estrellato como escritor. La terminó de escribir en 1948, pero ya lista para ser llevada a un editor, se quemó en las revueltas del bogotazo como consecuencia del asesinato del líder político liberal, Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948, en Bogotá.
Palacios, contaba que “ese día hubo muchos incendios, yo tenía el manuscrito al lado de una máquina de escribir, sacándolo en limpio, el verdadero manuscrito, escrito a mano, se quemó y las páginas que había copiado a máquina”. “Siempre dejaba todo junto y en uno de los edificios de la Avenida Jiménez, en donde escribía, el incendio acabó con el libro. Aprovechando el toque de queda; y como -no se podía salir por la noche-, y deseoso de que el libro existiera como lo había querido, me puse a reconstruirlo y, en realidad, lo hice en tres semanas, porque si no lo hacía inmediatamente no hubiera podido existir”. “Algunos me preguntan que si quedó mejor que el primer manuscrito, y yo no puedo decirlo, pero sí que yo me propuse escribirlo lo mejor posible, de manera que quedara a la altura de una novela de su género”.
Las estrellas son negras, su novela más destacada por la crítica, es una novela urbana escrita en un lenguaje sencillo pero con un profundo dramatismo en el desenlace de una historia que comienza a las tres de la tarde y termina a las seis de la mañana del día siguiente en Quibdó, en donde se sintetiza el drama de la marginalidad y la injusticia social que agobia a la sociedad chocoana pero con una mensaje universal sobre la pobreza y la desdicha del hombre en una sociedad injusta y clasista.
Las estrellas son negras es una novela que, a través de la fatalidad del hambre y la falta de oportunidades económicas, sociales y políticas que sufre el protagonista, el autor hace un análisis histórico y sociológico profundo sobre las secuelas de la desdicha que sufren los desposeídos en una sociedad clasista e indiferente con el sufrimiento humano.
Habla de la indolencia del centralismo estatal ante crisis social de un pueblo agobiado por la desventura y el abandono, y hace una crítica descarnada de los niveles de corrupción en una sociedad dominada por la inmoralidad y la mediocridad de una clase dirigente que no asume con responsabilidad el liderazgo en la conducción de los destino de una región que requiere de grandes transformaciones para salir del atraso.
Esta novela es un testimonio del abandono a la vez una protesta contra la negligencia del centralismo y la incapacidad de la clase dirigente regional de liderar el progreso de una comarca que se debate entre la inopia y la displicencia estatal. Por la manera como el autor describe la realidad y con la hondura que expone el drama y la naturalidad que plasma el realismo, esta novela debe ser un texto obligado para los investigadores y los estudiosos de las ciencias sociales que quieren comprender con mayores elementos de análisis la realidad económica, política y social del Chocó.
Arnoldo Palacios fue autor de otras novelas que han sido traducidas a varios idiomas como La selva y la luvia, El duende y la guitarra, En busca de mi madredios. Esta última, una autobiografía de su infancia en Certegui. Con su muerte se fue uno de los grandes escritores y novelistas colombianos.
Twitter: @j15mosquera