La calle 11 es sin miedo a equivocarme la más llena de Bogotá. A cualquier hora del día y hasta las siete de la noche sobre esta calle pueden permanecer cientos y transitar miles de personas. Es San Victorino. Es el verdadero centro del comercio de Bogotá. Allí, en cualquier minuto de aquellas horas, es difícil caminar. Los visitantes parecen hormiguitas moviéndose en desorden y con afán de un lado para otro.
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Lo que no se encuentra en la calle 11 y sus alrededores es porque no existe. Suena a una frase de mercadeo pero es una verdad tácita. Al lado está el Gran San, el centro de la moda popular y económica que tiene 800 locales y otros 500 improvisados en pasillos, escaleras y parqueaderos cuando es día de madrugón. Sus otros vecinos son San Andresito de San José y la Plaza España.
Ningún centro comercial mueve los clientes ni el dinero que se mueve en San Victorino de Bogotá. Según La República, medio especializado en economía, el ecosistema de San Victorino mueve en las temporadas de diciembre una cifra que roda los tres billones de pesos. Solo el Gran San, según su gerente, Yansen Estupiñán, vende un billón de pesos en diciembre, contando lo que facturan sus 800 locales y los puestos improvisados durante los famosos madrugones.
San Victorino es una manzana comercial que tiene como eje la calle 11. En los diversos locales que están a lado y lado hay tiendas donde se venden ollas enormes que no caben en un carro convencional, ahí mismo está todo lo que una cocina necesita. Sobre la once hay piñaterías, perfumerías, jugueterías, mercado de ropa, papelerías, zapaterías, relojerías, bisuterías, dulcerías. Hay de todo. Están los productos terminados y también están las bodegas donde se encuentran las materias primas. Es el lugar donde todo comerciante, los del sur, los del norte y los de municipios cercanos a Bogotá, surten sus tiendas. Es el lugar donde se compra más barato y donde el comercio chiveado, falso y de contrabando se confunde con el legal.
Aparte de los almacenes y los locales que hay dentro de las grandes bodegas mayoristas como la Pajarera, especializada en joyería de acero, oro y plata, o Puerto Lindo, el comercio que se regatea en las calles también mueve miles de millones. Los clientes de este mercado al menudeo son los estratos más bajos, los cuales, según el Observatorio de desarrollo económico, el 60% de sus compras lo hacen en mercados informales que instalan sus improvisadas tiendas sobre gigantes plásticos que tienden sobre la propia vía eliminado por completo el paso de vehículos.
El 31 de enero a las 8 de la noche se acabará la temporada navideña en San Victorino, que es la mejor de todas. Allí y por estos días pobres y ricos invierten sueldo, prima, ahorros y hasta préstamos para celebrar por lo alto, según sus capacidades, las fiestas decembrinas. Según El Tiempo, que usaron como fuente la consultora Raddar, en la navidad de 2020, que estuvo acompañada por la pandemia, los hogares colombianos gastaron 20,8 billones de pesos, un promedio de $1.356.527 pesos por hogar, unos 445.000 por persona.
San Victorino no está a reventar en navidad. Este sector vive lleno todos los días del año. Los comerciantes de este sector saben muy bien acomodarse a la necesidad del visitante. En enero todo cambia y los que vendían guirnaldas venden cuadernos para la temporada escolar, luego esos mismo venden las espigas para la semana santa y luego venden las cometas para agosto y los detalles para amor y amistad y después los disfraces para octubre y otra vez se alistan para la gran temporada decembrina.
Los cucos y bóxer amarillos para grandes y chicos se encuentran amontonados en carretas de madera donde hay que buscar las tallas uno a uno. El papel regalo, que vende cuatro pliegos, abunda por estos días. La bolsa de bolas para el árbol o las guirnaldas se están vendiendo cada cinco metros. Pero son los juguetes los que por estos días mandan la parada en el lugar.
La Barbie, la muñeca más vendida en la historia, y los súper héroes, que pusieron de moda las películas de Marvel, DC y Warner Bros, son los muñecos más falsificados y más vendidos en este sector de la ciudad. Una Barbie, que tiene mucho que enviarle a la hecha en la casa Mattel, cuesta en la calle de San Victorino unos diez mil pesos, cuarenta mil menos de lo que vale la original puesta en los estantes de los finos almacenes de cadena. Lo mismo pasa con el superman, el hombre araña, la mujer maravilla y todos los demás que hacen parte del universo de los súper poderosos. Allí, por estos días, en las calles de San Victorino, todo el mercado está volcado a los regalos para los niños. Los juegos de mesa, que en un gran almacén valen 70 o hasta 100 mil pesos, allí se consiguen por un billete de cinco mil pesos. Claro está que sus fichas no están hechas en plástico sino en cartón, las tarjeticas del Tío rico no son plastificadas, son de papel e impresión baratas, pero a la larga sirven para jugar y como la Barbie y los superhéroes humildes, alegrarán la navidad de miles de niños.