El año viejo fue pródigo en los mensajes públicos en contravía. Los protagonistas parecían estar refiriéndose a países diferentes. Uno, el presidente Duque, sin desparpajo, afirmó que el 2020, el año uno del covid, “fue bueno para Colombia”, que “fue uno de los pocos países de la región que menos decreció…” Que en el 2021, el año dos, tuvimos “el crecimiento más alto de los últimos 100 años…”. “Es con hechos como reactivamos nuestro país y creamos equidad…”
Remató Duque dicendo que el 2021 hubiera sido aún mejor: “si no hubiéramos tenido los bloqueos, esta economía hubiera crecido 12 % este año…”
También, el 30 de diciembre del 2021, el Dane publicó su último informe sobre el empleo en Colombia. Con seguridad, poca gente le paró bolas. Sin embargo, la realidad de la informalidad y el desempleo, agravados durante la pandemia, llega en forma de pobreza y miseria a millones de hogares, de manera que para muchos, especialmente mujeres y jóvenes, la euforia del presidente acerca de la reactivación y la mayor equidad en 2020 y 2021 les debió parecer una escena del absurdo rodada en otras latitudes.
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Las declaraciones del presidente sobre grandes éxitos de la economía durante la pandemia omiten la realidad del desempleo y la informalidad, en un acto, por decir lo menos, de indolencia
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Desde luego que la pandemia fue algo así como una lotería al revés, con la que tuvieron que vérsela todos los gobiernos del planeta. También, que la economía colombiana está montada sobre un modelo que, aún en sus mejores años de desempeño, ha estado amarrada a altas tasas de desempleo e informalidad, de modo que sería insensato culpar solo al gobierno de Duque por los cierres de empresas del 2020 y la crónica informalidad laboral de décadas.
Sin embargo, la tónica y el contenido de las declaraciones del presidente sobre los grandes éxitos de la economía durante la pandemia omiten la realidad del desempleo y la informalidad, agravadas durante la pandemia. Es un acto, por decir lo menos, de indolencia.
Comencemos con las mujeres. Venían, lentamente, aumentando su participación en el mercado laboral, en lo que los economistas llaman la población económicamente activa: dentro de la población en edad de trabajar, las mujeres salían a trabajar o a buscar trabajo en forma creciente. Nadie parece haberle contado al presidente, con los datos del Dane a la mano, que las mujeres han reducido dicha participación en los últimos años. Que ha caído del 2019 al 2020 y de allí al 2021… Que, probablemente, muchas mujeres han tenido que abandonar sus puestos de trabajo para cuidar a sus hijos durante los confinamientos y la suspensión de la educación presencial y que, por lo tanto, no aparecen en las estadísticas del desempleo porque, simplemente, no están en condiciones de buscar trabajo.
Los jóvenes: los más afectados por el desempleo. De acuerdo con los datos del Dane, a noviembre de 2021 la tasa de desempleo fue del 18.8 %. Sí: menor que un año atrás, en noviembre del 2020, cuando superó el 22 %, pero peor que en el 2019. Para las mujeres jóvenes, en el escenario del supuesto mejor año para la economía en más de 100 años, el desempleo fue superior al 22 %… En ciudades como Ibagúe, Montería, Florencia o Sincelejo, azotadas con tasas de desempleo juvenil mayores al 25 %, ¿cómo habrán festejado las mujeres jóvenes los gloriosos datos del presidente?
¡Ah¡: Los jóvenes que no estudian ni trabajan: la bobadita del 23 % de los 12.388.000 personas entre 14 y 28 años en Colombia. ¿Habrán brindado el 31 de diciembre por la reactivación y la mayor equidad? Los niveles de informalidad, ese tenebroso dato en el que Colombia sí es verdadera campeona en la región, son aterradores: en 23 ciudades y áreas metropolitanas es superior al 48 %…
¿Alguien le habrá mecionado la relación entre el desempleo juvenil, la informalidad y el paro que empezó a fines de abril? Haciendo claridad acerca de la legitimidad de las protestas pacíficas y del rechazo a la violencia, quizás Piñera, el par chileno de Duque pudiera contarle algo al respecto. Sobre los jóvenes y el estallido en el 2019 había dicho: “No escuchamos con suficiente atención, no entendimos con suficiente claridad el mensaje…”
El director del Dane, por su parte, parece contar con virtudes pedagógicas que, quizás, pudieran ayudar a que el presidente comprendiera la gravedad de la situación de millones de mujeres y jóvenes, deteriorada notablemente durante la pandemia.
