El mundo alterno del delito
Opinión

El mundo alterno del delito

Los narcóticos —concluye la tesis doctoral de Cáceres— son otra superestructura que, en el último medio siglo de genialidades y disparates, torció la suerte de la Humanidad

Por:
mayo 05, 2017
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Pablo J. Cáceres Corrales es de esos individuos especializados en el arte de desconcertar a lo grande, con empresas intelectuales. En su afán de aprender más y más, en lo suyo como jurista o en complementos indispensables como el cultivo de las humanidades, se mete en honduras que no lo asustan por la serenidad con que suele enfrentarse a sus propios retos. Retirado ya del Consejo Superior de la Judicatura, en 1996, resolvió  hacer un doctorado en Historia, a pesar de haber montado oficina para trabajar duro y parejo en los pleitos que le confiaran sus clientes.

Convencido de que había que escribir otra historia que no fuera la de las gestas proceras, los heroísmos y martirologios que comenzaron con los Comuneros y terminaron con la batalla de Boyacá, Cáceres eligió para doctorarse como historiador el análisis de un fenómeno contemporáneo que, en el tropel que hemos vivido entre la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI, cambió la fisonomía del mundo con Colombia de actor principal: el crimen organizado.

Hace apenas ocho días cayó en mis manos la edición que de aquel análisis de Cáceres, ya depurado, hizo la Universidad Nacional de Colombia, sede de sus estudios superiores y de su profesorado actual. Su título: Las formas cambiantes de la criminalidad. Aseguro que es el primer gran texto que he leído, de un colombiano sencillo, sobre la magnitud y los tentáculos del crimen organizado. La mayor parte de la literatura antecedente se sobra de anecdótica y peca de superficial y pueril.

 

“Las formas cambiantes de la criminalidad” es el primer gran texto
que he leído, de un colombiano sencillo,
sobre la magnitud y los tentáculos del crimen organizado

 

La tesis doctoral de Cáceres, en cambio, combina los atributos del jurista con los del historiador y el sociólogo para servirnos una visión amplísima de los avances y traumas de una sociedad desarticulada de cabo a rabo por los carteles. En síntesis, el libro de Cáceres rezuma información, ciencia y método, como correspondía al estudioso angustiado por la degradación de la historia alrededor de la cual nos reventábamos a pedazos, con la complicidad de gobiernos molondros y venales y de organismos internacionales ineficientes.

 - El mundo alterno del delito

Cómo describió de bien el ilustre hijo de Buga la estructura de una empresa criminal más sofisticada y consistente, administrativa y financieramente, que las empresas lícitas con posición dominante dentro del modelo neoliberal. El corte anatómico que Cáceres ensayó con tino pasó por vísceras, arterias, células, nervios, ligamentos y huesos del aparato torneado y perfeccionado para derrotar la política ideada con el objetivo de contrarrestarlo. Entre más se insiste en mantenerla, más la estremece la demanda de vicio.

Este lado oscuro del capitalismo cuenta con un mercado mejor explotado que el de los productos no fraudulentos. Cáceres lo enfoca con todas sus aristas, detallando sus características y, como dicen los taurófilos, sus repuntes de genio, cerca o de la mano de un Estado permeado por el infalible esquema mafioso que jamás recula al momento de corromper instituciones y hombres. Raimondo Calanzaro, citado por Cáceres, acuñó el título que sintetizó la dimensión del flagelo: El delito como empresa.

 

Leyendo la tesis de Cáceres se concluye que los narcóticos son una cultura, un poder y una economía. Dicho de otra manera, son otra superestructura que, en el último medio siglo de genialidades y disparates, torció la suerte de la Humanidad. No hay sistema político, ni democrático ni totalitario, que haya eludido los efluvios malignos de la cultura narco, Todos están rendidos al consumo masivo de sustancias controladas.

El gran mensaje –desatendido, desde luego– del libro de Mario Puzo, El Padrino, fue el rechazo de don Vito Corleone a la proposición de Virgil Sollozzo (El Turco) para agrupar a las familias de New York en un pool que cambiara prostitución y apuestas por alucinógenos. Don Vito la consideró una actividad abyecta y destructiva para las generaciones que crecían. Por desdeñarla, casi pierde la vida. Y Sollozzo murió, pero su deseo cristalizó en ese monstruo de mil cabezas que habrá que legalizar.

Hay que leer a Cáceres para entender ese mundo alterno que le barrió los misterios a la delincuencia y la subió de categoría, porque el dinero  “ablanda al juez más severo”, “hace al cobarde guerrero” e “iguala al duque y al ganadero”.

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