La pobreza envuelta en necesidades básicas insatisfechas, la ignorancia política y las garras de individuos que han tomado la política electoral como un negocio, son los responsables del punto de no retorno de una Colombia que el mundo se resiste a creer que exista.
Son las mujeres y nada tiene que ver el género, quienes según las estadísticas acuden en mayoría a las urnas movidas especialmente por necesidad y afectos por sus más cercanos.
Esto no quiere decir que los hombres no lo hagan también movidos por la preocupación y el cariño de sus hijos, nietos, y allegados que tienen un cargo público o poseen un contrato de obra.
Pero es que las mujeres, de quienes se espera mejor comportamiento social, dado que sobre ellas recae en buena medida el peso de políticas económicas, como quiera que soportan el alza del pan y la leche cada cerrar y abrir de ojos, acuden a votar no por ideas, sino por cubrir necesidades.
Culpables Ellas del estado de cosas que ocurren aquí y que les consta, atentan contra la dignidad de los colombianos; culpables de verse obligadas a acudir a las clínicas clandestinas de abortos; culpables porque ante tanta pasividad sus hijos son arrancados de sus brazos para la guerra; culpables de ver convertidas a sus hijas en prostitutas, legales e ilegales; culpables de que cada día son menos las oportunidades de estudio o de trabajo para sus vástagos.
Al votar por sentimientos o por necesidad, Ellas quizás más que ellos, son culpables de ver al séquito que acompaña al senador, al representante, al diputado, al concejal, enriquecerse sin parar gracias a los cargos y contratos, gracias a las coimas y trampas a la ley, gracias a ese estado de impunidad que reina alrededor de esas corporaciones.
Lo saben y persisten. Culpables Ellas de ver cómo el campo queda cada día con menos hombres y mujeres que lo trabajen; culpables que los maestros no estén bien remunerados; que los cupos escolares escaseen, que los costos aumenten y que colegios y escuelas privadas invadan barrios y poblados.
Ellas mismas, aunque suene redundante, Ellas mismas son ahora mismo víctimas de tanto cretino que posa de congresista o político en carrera de llegar al gobierno, que no al poder, porque el poder lo detentan otros que tienen también garras para escamotearle sus derechos a la gente.
Víctimas cuando reteniendo lágrimas entregan a sus hijas para las campañas políticas, manoseadas por todos, convertidas en sirvientas; convertidas en putas a secas, cada y cuando a los auxiliares de la candidata o del candidato, cada y cuando a los parientes de la candidata o del candidato les place llevarlas a la cama, victimas también en caso de que a sus hijas de milagro les den un cargo público o un contrato de obra.
(Hay cientos de historias sin contar, de los vejámenes cometidos contra mujeres jóvenes que llegan a cargos públicos, fruto del ´favor´ de esos políticos sucios y corruptos. Pocas realmente, y eso no es motivo de este comentario, las profesionales jóvenes que acceden a esos cargos por concurso, no exentas de discriminación y malos tratos, también obligadas a votar).
Culpables las mujeres que votan aun sabiendo que las asambleas departamentales no sirven para nada; que en municipios hay más concejales que escuelas y colegios; que sobra tanta gente del llamado servicio diplomático que se enriquece a nombre de la patria; y culpables Ellas obligadas a hacer copagos para ser atendidas en los centros de salud.
La abuela que sabe que el alcalde es un pillo, que es el hijo de uno de los ladrones de cuello blanco más famosos de la historia de su pequeño pueblo, que la esposa de ese político tiene cuatro casas en el centro y cinco negocios, esa abuela que vuelve y vota por él, también es culpable. Se le abona el hecho de que al votar permite que su nietecita siga de secretaria en la alcaldía.
Culpables Ellas porque en las peluquerías y tiendas de pueblo se sabe que en la próximas elecciones, esa misma candidata o ese mismo candidato cambiará de partido como de interiores; saben que sus familiares, digo del político corrupto, han pedido a sus aparentes seguidores (votantes necesitados) dinero que seguramente nunca les devolverán; culpables de callar tantas cosas que nos afectan a todos y que por necesidad, repito, por necesidad siguen votando.
Culpables de decir que no hay otra alternativa cuando se les indaga porqué votan por esa gentuza. Culpables de negarse a salir a la calle cuando alguien se le ocurre denunciar estas prácticas deshonestas, de esta Colombia que aguantará más décadas de no modificar el sistema electoral vigente o simplemente de no cambiar el sistema económico, político y social, por uno con verdadera justicia social y con la cura contra la impunidad.
Culpables las mujeres que participaron de las hordas paramilitares viendo como en los pueblos eran desmembrados sus amigos y familiares y despojados de sus tierras sus coterráneos. Culpables aquellas que en cartas de sus hijos soldados o policías, sabían que en las noches eran utilizados para sembrar el miedo en los barrios populares con el cuento de quitarle el agua al pez, es decir con el cuento de contrarrestar el movimientos de los grupos insurgentes en la región.
Culpables o víctimas. Usted decide. Cómo puede una mujer cambiar su decisión de voto, si sabe que su pariente o vecino será echado del cargo público. Cómo puede una mujer cambiar estas cosas, a sabiendas que su esposo, sus hijos, sus suegros o allegados, podrían ser asesinados solamente por pensar diferente y votar en consecuencia por otros. Cómo, pregunto, si en realidad las oportunidades de estudio o de trabajo no se ven. Cómo si todo parece indicar que no hay luz al final del túnel, porque los ricos son cada vez más ricos y los pobres sacan a diario a asolear sus miserias.
Esas desigualdades sociales, ese comportamiento de que robar o matar si paga; esa actitud frente a la ley con trampa en el bolsillo y la aplicación de la justicia a los que nada tienen, pasaría hoy mismo por considerar el voto en blanco, por la abstención a ultranza o por la presión de la gente en las calles como las primaveras que Colombia no conoce por ignorancia y por necesidad.
Que sepamos la lucha de las mujeres en Colombia ha sido selectiva, solitaria. Ni ellas mismas creen en sus congéneres para la política. Son como ellos, abstenciones sin causa. Parece que prefieren seguir siendo culpables y no víctimas.
Culpables o víctimas, usted decide. Ellas de quienes esperaríamos más y ellos por alcahuetear la corrupción. No es un asunto de moral, es simplemente un poco más de práctica política, callejera, de protesta civil, de resistencia y de lucha por la justicia social, que no es un sueño.