En literatura, música, pintura y todas las bellas artes hay mujeres con el don de hacer lo que quieren, son damas transgresoras. Ellas han transformado el mundo y seguirán haciéndolo por su condición. En virtud de ello en la siguiente reflexión hablaremos de ellas, las desobedientes, apelando al folclor vallenato clásico y en especial a un par de canciones donde encontramos estas mujeres que rompen con la costumbre, la moral y que reales o imaginadas se escribieron para aliviar de paso el dolor de un hombre o simplemente por un impulso literario.
Iniciamos esta explicación con uno de los versos de la canción Fantasía en aras de acercarnos al interés de esta cavilación, la cual enuncia: “Porque tú sabes que tienes preciosa, un atractivo que rinde a los hombres que no resisten tus ojos, tu boca y se someten a tus condiciones, por qué derrochas amores y lujos por qué provocas tantos desengaños”. Nótese que la canción nunca menciona el nombre de la dama, contrario a otras canciones donde si aparece, no obstante, de los versos se deduce claramente que es una mujer joven y vital, quizás extrovertida y consciente de su gracia y singularidad. En un encuentro entre el fenecido periodista Ernesto McCausland y el autor de la canción Rosendo Romero, este menciona que también compuso otras canciones vallenatas a la misma mujer pero que aun así esa muchacha no se dejó tocar de las palabras.
Percibimos en esta antesala que la canción germina de una mujer real y a diferencia de otras historias, el protagonista no termina humillado, desgraciado o extraviado, y la mujer tampoco. Posiblemente solo era una mujer disfrutando del brebaje de la adolescencia y que más adelante “sentaría juicio”, como se dice en el argot popular. Lo cierto es que el maestro Romero escribió esas letras que han quedado en la posteridad y que más de un desdichado a tarareado y se ha tomado un trago.
Acudiendo a otros versos en el vallenato, encontramos un paseo llamado Marianita, escrito por el maestro Juan Segundo Lagos, canción clásica icono de la narrativa oral y en la que nos topamos con la gracia y el encanto de una joven insurrecta con nombre propio. Esta historia principia diciendo: “En una tarde veranera de mi barrio, tan contento que tomaba en la cantinita, satisfecho festejaba aquella conquista, del amor de marianita que anoche me había aceptado, cuando un borracho llorando sus penas grita, dice ser un desdichado que su suerte esta maldita, yo le pregunte, amigo porque es que tanto llora, cual es la razón, porque ha tomado tantas botellas, dijo no es por ella si no por él, que anoche conquisto a mi novia, y esta tarde cuando salgan a pasear en el parquecito los voy a esperar, y en brazos de esa traidora, a su novio la vida voy a quitar…Para enseñarlo que debe respetar, de un hombre bueno la honra”.
Nos preguntamos entonces: ¿qué ocurre cuando un hombre se enamora de una mujer? Por lo general persevera en su propósito y si recibe un sí como respuesta es un instante de gozo para él, que puede celebrarse de diferentes maneras, pero este decidió ir a una cantina a celebrar el amor donde yace otro mortal que contrario a él, gime una decepción pasional, iniciando así una conversación entre un dichoso y un infeliz, este último ya ebrio notifica el motivo de su martirio y con muestras ya de un estado de locura mental y cautivo de un vocablo rencoroso cree que la única forma de defender su decoro es derramando la sangre de quien le arrebató su vivo afecto, acción que en un estado racional él mismo reprobaría.
Llama la atención que el hombre infortunado se enfoca en su antagonista y piensa en matarlo, siendo esto una variable en diversas narrativas donde la mujer causante de la situación es indultada y ella aprovechando su posición no le interesa si el afectado es Sansón, Julio Cesar o el mismismo Juan el Bautista, fríamente imponen su persuasión y gentileza, vuelven paciente al inquieto, se miran al espejo y no lamentan nada, apuntan sus aguijones en todas las direcciones, sienten orgullo del prontuario amoroso y presumen de las centenas de suplicantes entre otras particularidades; pues bien Marianita es una de estas muchachas transgresoras.
En numerosas obras literarias y musicales dedicadas al amor resulta más emocionante si la desgracia esta presente, en unas obras se suicidan los protagonista, en otras se acaba con la vida del antagonista y en otras termina muriendo la promotora de la tragedia, en ese orden de ideas quizás un argumento lo tengamos en el poeta Italiano Cesare Pavese que en una de sus sentencias dice que al final el hombre no mata a su contendor o se suicida por el amor de una mujer, sino porque cualquier desdicha amorosa revela la triste condición de desnudez humana, miseria, desamparo y finalmente la nada. Pues bien, quizás ese hombre estropeado se topó en su camino muchas mujeres, pero un día la casualidad lo condujo a Marianita, quién sabe si fueron sus ojos o una sonrisa ilusoria, lo indiscutible es que él libremente escogió alcanzar su afecto.
La canción en su narrativa continua expresando lo siguiente: “Cuando vi por primera vez a ese muchacho, sus palabras en mi mente se repetían, porque muy dentro mi corazón presentía, que algo que ver yo tenía con la pena del borracho, mientras el con rabia y coraje me decía, esta es la fotografía por la que tanto he llorado, y era mi Mariana, la que anoche me juro cariño, ahí al frente estaba el que pudo haber sido mi asesino, no se que sentí, turbado entonces me empiné de la botella, tuve ganas de gritarle la verdad, decirle soy a quien tú quieres matar, soy el nuevo novio de ella pero preferí mejor quedar callao, guerra avisada nunca mata soldado, que pase lo que dios quiera, yo termino con ella y cuento acabado”.
En estos versos se evidencia un momento tensionante que pudo adelantar la tragedia, el hombre que hace nada se encontraba venturoso por su asalto amoroso, pasa a acrecentar el gremio de los infortunados por Marianita, el primero observa a su contrincante ya extraviado listo a matar por ella y quizás ello lo lleve a tomar una decisión razonada y guarda silencio mientras pasa el trago amargo.
Se evidencia en la narrativa de esta canción una mujer atrayente que ejerce un papel dominante sobre el hombre y en aras de comprender mejor su proceder (Marianita) apelamos a la dialéctica del amo y el esclavo de Friedrich Hegel y localizamos que ella ejerce el papel de poseedora toda vez que busca que el otro (el hombre) la reconozca, busca dominarlo y hacerlo su esclavo; y el enamorado que es el cautivo, el ciervo que se somete y obedece su hechizo, consigue en su sumisión cierta autonomía y cobra cierta humanidad de la que el amo (Marianita esclava también) en su afán de controlar y poseer a lo mejor no se da cuenta y si lo hace igual le resta importancia al daño causado al otro.
Entrando en los versos finales del relato este dice: “Moria la tarde cuando el borracho partía, seguí tomando, por él no me preocupaba, porque confiaba que mi novia no saldría, pensé que se quedaría si yo no iba y la buscaba, y al día siguiente sorprendido yo leía, la prensa local traía estas trágicas palabras, hoy está en la cárcel un borracho que quito la vida, a un hombre en el parque que paseaba a su novia querida, y ella era mariana, la niña que anoche quedo sin prometido, y a los quince días contenta la encontré, con otro hombre que en sus redes fue a caer, paseando en el parquecito, y por el sentí bastante compasión porque aquellos que gozaron de su amor, miren que suerte tuvieron…Uno en el cementerio y otro en prisión”.
Pues bien, la culminación de la historia devela un hombre que se arruinó a si mismo perdiendo su dignidad y libertad creyendo recuperar la vergüenza, otro individuo muerto que seguro no tenía idea que iba a ser asesinado a causa de su venerada, un tercero que se salvó de morir o cometer una locura y otros amantes más que seguramente se inclinaron sobre Marianita sin saber que acariciaban su propia angustia y hasta su propia tumba.
Resumiendo, esta canción vallenata llamada Marianita es quizás la que mejor nos permite develar las cualidades de una de esas tantas mujeres que ven a los hombres no como individuos sino como cuerpos u objetos en los que disfrutan la variedad del placer sensorial, que sin lugar a dudas pertenece a esa sociedad de señoras transgresoras donde respiran Lilith, Dalila, Carmen la Gitana, Madame Bovary, Isabela Duncan y otro centenar de mujeres con habitación propia de baja y alta cultura, de esas que les da lo mismo ser madre o no, y les importa poco el heroísmo guerrerista del hombre, que se rehúsan a ser vasijas, con voluntad y deseos convenientes, de esas donde nunca tendrá cabida el “hágase señor en mi según tu voluntad”; de las que tal vez se sucumbirían de risa leyendo La madre de Máximo Gorki o El libro de mi madre de Albert Cohen; y sobre todo de esas que cultivaron la mente, la cultura, la razón y la creación.