Mujeres reparadas (I)
Opinión

Mujeres reparadas (I)

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noviembre 04, 2014
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No hablo de reconstrucción del himen. Tampoco de cirugías estéticas varias. Pienso en lo que sería la reparación para las mujeres en un país como Colombia, en el que han recibido violación de sus derechos de parte de todos los actores armados, y de sus desarmados y desalmados maridos y novios y exnovios y del sistema económico y de la cultura patriarcal.

Como en noviembre se conmemora el Día Internacional de No Más Violencias contra las Mujeres, este ha sido tema recurrente en varias conversaciones con muchas amigas por estos días. Quiero contar varios casos de posibilidades de reparación y como hay mucha tela que cortar, tal vez destinar una serie de columnas para hablar del tema.

Empiezo por las de la violencia cotidiana, que son tan numerosas, que ocupan toneladas de papel con sus expedientes, con sus cuerpos se podría dar la vuelta al país y con sus lágrimas se podría recuperar el nivel de los ríos secos por la minería.

Isabel, quien desde los 13 años fue violada, raptada y amedrentada por su propio padre, con quien tuvo seis hijos e hijas. Después de que por fin el Estado actuó encarcelando a su agresor, intenta reconstruir su vida en medio de una gran pobreza, soledad y sin el más mínimo apoyo del Estado. Quiere estudiar filosofía, ser profesional, hacer profesionales a sus hijos y por qué no, escribir poesía. Es muy buena para trabajar pero en su corregimiento no se gana más de $10.000 diarios.

Leonor es una mujer adulta mayor, que después de sobrevivir múltiples violencias y participar de la historia de movilizaciones y luchas agrarias en el país, ha logrado acumular gran saber y experiencia en las actividades del campo. Tiene una pequeña finca en la que cultiva flores y las comercializa, derivando de este cultivo su sustento durante décadas. Su salud ha decaído y su trabajo se ha imposibilitado, por lo que se atrasó con las cuotas de una deuda bancaria y estuvo a punto de perder su finca.

Gracias a la intervención de un abogado solidario y de más de 25 personas solidarias, se logró salvar la finca de las garras del banco y ahora, con la campaña “A rescatar el Paraíso”, se busca encontrar una opción que conecte estas dos historias no desde la victimización, sino desde el florecimiento de las “Aves del Paraíso”: en este caso, no solo las heliconias que cultivan, sino estas dos sobrevivientes, que mediante la gran capacidad de resiliencia de ambas van a unirse en una empresa de floricultura.

Conversando con las mujeres de la Casa Cultural el Chontaduro, guardianas de la memoria en el Distrito de Aguablanca, aportan una valiosa pista: las mujeres nos estamos autorreparando todo el tiempo. Unas a otras, en círculos de escucha y conversación, con el comadreo sanador, con la complicidad y la paciencia. La primera vez que nos reunimos con Isabel, un círculo de la Escuela Política de Mujeres, la recibió en un ritual de abrazos, arrullos y regalos simbólicos. Cuando regresó a su pueblito le dijo a su única amiga: “Si el cielo existe, ayer lo conocí. El cielo debe ser un montón de mujeres queriéndose y arrullándose, aunque no se conozcan”. He aquí una clave importante que nos tiene que servir de guía en casos tan conocidos como el de Rosa Elvira Cely, Tatiana Lloreda o Natalia Ponce de León y en los miles de casos que se viven en soledad y anonimato, como el de las dos mujeres que inspiran la campaña y tantas otras que no cuentan con hombros en los cuales apoyarse o círculos en los cuales ser acogidas.

Esto no quiere decir que la reparación quedará en hombros de las mujeres. El gobierno, la justicia, los medios, la educación y los hombres tienen tareas vitales.

Para la muestra el segundo botón de esta columna: el caso de Adriana López. Esta mujer de 35 años cayó de un balcón de su apartamento, ubicado en un 8º piso de una unidad residencial de Cali el pasado 12 de octubre. De nuevo, la policía y los medios fallaron. Por un lado, lo único que resaltaron de la noticia fue la versión de un policía que sentenciaba que se trataba de un accidente, basado en el estado de alicoramiento de la víctima. Con esa versión incompleta y prejuiciosa, se omitió por parte de la policía, cuidar la escena del hecho. El levantamiento del cadáver se hizo en la clínica y no en el apartamento, donde convivía desde su reciente matrimonio, con un hombre con graves antecedentes de violencia contra las mujeres. No se aisló el lugar, al que solo se va a hacer una inspección casi un mes después de la tragedia. Tampoco a la prensa le interesó ahondar en las circunstancias del hecho, en el contexto y la historia. Para una familia embargada por el dolor y las dudas acerca de la muerte de una de sus integrantes, la reparación, como bien se sabe, nunca le devolverá la vida. Para una familia la única esperanza es que la justicia no les falle también. Que se investigue con rigor, que se tengan en cuenta las circunstancias, pero también los antecedentes, las historias, las relaciones. Y que si fue un caso de feminicidio el culpable sea castigado como ordenan las leyes, incluso aquí, en nuestro país.

Otras tres cosas pueden ayudar a la reparación de las víctimas: la solidaridad de la sociedad, el tratamiento respetuoso de los medios y que los hombres y las mujeres de las nuevas generaciones aprendan de estos dolorosos hechos a construir relaciones en las que el amor no se conjugue nunca al lado de las violencias.

@normaluber

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